sábado, 1 de marzo de 2014

Historia de una nueva excomulgación en Cáceres.


Como bien se sabe la historia es cíclica y tenemos una tendencia a repetir los hechos, buenos o malos, una y otra vez. Por ello en el año 1.543 el consistorio cacereño junto a algunos de sus habitantes fueron nuevamente excomulgados por las autoridades eclesiásticas.

Lápida de excomunión en Milano (F. G. Dall'Orto)
Aquel día de mayo de 1.543 la jornada había transcurrido como la de cualquier otro día en la taberna de nombre "el caldero”. Esta pequeña taberna estaba regentada por Tomás al cual ayudaba su mujer Mencía. Tomás era un antiguo labriego venido a más mediante una herencia de terrenos que tras venderla por unos buenos dineros, compró una casona en una de las callejuelas del interior de la Villa la cual convirtió en taberna siendo desde entonces de las más visitadas.
Aquella casona que se diferencia de las demás por el pequeño cartel de madera que colgaba en su fachada y en el cual se podía leer “Taberna el Caldero” acompañado del dibujo de un caldero y también para aquellos que no sabían leer, la mayoría en aquella época, estaba adornado por una rama en la puerta (de ahí el término rameras).


Callejón de la Monja en Cáceres (F. Alfonso Soler)
Como he dicho la tarde en la taberna había sido tranquila dentro de la  tranquilidad que puede ofrecer un establecimiento casi oscuro, mal ventilado y de escasa limpieza. Iluminado sólo por unas pocas velas, el aroma que se respiraba en aquel tugurio, era desagradable y pegajoso, una mezcla de vinos, carnes salazonadas y olores corporales de la clientela, que sin decoro ninguno hacían sus necesidades en un patio cercano donde se guardaban gallinas, puercos y caballos. En aquel lugar abunda el vino, el juego y algunas mujeres de mala reputación.
A la clientela habitual que frecuentaba la taberna, caleros, curtidores, molineros de la ribera, labriegos y algún hijodalgo, aquella tarde había en el Caldero no más de cuatro o cinco forasteros de paso, quizás comerciantes o quizás buscavidas, sea como fuere, seguro que todos por ser jueves de carne habían degustado un buen plato de olla podrida, especialidad de la casa, que Mencía había preparado a fuego lento, además de beber sin mesura los bendecidos vinos (o sea aguados) que Tomás servía y que provenían de la cercana aldea de Casar de Cáceres.

Venta en Extremadura (Gustavo Doré 1862)

               En uno de los rincones oscuros de la respetable taberna uno de los forasteros que según el mismo había contado entre historias y tragos de vino iba de camino a tierras del sur, se hallaba inmerso en una partida de dados, en donde la suerte le estaba resultando un tanto esquiva, mucho era ya lo perdido en el juego y mucho era también su mal genio. En el transcurso de la misma, harto de perder y de vino, acusa uno de sus compañeros de partida, el más beneficiado hasta el momento, de hacer trampas.
"Vos sois un sucio tahúr, no es posible tener tanta suerte en los dados.” -Gritó el forastero levantándose bruscamente del taburete y alzando cada vez más la voz.- “Habéis hecho trampa y me devolveréis todo lo que me habéis robado"
El susodicho acusado que era un vecino de la Villa, de apellido Jemio, le responde:- "Me acusáis en vano caballero. Por Dios os digo que no es cierto, y que sólo es una racha de buena suerte, la que me favorece."-
"Exijo que me devolváis mis dineros o pagareis con vuestra vida." -Volvió a gritar iracundo el forastero encarándose con el cacereño.-
Todos los allí presentes volvieron sus miradas hacia ellos, unos temeroso y otros alegrados de ver una trifulca.
"Os repito que sólo es una racha y lo apostado y ganado ni se devuelve ni se regala...” -Volvió a responder el tal Jemio recogiendo lo ganado.-
Es ese instante cuando el extranjero iba echar mano de una daga que llevaba oculta bajo una de sus mangas cuando interviene el tabernero Tomás, y situándote entre ambos contrincantes garrote en mano, dijo al forastero.
"En mi taberna no consiento ni disputas ni peleas, largaos de aquí o llamare a la guardia"
Agraviado y exacerbado el forastero se puso su sombrero, y mientras abandonaba la taberna agitando bruscamente las manos y gritando: -"Esto no quedara así, me las pagarás, me escuchas me las pagarás, sucio labriego." – Le lanzó un escupitajo a los pies de Jemio antes de desaparecer por la puerta.

La taberna de Antonio de Puga (F.I.)
Con la marcha del extranjero la calma volvió a la taberna de Tomás. Y Jemio ahora sentado juntó a una meretriz disfrutaba de los dineros ganados bebiendo e invitando a vinos a los parroquianos. Hasta qué ebrio a más no tomar, decide marchar a casa. -"Hasta mañana, quedan ustedes con Dios." -Despidiose a trabalenguas.
Pero como bien dicen, la venganza es un plato que se sirve frío, y tras abandonar la taberna, no muy lejos alguien le observaba oculto tras una esquina. Era el forastero, que con la intención de recuperar sus dineros siguió sigilosamente los pasos que a trancas y barrancas iba dando el mal envinado vecino.
Cauteloso de que nadie le viera andaba el forastero, cuando en una calle solitaria vio su oportunidad, el vecino se había parado a descansar apoyándose en una pared, el vengativo extranjero se acercó daga en mano al cacereño, y agarrándolo con la otra por uno de sus hombros le dio media vuelta, y mirándolo cara a cara le dijo:-"¡Me recuerdas!” -Y asestándole varias puñaladas en el vientre volvió a decir- "Yo siempre cumplo mis promesas, sucio labriego."-
Jemio se echó sus manos al estómago, que rápidamente se le empaparon de sangre, sus piernas empezaron a temblar y lentamente sostribado en una pared cae al suelo. El forastero aprovecha para registrarlo y arrancándole la saca de los dineros del cinturón, huye despavorido por una de las calles.
Jemio sentado y medio desvanecido por la sangre perdida comienza a gritar a media voz - "Socorro, so….corrooo"- mas su voz se le apaga.

Lance en el siglo XVII de  Francisco D. Marqués  (F.I.)
Casualmente, instantes después un vecino de la Villa que pasa cerca acompañado de su burra que arrastraba un pequeño carro y a la cual iba azuzando –“Vamos bonica.”- Es atraído por un extraño regato de color rojo, intrigado lo sigue y al descubrir el cuerpo cubierto de sangre de Jemio, comienza a gritar: -"Socorro, socorro a mí la guardia, lo han matado, lo han matado."-
 Alertados por los gritos, los vecinos comienzan asomarse a sus ventanas y puertas, unos murmuran, otros asustados vuelven a cerrar sus ventanas. Al rato llega la guardia, y rápidamente es depositado en la parte de atrás del carro y conducido a la casa del matasanos de la Villa, ahora su vida depende de él y del señor como le recuerda un cura que le acompaña en el carro. -“Ahora estas en manos del Señor hijo mío, besa la cruz y arrepiéntete de tus pecados.”-
Con la justicia de por medio, el corregidor de la Villa, don Alonso del Castillo, es encargado de la investigación, y una vez informado se dirige a la taberna el Caldero, lugar habitualmente frecuentado por el moribundo vecino. Allí el tabernero Tomas le relata el incidente ocurrido horas antes del suceso entre Jemio y el forastero que según dijo respondía al nombre o apellido de Segura.
"Sí señor corregidor, aquí estuvo todo el día el tal Jemio, bebiendo y jugando, y  a causa de esto último tuvo una disputa con un forastero, que creó recordar llamábanle Segura, el cual le acusó de hacerle trampas y lo amenazo de muerte."
“Y fue mucho lo perdido, pues en la escena no hallamos dineros alguno.” -Dijo el regidor.-
“Lo bastante para el seguir bebiendo, invitar a los parroquianos que se hallaban aquí presente, solicitar los favores de una meretriz y aun así llevarse un buen puñado en su saca.” -Respondió de nuevo el tabernero.-


Vistas de Cáceres
Inmediatamente el regidor da órdenes a sus guardias para que hallen y capturen al sospechoso extranjero. Tienen la ventaja de conocer la Villa, y comienzan su búsqueda en tabernas, posadas y prostíbulos.
Aun así Segura consigue abandonar la Villa por una de la puertas menos custodiadas, la de Mérida, pero la guardia le sigue los pasos y sabiendo que no tiene posibilidades de escapar, en su desesperada huida, acorralado se dirige hacia el Monasterio de San Francisco.
Cuando llega, rápidamente desmonta de su caballo y se dirige a la puerta de la portería. Allí incesantemente golpea una pequeña campana utilizada de llamador.
Al rato unos pasos se escuchan acercándose y una voz anciana grita: -“Ya voy, ya voy, ¿qué prisas son esas?”-
Tras retirar el pestillo, ve a un monje de avanzada edad que abre la puerta: -"Que queréis caballero."-
“Padre, asilo y protección en sagrado os pido. A Dios encomiendo mi vida.” –Le dijo el forastero dirigiéndose a él y besándole una de sus manos.-
“Pasad adentro os pido, la casa de Dios es la casa de todos y siempre está abierta. Pasad que os reciba el Hermano mayor.” -Respondió el anciano monje.-

Portería del Monasterio de San Francisco en Cáceres
Llevado ante la presencia del abad, Segura antes de explicarle los hechos, hizo prometer al abad que como se había acogido a derecho de asilo en sagrado, no sería entregado a las autoridades de la Villa.
“Hijo, estas en suelo sagrado y cumplir la voluntad del Señor es obligada.”
Y tras escuchar estas palabras se dispuso a explicarle su versión de los hechos, no había acabado de relatar los acontecimientos, cuando a las puertas del monasterio se escuchan golpes y gritos: -“Abrid las puertas a la guardia, abrid.”-
En ese instante entraron en la habitación donde se hallaban varios hermanos franciscanos. -“Padre, hay guardias golpeando las puertas del monasterio.” –Dijo uno de ellos.  
“Hermano acompañad al caballero a una de nuestros dormitorios, y dadle agua y algo de comer” –Dijo el abad.-

Interior de San Francisco en Cáceres
Y abandonando la sala el abad se dirigió a las puertas del monasterio donde le esperaba el hermano portero. -“Abrid las puertas, hermano.”- Le dijo sosegadamente.- Frente a ellos aparecieron el corregidor de la Villa junto a media docena de guardias armados.
“Muy armados venís a la casa del Señor, donde la paz siempre se halla.” –Le dijo el abad.-
“Sabemos que escondéis a fugitivo de la justicia, entregádnoslo voluntariamente o nosotros mismo entraremos a buscarlo.” –Le habló el corregidor.-
“No osareis profanar con vuestras armas la casa del Señor, pues si lo hacéis la ira de Dios caerá sobre todos vosotros.”-Respondió el abad.-
Los soldados atemorizados de las palabras del abad se miran unos a otros y retrocedieron unos pasos, con la iglesia habían topado.
“Solo cumplimos con nuestra obligación de hacer justicia, pues ese hombre que acogéis ha apuñalado y robado a un vecino vuestro que se encuentra al borde de la muerte.” -Dijo con voz temerosa, el corregidor.-
“Ahora está bajo la justicia divina de Dios y en sus manos está su castigo y su perdón. Y no lo entregaremos a la justicia terrenal. Id en paz” -Respondió cerrando las puertas.-
Con un gesto mandó el corregidor montar a sus guardias en los caballos y a gritó de - “Esto no quedará así.”- Partió hacia la Villa.

Plaza de San Mateo en Cáceres (F. Alfonso Soler)
Reunido de urgencia el Concejo de Cáceres, fueron explicados los hechos por el corregidor don Alonso. Decidiendo a los allí reunidos, regidores y destacados miembros de la Villa, ir al Monasterio de Francisco y pedir explicaciones a los frailes. De inmediato se corrió la voz y muchos de los vecinos enfadados con los monjes se unieron a la comitiva manifestando airadamente su cólera por acoger al presunto asesino.
La marabunta llegó al monasterio y el corregidor volvió a llamar a sus puertas, pero se encontraron con la misma respuesta del abad: -“Acogido a suelo sagrado se halla por el que preguntáis, y no os lo puedo entregar. Sólo ante la ley Dios responde ahora.”-
Estas palabras enfurecieron aun mas a los encolerizados vecinos, que cuando el corregidor dio la orden a los guardias de entrar por la fuerza en el monasterio se abalanzaron fuera de sí contra las puertas. Nada pudo hacer el hermano portero cuando la agitada muchedumbre invadió el convento gritando -“Dadnos al asesino.”- Cruzaron el claustro y se adentraron en la iglesia conventual, dentro hallaron a todos los monjes franciscanos y novicios, arrodillados, dando la espalda al altar y rezando en latín.

Interior iglesia de San Francisco (F.I.)
Aquella escena dantesca, de frailes arrodillados frente a ellos, rezando en una atmósfera entre tinieblas y olor a incienso, en un idioma que el vulgo desconocían, y bajo la figura de un Cristo crucificado que los observaba impasible, debió estremecer y aterrar a la jauría humana de vecinos que había profanado y violado la casa de Dios, pues el miedo inundó a todos y cada uno de aquellos infieles, que temerosos de perder sus almas huyeron despavoridos.
Como castigo de aquellos violentos actos la iglesia excomulgó al corregidor, a los regentes del ayuntamiento de la Villa y a todos aquellos vecinos que había participado. Hay que recordar que la excomunión además de llevar una parte de castigo espiritual, como era la expulsión del seno de la iglesia a los excomulgados o la exclusión de la recepción de los sacramentos y la confesión; o sea que si morías en aquel instante ibas directo al infierno; traía consigo una multa económica que podía rondar desde 100, 300 o 3000 maravedíes, unas cantidades que muchos no se podían permitir.

Claustro de San Francisco en Cáceres

          Este conflicto jurisdiccional provocó un clima de hostilidad entre el Monasterio de San Francisco y el Concejo de Cáceres que se vio reflejado al año siguiente con la ausencia de las limosnas que anualmente ofrecía el Concejo a los monasterios y que aquel año sólo se la otorgaron al monasterio de Santo Domingo con una cuantía de 15.000 maravedíes. Ese mismo año fue un año de sequía y malas cosechas, que repercutió en la vida cotidiana y por eso el pueblo, temeroso de que fuera un castigo divino del Señor, al año siguiente volvió a concederle las limosnas al monasterio de San Francisco.
De los protagonistas de la historia, el cacereño Jemio seguramente moría al cabo de uno días y el extranjero Segura aprovechando la oscuridad de la noche huyó del monasterio tiempo después y nada más se supo de él.
La historia que aquí he narrado está basada en hechos reales a los cuales yo he dado mi propia visión e interpretación. Espero que os haya gustado, gracias y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños
Fuentes consultadas:
 “Cáceres, resumen de historia de local.” Antonio Rubio Rojas.

3 comentarios:

  1. Historia que no puedes dejar de leer hasta el final, te envuelve en esa época y el hecho de pensar que está basado en hecho reales te estremece de forma abrumadora. Es una historia que quizá hemos visto de forma parecida en películas de la época, pero tu forma de contarla y su veracidad hacen que sea una historia apasionante. ¡¡Enhorabuena!!

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  2. Muchas gracias David por tus comentarios y halagos, es un placer escribir y ser leído por vosotros. Un saludo

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  3. Esta tan bien que hace que el lector no solo se sumerja sino que se sienta participe de la historia cacereña.

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