Como
bien se sabe la historia es cíclica y tenemos una tendencia a repetir los hechos, buenos o
malos, una y otra vez. Por ello en el año 1.543 el consistorio cacereño junto a
algunos de sus habitantes fueron nuevamente excomulgados por las autoridades
eclesiásticas.
Lápida de excomunión en Milano (F. G. Dall'Orto) |
Aquel
día de mayo de 1.543 la jornada había transcurrido como la de cualquier otro
día en la taberna de nombre "el caldero”. Esta pequeña taberna estaba regentada
por Tomás al cual ayudaba su mujer Mencía. Tomás era un antiguo labriego venido
a más mediante una herencia de terrenos que tras venderla por unos buenos
dineros, compró una casona en una de las callejuelas del interior de la Villa
la cual convirtió en taberna siendo desde entonces de las más visitadas.
Aquella
casona que se diferencia de las demás por el pequeño cartel de madera que
colgaba en su fachada y en el cual se podía leer “Taberna el Caldero”
acompañado del dibujo de un caldero y también para aquellos que no sabían leer,
la mayoría en aquella época, estaba adornado por una rama en la puerta (de ahí el término rameras).
Callejón de la Monja en Cáceres (F. Alfonso Soler) |
Como
he dicho la tarde en la taberna había sido tranquila dentro de la
tranquilidad que puede ofrecer un establecimiento casi oscuro, mal ventilado y
de escasa limpieza. Iluminado sólo por unas pocas velas, el aroma que se
respiraba en aquel tugurio, era desagradable y pegajoso, una mezcla de vinos, carnes salazonadas y
olores corporales de la clientela, que sin decoro ninguno hacían sus
necesidades en un patio cercano donde se guardaban gallinas, puercos y
caballos. En aquel lugar abunda el vino, el juego y algunas mujeres de mala
reputación.
A
la clientela habitual que frecuentaba la taberna, caleros, curtidores,
molineros de la ribera, labriegos y algún hijodalgo, aquella tarde había en el
Caldero no más de cuatro o cinco forasteros de paso, quizás comerciantes o
quizás buscavidas, sea como fuere, seguro que todos por ser jueves de carne habían
degustado un buen plato de olla podrida, especialidad de la casa, que Mencía
había preparado a fuego lento, además de beber sin mesura los bendecidos vinos (o
sea aguados) que Tomás servía y que provenían de la cercana aldea de Casar de
Cáceres.
Venta en Extremadura (Gustavo Doré 1862) |
En uno de los rincones oscuros de la respetable taberna uno de los forasteros que según el mismo había contado entre historias y tragos de vino iba de camino a tierras del sur, se hallaba inmerso en una partida de dados, en donde la suerte le estaba resultando un tanto esquiva, mucho era ya lo perdido en el juego y mucho era también su mal genio. En el transcurso de la misma, harto de perder y de vino, acusa uno de sus compañeros de partida, el más beneficiado hasta el momento, de hacer trampas.
"Vos sois un sucio
tahúr, no es posible tener tanta suerte en los dados.” -Gritó
el forastero levantándose bruscamente del taburete y alzando cada vez más la
voz.- “Habéis hecho trampa y me
devolveréis todo lo que me habéis robado"
El
susodicho acusado que era un vecino de la Villa, de apellido Jemio, le
responde:- "Me acusáis en vano
caballero. Por Dios os digo que no es cierto, y que sólo es una racha de buena
suerte, la que me favorece."-
"Exijo que me
devolváis mis dineros o pagareis con vuestra vida."
-Volvió a gritar iracundo el forastero encarándose con el cacereño.-
Todos
los allí presentes volvieron sus miradas hacia ellos, unos temeroso y otros
alegrados de ver una trifulca.
"Os repito que
sólo es una racha y lo apostado y ganado ni se devuelve ni se regala...” -Volvió
a responder el tal Jemio recogiendo lo ganado.-
Es
ese instante cuando el extranjero iba echar mano de una daga que llevaba oculta
bajo una de sus mangas cuando interviene el tabernero Tomás, y situándote entre
ambos contrincantes garrote en mano, dijo al forastero.
"En mi taberna no
consiento ni disputas ni peleas, largaos de aquí o llamare a la guardia"
Agraviado
y exacerbado el forastero se puso su sombrero, y mientras abandonaba la taberna
agitando bruscamente las manos y gritando: -"Esto
no quedara así, me las pagarás, me escuchas me las pagarás, sucio labriego."
– Le lanzó un escupitajo a los pies de Jemio antes de desaparecer por la
puerta.
La taberna de Antonio de Puga (F.I.) |
Con
la marcha del extranjero la calma volvió a la taberna de Tomás. Y Jemio ahora
sentado juntó a una meretriz disfrutaba de los dineros ganados bebiendo e
invitando a vinos a los parroquianos. Hasta qué ebrio a más no tomar, decide
marchar a casa. -"Hasta mañana, quedan
ustedes con Dios." -Despidiose a trabalenguas.
Pero
como bien dicen, la venganza es un plato que se sirve frío, y tras abandonar la
taberna, no muy lejos alguien le observaba oculto tras una esquina. Era el
forastero, que con la intención de recuperar sus dineros siguió sigilosamente los
pasos que a trancas y barrancas iba dando el mal envinado vecino.
Cauteloso
de que nadie le viera andaba el forastero, cuando en una calle solitaria vio su
oportunidad, el vecino se había parado a descansar apoyándose en una pared, el
vengativo extranjero se acercó daga en mano al cacereño, y agarrándolo con la
otra por uno de sus hombros le dio media vuelta, y mirándolo cara a cara le
dijo:-"¡Me recuerdas!” -Y asestándole
varias puñaladas en el vientre volvió a decir- "Yo siempre cumplo mis promesas, sucio labriego."-
Jemio
se echó sus manos al estómago, que rápidamente se le empaparon de sangre, sus
piernas empezaron a temblar y lentamente sostribado en una pared cae al suelo.
El forastero aprovecha para registrarlo y arrancándole la saca de los dineros
del cinturón, huye despavorido por una de las calles.
Jemio
sentado y medio desvanecido por la sangre perdida comienza a gritar a media voz
- "Socorro, so….corrooo"- mas
su voz se le apaga.
Lance en el siglo XVII de Francisco D. Marqués (F.I.) |
Casualmente,
instantes después un vecino de la Villa que pasa cerca acompañado de su burra
que arrastraba un pequeño carro y a la cual iba azuzando –“Vamos bonica.”- Es
atraído por un extraño regato de color rojo, intrigado lo sigue y al descubrir
el cuerpo cubierto de sangre de Jemio, comienza a gritar: -"Socorro, socorro a mí la guardia, lo han matado, lo han matado."-
Alertados por los gritos, los vecinos comienzan
asomarse a sus ventanas y puertas, unos murmuran, otros asustados vuelven a
cerrar sus ventanas. Al rato llega la guardia, y rápidamente es depositado en
la parte de atrás del carro y conducido a la casa del matasanos de la Villa,
ahora su vida depende de él y del señor como le recuerda un cura que le
acompaña en el carro. -“Ahora estas en
manos del Señor hijo mío, besa la cruz y arrepiéntete de tus pecados.”-
Con
la justicia de por medio, el corregidor de la Villa, don Alonso del Castillo, es
encargado de la investigación, y una vez informado se dirige a la taberna el
Caldero, lugar habitualmente frecuentado por el moribundo vecino. Allí el
tabernero Tomas le relata el incidente ocurrido horas antes del suceso entre Jemio
y el forastero que según dijo respondía al nombre o apellido de Segura.
"Sí señor
corregidor, aquí estuvo todo el día el tal Jemio, bebiendo y jugando, y a
causa de esto último tuvo una disputa con un forastero, que creó recordar
llamábanle Segura, el cual le acusó de hacerle trampas y lo amenazo de
muerte."
“Y fue mucho lo perdido,
pues en la escena no hallamos dineros alguno.” -Dijo
el regidor.-
“Lo bastante para el
seguir bebiendo, invitar a los parroquianos que se hallaban aquí presente,
solicitar los favores de una meretriz y aun así llevarse un buen puñado en su
saca.” -Respondió de nuevo el tabernero.-
Vistas de Cáceres |
Inmediatamente
el regidor da órdenes a sus guardias para que hallen y capturen al sospechoso extranjero.
Tienen la ventaja de conocer la Villa, y comienzan su búsqueda en tabernas, posadas
y prostíbulos.
Aun
así Segura consigue abandonar la Villa por una de la puertas menos custodiadas,
la de Mérida, pero la guardia le sigue los pasos y sabiendo que no tiene
posibilidades de escapar, en su desesperada huida, acorralado se dirige hacia
el Monasterio de San Francisco.
Cuando
llega, rápidamente desmonta de su caballo y se dirige a la puerta de la portería.
Allí incesantemente golpea una pequeña campana utilizada de llamador.
Al
rato unos pasos se escuchan acercándose y una voz anciana grita: -“Ya voy, ya voy, ¿qué prisas son esas?”-
Tras
retirar el pestillo, ve a un monje de avanzada edad que abre la puerta: -"Que queréis caballero."-
“Padre, asilo y
protección en sagrado os pido. A Dios encomiendo mi vida.”
–Le dijo el forastero dirigiéndose a él y besándole una de sus manos.-
“Pasad adentro os pido,
la casa de Dios es la casa de todos y siempre está abierta. Pasad que os reciba
el Hermano mayor.” -Respondió el anciano
monje.-
Portería del Monasterio de San Francisco en Cáceres |
Llevado
ante la presencia del abad, Segura antes de explicarle los hechos, hizo
prometer al abad que como se había acogido a derecho de asilo en sagrado, no
sería entregado a las autoridades de la Villa.
“Hijo, estas en suelo
sagrado y cumplir la voluntad del Señor es obligada.”
Y
tras escuchar estas palabras se dispuso a explicarle su versión de los hechos,
no había acabado de relatar los acontecimientos, cuando a las puertas del
monasterio se escuchan golpes y gritos: -“Abrid
las puertas a la guardia, abrid.”-
En
ese instante entraron en la habitación donde se hallaban varios hermanos
franciscanos. -“Padre, hay guardias
golpeando las puertas del monasterio.” –Dijo uno de ellos.
“Hermano acompañad al
caballero a una de nuestros dormitorios, y dadle agua y algo de comer” –Dijo
el abad.-
Interior de San Francisco en Cáceres |
Y
abandonando la sala el abad se dirigió a las puertas del monasterio donde le
esperaba el hermano portero. -“Abrid las
puertas, hermano.”- Le dijo sosegadamente.- Frente a ellos aparecieron el
corregidor de la Villa junto a media docena de guardias armados.
“Muy armados venís a la
casa del Señor, donde la paz siempre se halla.”
–Le dijo el abad.-
“Sabemos que escondéis
a fugitivo de la justicia, entregádnoslo voluntariamente o nosotros mismo
entraremos a buscarlo.” –Le habló el
corregidor.-
“No osareis profanar
con vuestras armas la casa del Señor, pues si lo hacéis la ira de Dios caerá
sobre todos vosotros.”-Respondió el abad.-
Los
soldados atemorizados de las palabras del abad se miran unos a otros y
retrocedieron unos pasos, con la iglesia habían topado.
“Solo cumplimos con
nuestra obligación de hacer justicia, pues ese hombre que acogéis ha apuñalado
y robado a un vecino vuestro que se encuentra al borde de la muerte.”
-Dijo con voz temerosa, el corregidor.-
“Ahora está bajo la
justicia divina de Dios y en sus manos está su castigo y su perdón. Y no lo
entregaremos a la justicia terrenal. Id en paz”
-Respondió cerrando las puertas.-
Con
un gesto mandó el corregidor montar a sus guardias en los caballos y a gritó de
- “Esto no quedará así.”- Partió
hacia la Villa.
Plaza de San Mateo en Cáceres (F. Alfonso Soler) |
Reunido
de urgencia el Concejo de Cáceres, fueron explicados los hechos por el corregidor
don Alonso. Decidiendo a los allí reunidos, regidores y destacados miembros de
la Villa, ir al Monasterio de Francisco y pedir explicaciones a los frailes. De
inmediato se corrió la voz y muchos de los vecinos enfadados con los monjes se
unieron a la comitiva manifestando airadamente su cólera por acoger al
presunto asesino.
La
marabunta llegó al monasterio y el corregidor volvió a llamar a sus puertas,
pero se encontraron con la misma respuesta del abad: -“Acogido a suelo sagrado se halla por el que preguntáis, y no os lo
puedo entregar. Sólo ante la ley Dios responde ahora.”-
Estas
palabras enfurecieron aun mas a los encolerizados vecinos, que cuando el
corregidor dio la orden a los guardias de entrar por la fuerza en el monasterio
se abalanzaron fuera de sí contra las puertas. Nada pudo hacer el hermano
portero cuando la agitada muchedumbre invadió el convento gritando -“Dadnos al asesino.”- Cruzaron el
claustro y se adentraron en la iglesia conventual, dentro hallaron a todos los
monjes franciscanos y novicios, arrodillados, dando la espalda al altar y
rezando en latín.
Interior iglesia de San Francisco (F.I.) |
Aquella
escena dantesca, de frailes arrodillados frente a ellos, rezando en una
atmósfera entre tinieblas y olor a incienso, en un idioma que el vulgo desconocían,
y bajo la figura de un Cristo crucificado que los observaba impasible, debió
estremecer y aterrar a la jauría humana de vecinos que había profanado y
violado la casa de Dios, pues el miedo inundó a todos y cada uno de aquellos
infieles, que temerosos de perder sus almas huyeron despavoridos.
Como
castigo de aquellos violentos actos la iglesia excomulgó al corregidor, a los
regentes del ayuntamiento de la Villa y a todos aquellos vecinos que había
participado. Hay que recordar que la excomunión además de llevar una parte de
castigo espiritual, como era la expulsión del seno de la iglesia a los
excomulgados o la exclusión de la recepción de los sacramentos y la confesión;
o sea que si morías en aquel instante ibas directo al infierno; traía consigo
una multa económica que podía rondar desde 100, 300 o 3000 maravedíes, unas cantidades que
muchos no se podían permitir.
Claustro de San Francisco en Cáceres |
De
los protagonistas de la historia, el cacereño Jemio seguramente moría al cabo
de uno días y el extranjero Segura aprovechando la oscuridad de la noche huyó
del monasterio tiempo después y nada más se supo de él.
La
historia que aquí he narrado está basada en hechos reales a los cuales yo he
dado mi propia visión e interpretación. Espero que os haya gustado, gracias y
hasta la próxima.
Escrito por: Jesús
Sierra Bolaños
Fuentes consultadas:
“Cáceres, resumen de historia de local.”
Antonio Rubio Rojas.
Historia que no puedes dejar de leer hasta el final, te envuelve en esa época y el hecho de pensar que está basado en hecho reales te estremece de forma abrumadora. Es una historia que quizá hemos visto de forma parecida en películas de la época, pero tu forma de contarla y su veracidad hacen que sea una historia apasionante. ¡¡Enhorabuena!!
ResponderEliminarMuchas gracias David por tus comentarios y halagos, es un placer escribir y ser leído por vosotros. Un saludo
ResponderEliminarEsta tan bien que hace que el lector no solo se sumerja sino que se sienta participe de la historia cacereña.
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