sábado, 19 de julio de 2014

La leyenda del Cristo del Perdón de Tornavacas

                Seguimos en la villa cacereña de Tornavacas para conocer la leyenda de la imagen de su Santísimo Cristo del Perdón que se halla en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

Cristo del Perdón de Tornavacas

La historia comienza un día del mes de julio de cierto año del siglo XVI, cuando en la tranquila villa de Tornavacas aparecen dos desconocidos hombres montando espléndidos alazanes negros. Su porte nada tiene que ver con comerciantes o ganaderos, mayores de 30 años, con barba cerrada, chaqueta con grandes botonaduras, calzones, botines abiertos en tonos pardos y tocados con sombreros redondos, no dejan indiferentes a todo aquel que los observa.

                En las inmediaciones de una iglesia se apean de sus caballos y acercándose a un vecino que por allí andaba, le preguntan:

                “Buenos días buen hombre. ¿Dónde podemos encontrar a la autoridad del pueblo?” – Aunque con acento andaluz, la forma de hablar del forastero era educada.-

                “Al regidor lo hallareis en aquella casa” – Respondió señalando una casona que se encontraba al final de la calle.-

                “¿Y al sacerdote?” –Volvió a preguntar el desconocido.-

                “Pues juntos los hallareis, señores, pues justamente ahora reunidos andan en asuntos de Dios.”

                Y dando las gracias al vecino de la villa, riendas en mano, partieron hacia la casa indicada. Llamaron a las puertas y un sirviente salió a recibirlos:

“Buenos días, de la ciudad de Ronda venimos y traemos una carta de fray Gaspar que debemos entregar al regidor y al clérigo de esta villa.”

Fray Gaspar era un fraile de Tornavacas, que se hallaba ahora ejerciendo su labor religiosa en un convento franciscano de Ronda.

Vista de Tornavacas (F.I.)

Fueron recibidos por las autoridades, y leída la carta hablaron, más sin dar nombre alguno.

                “Venimos de tierras andaluzas, y como bien habéis podido leer, nos envía fray Gaspar, al cual nosotros tenemos en alta estima. Somos imagineros y cumpliendo un compromiso con fray Gaspar, estamos aquí para esculpir la imagen del Cristo, patrono de esta villa, para la recién terminada iglesia parroquial.” –Dijo uno de los forasteros.-

                “Agradecidos estamos por vuestro ofrecimiento y por realizar tan largo viaje hasta aquí, pero me temo que en vano vinieron pues poca plata nos quedan tras saldar deudas con los canteros. Y  pagar vuestros servicios no podemos, las arcas vacías andan.” – Habló el regidor.-

                “Señores –respondió uno de los imagineros- preocuparse no deben de los dineros, pues hablado ese tema está ya con fray Gaspar, y sólo la devoción al Cristo y la gratitud a fray Gaspar nos mueve.”

                “Pero aun así, cerca está la festividad del Santísimo Cristo, a no más de dos meses. -Intervino el vicario.- ¿A tiempo serán ustedes de finalizar?”

                “Si nuestras condiciones cumplen, a tiempo el Cristo estará, y en nada tendrá que envidiar esta imagen a la de los pueblos de la comarca o de la mismísima Extremadura, pues en ella transmitiremos toda nuestra fe y amor hacia el Cristo. Tienen nuestra palabra y en ello va nuestro honor.” –Respondió el imaginero y así lo aseveró su compañero.-

“Y decidnos, ¿Cuáles son esas condiciones?”-Volvió a hablar el regidor.-

“Hasta el día de la fecha señalada nosotros nos encerraremos en la iglesia trabajando en la escultura y nadie podrá entra en ella ni molestarnos, nos facilitareis los materiales necesarios para realizar la imagen además de los alimentos para nuestro sustento durante ese tiempo. Y lo más importante no preguntareis por nuestros nombres ni indagareis sobre nuestra identidad, seremos anónimos. Esas nuestras condiciones.”

“Aceptamos, pero sólo porque venís recomendados por fray Gaspar.” -Resolvió el regidor tras consultar con el vicario.-

Puente Cimero, Tornavacas (F.I.)

A la mañana siguiente los imagineros cogieron su herramientas de las alforjas y ante la incredulidad y desconfianza de los vecinos del pueblo, que se preguntaban: ¿Qué quienes eran aquellos hombres? Y ¿Cuáles serían sus autenticas intenciones? Una vez que les hubieron entregado todo lo solicitado, atravesaron el umbral de la iglesia cerrando tras de sí las puertas a cal y canto.

Y cumpliendo el pueblo las premisas pasó el tiempo, los días, los meses hasta que llegó el 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Cruz, fecha prometida de la entrega. Aquel día a muy tempranas horas, casi al alba, un fuerte y continuo repiqueo de campanas despertó de sus camas a los vecinos. Sobresaltados y extrañados las autoridades y los vecinos más curiosos del pueblo se dirigieron raudos hacia el origen de aquel inusual campaneo, la iglesia parroquial. Encontráronse entonces con las puertas abiertas de par en par, y temiéndose la peor de las calamidades, entraron en ella. Su interior era de planta rectangular con una única nave dividida en cinco tramos por arcos fajones de medio punto, y al fondo en presbítero cubierto por una cúpula de media naranja sobre pechinas hallaron una fastuosa imagen de un Cristo Crucificado de madera tallada, con la cabeza ligeramente inclinada sus rasgos expresivos y naturales conmovían a quienes lo contemplaban, a los pies del Señor había dos ángeles que parecían elevarlo a los altares. Todos quedaron emocionados y maravillados ante los sentimientos que trasmitía el Cristo.

Iglesia de la Asunción, Tornavacas (F.I.)

Buscaron entonces a los imagineros responsables de aquella escultura para felicitarlos y agradecerles su gran labor, pero no dieron con ellos, revisaron una y otra vez la iglesia, los establos, el pueblo, pero no hallaron ni rastro de aquellos extraños personajes, ni de sus enseres ni de sus caballos, habían desaparecido casi por intervención divina como decían algunos vecinos.

“No eran hombres, sin no ángeles enviados por el Señor.”

“Si, si ángeles eran, hemos sido bendecidos por Dios.”- Se escuchaba decir, mientras los más ancianos del lugar rezaban arrodillados ante la imagen del Cristo.- 

Por más que buscaron y buscaron, no los hallaron.

Pero he aquí que entre la tanta alegría y rezos, el vicario al acercarse al Cristo, a sus pies halla una carta, va dirigida a las autoridades y junto a ella una saca llena de monedas.

Villa de Tornavacas (F.I.)

Abriola el párroco y mandando callar a los feligreses, comienza a leerla en voz alta.

“A las buenas gentes de Tornavacas. Con todo nuestro cariño hemos tallado este Cristo que aquí os dejamos, nada nos debéis por él, y mucho les debemos nosotros a ustedes por su confianza y fe en nosotros, gracias. Además también les dejamos esta saca de monedas –seguía leyendo el vicario enseñándola a todos- para que esos dineros sean repartidos entre los más pobres y necesitados…”

-Murmullos y voces se escucharon por la iglesia- “Son ángeles, no veis son ángeles.”

Mala vida hemos llevado –continuó leyendo el párroco- pues bandoleros fuimos en Sierra Morena hasta que conocimos a fray Gaspar. Éramos en nuestra juventud imagineros de profesión en el taller del maestro Diego Alemán en la ciudad de Sevilla, mas hombre rudo, terco, tacaño y violento era con nosotros, hasta que un día hartos de tales injusticias y tiranía, le desbalijamos de sus joyas y dineros y nos echamos al monte cual bandidos.”

Grabado de bandoleros (F.I.)

Al escuchar estas palabras el silencio y el desconcierto se apoderó de todos, no daban crédito de lo que habían escuchado.

“Con aquellos dineros robados, armas y caballos compramos – prosiguió el párroco  tras mandar silencio- y juntos algunos amigos y otros que se unieron poco después, la banda fue creciendo, siendo una de las más buscadas y temidas en toda Sierra Morena. Robamos y asaltamos a ricos hacendados y terratenientes, dinero, joyas, ganados, e incluso matamos algunos soldados que nos perseguían, las leyes del señor y de los hombres no estaban escritas para nosotros.” – Hizo una parada el párroco para tomar aliento y siguió -

“Cierto día asaltamos una ermita cerca de la ciudad de Ronda, según nuestro informador, en ella había una gran cantidad de joyas de gran valor. Cuando entramos en su interior, trabucos en manos, asustando a todos los que allí se hallaban en ese momento, un halo de angustia recorrió nuestros cuerpos, como cuando una madre riñe a un hijo por su bien. Aun así nosotros continuamos con nuestro pillaje hasta que al arrebatarle el collar de oro a la Virgen que presidía la ermita, aquella imagen de la Virgen de los Dolores ante nuestra tropelía cometida comenzó a llorar, de sus ojos empezaron a brotar lágrimas que recorrían sus mejillas hasta caer al suelo. No dábamos crédito a lo que veíamos, la Virgen lloraba por nosotros. Temerosos y  avergonzados le devolvimos sus alhajas y abandonamos raudos la ermita. Fuimos perseguidos por el monte por los soldados, teniéndonos que separar por mas seguridad, así mi compadre y yo en la huida llegamos a las puertas de un convento franciscano al cual llamamos y pedimos asilo. Quiso la Virgen en su magnificencia que allí nos encontráramos con fray Gaspar, el cual nos recibió no como a bandidos, si no como a hijos de Dios y nos dio cobijo.” –Nadie se movía de la iglesia todos escuchaban intrigados las palabras del vicario.-

Panorámica de Sierra Morena (F.I.)

“Le explicamos nuestra historia, y como la Virgen de los Dolores, madre de Dios, había derramado lagrimas por nosotros, y nos había guiado hacia el convento franciscano, para que con la ayuda de fray Gaspar cambiáramos de vida y redimiéramos nuestros pecados. Y así lo hicimos, con su fe empezamos a difundir la palabra del señor, ayudando a los más necesitados y dedicándonos a la oración. Andábamos en tales menesteres cuando fray Gaspar recibió una carta de su pueblo natal solicitando su colaboración para realizar la talla de un Cristo, entonces nos sugirió que sería una magnifica forma dar las gracias al Señor realizando dicho encargo. Y comprometiéndonos con él, partimos de inmediato hacia Tornavacas.”

Marirrollas de Tornavacas (F.I.)

“Aquí llegamos con secretismo y discreción debido que aún la justicia nos andaba buscando, el anonimato era primordial para realizar la prometida talla, por ello os estamos agradecido por vuestra confianza, mil gracias. Una última suplica os pedimos, que le pongáis a la talla el nombre del Cristo del Perdón, para que ruegue por nuestros pecados y nos conceda tal menester. Nos hubiera gustado despedirnos pero debíamos partir igual que vinimos y cumpliendo la voluntad del Señor que nos guiaría en nuestra retorno.”

Terminada de leer la carta, comprendieron los vecinos las circunstancias que les había llevado a los imagineros a tomar tales decisiones y el nuevo camino que habían tomado para redimir sus pecados, y para agradecerles su labor, celebraron la primera misa al Cristo del Perdón, rezando por  sus almas y su perdón en la tierra.

Al cabo de unos días llegaron noticias a la villa del apresamiento de dos bandoleros andaluces que iban camino de Ronda. No había lugar a la dudar, eran ellos, los imagineros. Junto a otros delincuentes iban conducidos a la corte real de Valladolid para su ajusticiamiento.

Grabado de traslado de reos. (F.I.)

De urgencias se reunió el pueblo, y en asamblea decidieron enviar una comisión a Valladolid para intermediar por ellos. Hacia allá partieron el regidor, el vicario y dos de los mozos que habían llevado sobre sus hombros al antiguo monarca Carlos V. Días después llegaron a la ciudad castellana, tras pedir audiencia real, fueron recibidos por el mismísimo Felipe II, al cual con grandes detalles explicaron toda la historia de los bandoleros andaluces.

“Mi señor os hemos contado su historia, y sólo a vos toca decidir si el perdón es merecido, mas como habéis podido escuchar la misma Virgen intervino por ello para traerlos al redil del Señor y desde entonces sólo el bien han realizado, por eso os rogamos les concedáis, si es menester de vuestra excelencia, la gracia real, pues la divina la tienen ganada ya” –Terminó diciendo el regidor.-

El rey conmovido por la historia, ordenó llamar de inmediato a su secretario y a su escribano, y ante todos los allí presente dictó el indulto de los reos, lo firmó y le puso su sello real. Tras ser liberados los imagineros presentaron sus respetos al monarca por el indulto real, dando también gracias a los buenos vecinos de Tornavacas.

Cartuja de Miraflores, Burgos. (F.I.)

Desde ese día, los antaño bandoleros, en correspondencia a los milagros obrados por la Virgen de los Dolores y el Cristo del Perdón pasaron el resto de sus vidas recogidos en la Cartuja de Miraflores de Burgos, dedicando su vida a la oración de Dios, dejando además entre su legado terrenal varias imágenes talladas por sus manos, incluso hay quien dice que la imagen de la Virgen de los Dolores de Tornavacas es una de aquellas tallas que realizaron, y que en agradecimiento entregaron a la villa.

   Más leyendas son, y así te las he contado. Gracias y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes Consultadas:
“El Cristo del Perdón.” Ramón Núñez Martín.
“Leyendas extremeñas.” José Sendín Blázquez.