sábado, 23 de marzo de 2013

La leyenda de la Virgen de Tebas


Hoy viajamos a un pueblo que en el siglo XVI contaba con 1.400 habitantes y era uno de los más importantes al norte de Cáceres, Casas de Millán.

Vírgen de Tebas, Casas de Millán (Foto por José Martín)

Pueblo con reminiscencias romanas y visigodas, contaba en el siglo XVI con enormes riquezas, dedicándose entre otros menesteres, a la elaboración de cordones de seda, contando con un batán, una industria de máquinas de cardar e hilar lana y molinos harineros.

            Esa riqueza se veía reflejada en el número de iglesia que edificaron: la parroquia de San Nicolás, la de San Ramón, Santa Marina, San Sebastián, San Juan y el santuario de Tebas. Y también en la contratación de los mejores escultores, pintores e imagineros de la región para decorar dichas iglesias, como el retablo parroquial o el Cristo del Sepulcro entre otros.

            De todas las iglesias debemos destacar la ermita de su patrona la Virgen de Tebas, y esta es su historia.

            Nos situamos hacia finales del siglo XV y principios del XVI, en los campos de los alrededores de Casas de Millán, los pastores se dedicaban a la crianza de cabras y ovejas.

Iglesia de San Nicolás de Bari, Casas de Millán, Cáceres. (F.I.)

           En los calurosos días de verano, mientras los animales pastaban a la sombra de las encinas, los pastores bajan a refrescarse y a beber a las transparentes aguas de la ribera.

            En su trayecto recogían furtivamente higos y frutas de los huertos de sus orillas. Entre los pastores destacaba uno que era el más tímido y temeroso, quizás por su extremada juventud, era todavía un zagal. En los días de tormentas, cuando los relámpagos y truenos inundaban el lugar, el pastorcillo acurrucado tras una manta bajo el chozo se le escuchaba rezar siempre un avemaría. 

            El joven pastorcito malvivía alimentándose de los mendrugos de pan que el huraño y mezquino dueño de las cabras y ovejas que cuidaba, le arrojaba y que debía compartir con su perro. Aun así, el pastorcillo vivía feliz cuidando de sus cabras y ovejas y a fe que esa alegría era trasmitida a todos los que rodeaba.

Vista panorámica de Casas de Millán, Cáceres (F.I.)
     
       Muchos días al atardecer al joven pastorcillo le solía visitar una hermosa señora con un niño en sus brazos, nadie los conocían ni sabían sus nombres, mas cuando hablaba con el pastorcillo, el se mostraba risueño y feliz, además la hermosa dama traía siempre para el pastorcillo frutas para alimentar su estomago.

            En esos momentos que pasaba el pastorcillo sentado hablando con la señora o jugando con el niño, era el chico más feliz del mundo, solamente a la hora de la despedida el pastorcillo sentía un profundo halo de tristeza, y le decía a la hermosa dama.

            “¿Ya te vas, señora, ya te vas?”

            “Si, pero no te preocupes, que mañana nos volvemos a ver.” –Le respondía dulcemente la señora.-

            El tiempo transcurrían y los días en que la hermosa dama y el niño no aparecían, los pastores solía ver al joven pastorcillo melancólico, pero cuando hablaban con él, este les contestaba:

            “Triste estoy por no poder verlos hoy, mas tan bien alegre por la ilusión que me hace verles mañana.” 

Alrededores de Casas de Millán, Cáceres. (F.I.)

           Un día el pastorcito cayó enfermo, trataron los demás pastores de curarlo, leche caliente y paños fríos para la fiebre, mas la enfermedad no revertía, se acrecentaba. Extrañados estaban los pastores, ningún remedio que intentaban daba sus frutos.

            Cayó la noche, y en el chozo se encontraban todos los pastores alrededor del zagal, cuando este abrió los ojos y dijo: 

            “¿Ya te vas, señora, ya te vas?”

            Sorprendidos se miraron los pastores, pues solo ellos estaban en el chozo, mas achacaron sus palabras a un delirio febril.

            Pero su sorpresa fue mayor cuando escucharon una dulce voz de mujer que le respondía:

“Y tu conmigo.” 

Y tras escuchar estas palabras y con una sonrisa en su cara el pastorcillo, murió.

Los pastores en ese momento se arrodillaron y comenzaron a rezar, aquella mujer con el niño que siempre se le aparecía al pastorcillo, no era otra si no la madre de Dios. Por eso tiempo después, sobre los muros visigodos, erigieron una ermita y en su altar mayor colocaron una imagen de la virgen, que mandaron tallar conforme a la descripción del pastorcillo y los pastores que la vieron.

Santuario de la Virgen de Tebas, Casas de Millán, Cáceres (F.I.)

Desde entonces es conocida como la Virgen de “te vas” o de Tebas.

Más leyendas son y así te las he contados, gracias y hasta la próxima.

Quiero dedicar esta leyenda a mi dos grandes amigos de Casas de Millán, Carlos Cordero y Jesus Cordero, un abrazo hermanos.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes Consultadas:        - “Leyendas extremeñas.”  José 
                                             Sendín Blázquez
-“Anónimo Popular.”

sábado, 16 de marzo de 2013

El fantasma de doña María de Ovando


Hoy vuelvo al Convento de San Francisco del Real de Cáceres, para relatar un trágico acontecimiento ocurrido en el siglo XVI.

Portada de la Iglesia Conventual de San Fracisco, Cáceres

Como ya mencioné en la “leyenda de fray Pedro Ferrer y el convento de San Francisco”, su construcción fue sufragada por aportaciones de las familias nobles de la Villa de Cáceres (Aldana, Saavedra, Carvajales o Torres), y de todas ellas una de las que más aportó junto a don Diego García de Ulloa, fue la familia Ovando

Doña María de Ovando, era hija del insigne capitán don Diego de Cáceres Ovando, como compensación por haber costeado la mayor parte del cuerpo de la iglesia, y ofrecerse a costear el retablo del altar mayor y la verja de la capilla, la Orden Franciscana en agradecimiento propuso otorgarle el patronato de dicha capilla , además de seis sepulturas en dicha iglesia y algún que otro privilegio, pero doña María, mujer de fuerte carácter como su padre, no se conformó sólo con eso, y abusando de dicha gratitud, hizo poner el escudo familiar de armas por toda la iglesia, tanto dentro como fuera, inclusive en las capillas patrocinadas por otras familias, llegando a tapar sus escudos y también el escudo real de los Reyes Católicos. 

Exterior de la capilla de los Golfines.

Los nobles benefactores cacereños que habían aportado dinero tanto para la construcción del convento como para sus capillas sepulcrales, protestaron por tan innoble acto de prepotencia de doña María de Ovando, entre ellos don García Golfín, Señor de la Casa Corchada que en representación de la nobleza habló a la comunidad franciscana.

“Esta vil ofensa llevada a cabo por doña María de Ovando, no solo afecta a las nobles familias que represento, menospreciando las aportaciones que nuestros antepasados y ahora nosotros hicimos al monasterio y ultrajando nuestros ilustres linajes, si no que también ofende a la congregación y a la insigne memoria de los Reyes de España.”

“También nosotros creemos que doña María se ha excedido en sus atribuciones, y por ello, dichos actos serán expuestos en el capítulo de la Orden que se celebrará en Salamanca en septiembre de este año de nuestro Señor Jesucristo de 1524.”-Respondió el Padre Franciscano.-  

Claustro del monaterio de San Francisco. (Foto por Zarateman)

Celebrado el conclave, se acordó que se debían quitar todos los escudos colocados en el exterior de la iglesia, dejando solo los del interior, y manteniendo las seis sepulturas para su familia. Y así se lo comunicaron mediante un decreto a doña María de Ovando y a la representación de nobles encabezada por don García Golfín. 

Pero ni una, ni otros quedaron conforme con la resolución, una por que le parecía poco lo ofrecido, y otros porque les parecía mucho, por ello la Orden Franciscana tuvo que enviar a un Provincial con plenos poderes para que dirimiera el asunto, Fray Antonio de Guzmán que tras escuchar ambas partes en audiencia habló:  

“Habiendo deliberado sobre los argumentos expuesto por ambas representaciones, he decidido otorgar a doña María de Ovando, las seis sepulturas que le correspondía en un principio y ordeno quitar todos los escudos que han sido colocados tanto dentro como fuera de la iglesia conventual por doña María de Ovando, esta es mi decisión como Provincial de la Orden.”

Interior del Monasterio de San francisco, Cáceres.

Doña María antes de abandonar el convento, ofendida y enrabietada entre insultos juró vengarse ante los allí presentes.

“Esta humillación a la que he sido sometida no quedará impune.”

Pero ella por ser mujer y de edad avanzada poco podía hacer, por ello ya en su palacio, mandó llamar a su nieto, don Diego Messía de Ovando al que convenció para que tal alta ofensa a la familia Ovando no quedara exenta de venganza. 

“Ese malnacido de Golfín ha puesto a los franciscanos y a los nobles de la Villa en mi contra y ha avergonzado a nuestra familia. Esta ofensa no debe quedar impune.” –Habló doña María a su nieto.- 

“A Dios juro, que esta ofensa en su debido tiempo será saldada, dad fe de ello, abuela.” –Respondió don Diego.-

Patio del claustro de San Francisco, Cáceres

Pasado un tiempo, cuando ya nadie esperaba que las palabras de doña María se convirtieran en hechos, un mañana de misa en la misma iglesia conventual donde había sido ofendida, la mirada de arrogancia de doña María se cruzaba con la mirada de desprecio de don García Golfín, algo se presagiaba. En ese momento, don Diego Messía de Ovando, ante su abuela, los padres franciscano, la nobleza y los feligreses cacereños, asesinaba con premeditación y alevosía a García Golfín, que tras asestarle una puñalada caía desangrándose a sus pies.

“Muere bellaco, reúnete aquí y ahora con tus ancestros.”

Uno de los frailes corrió a socorrerlo, nada se podía hacer, en sus ojos podía verse como la vida se le escapaba y agonizante balbuceaba: 

“Confesión padre, confesión.”

“Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii Spiritus Sancti, ve ahora en paz con nuestro creador hijo.” -Y tras pronunciar el fraile estas palabras le cerró los ojos a don García Golfín, la ofensa había sido cobrada.

Interior Iglesia de San Fracisco, Cáceres (F.I)

Llantos y gritos de horror inundaban la iglesia, mientras don Diego Messía de Ovando era prendido por la guardia.

“Oh, Dios mío los Ovando han dado muerte a don García Golfín.”

“Sacrilegio, es un sacrilegio, lo han matado en suelo santo.” 

Ahora la mirada de doña María de Ovando era de satisfacción y orgullo, se había hecho justicia.

Ante tal acto de sacrilegio llevado a cabo en la iglesia franciscana, doña María se granjeo la enemistad de muchos nobles, villanos y en represalia la Orden Franciscana le quitó las sepulturas concedidas.

En la Villa, nada volvió a ser igual desde aquel trágico hecho. Doña María vivía ahora casi recluida en su palacio ubicado extramuros, en la casa de los Messía o casa de los trucos. Pero ella siguió litigando por lo que consideraba suyo por derecho hasta que le llegó la hora de su muerte, y en ese momento la Orden devolvía a la familia Ovando las seis sepulturas concedidas inicialmente en la iglesia conventual.

Casa de los Messía o de los trucos, Cáceres.

Por fin, doña María de Ovando descansaba sepultada en la capilla mayor de la iglesia que tanto había ansiado y merecido según ella, por sus aportaciones al convento de San Francisco y la Orden Franciscana. Pero no descansaría en paz, pues contaban los frailes del convento que meses después de su muerte, en noches de vigilias solían ver deambulando por la iglesia conventual el fantasma de una mujer vestida de negro, era el espectro de doña María de Ovando que aun descansando en suelo santo, debido a su sacrílego crimen y a su arrogancia con la iglesia estaba condenada a vagar en busca del perdón de sus actos. E incluso otros frailes creían ver el espíritu de doña María troncado en una lechuza que por las noches se adentraba en la iglesia arañando y picoteando los escudos de los Golfines y Ulloas.  

Más leyendas son y así te las he contado, gracias y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes Consultadas:
       -“Ayuntamiento y familias cacerenses.” Publio Hurtado.    
      -“Aportaciones inéditas del Monasterio de San Francisco El Real de Cáceres” José A. Ramos Rubio y Vicente Méndez Hernán.
    -“Leyendas del Monasterio de San Francisco de Cáceres” Ricardo Hurtado.

sábado, 9 de marzo de 2013

Enterramientos en la Villa de Cáceres


            En la Villa de Cáceres al igual que en otras Villas hasta el siglo XVIII era costumbre enterrar a los muertos en las iglesias o cerca de ellas. Los nobles eran sepultados en el interior de las Iglesias y Monasterios que muchas veces sufragaban ellos mismos, y el pueblo llano en los cementerios siempre colindantes a las iglesias. Los nobles más influyentes y adinerados eran sepultados en majestuosas capillas o mausoleos que naturalmente costeaban ellos, y que representaban un símbolo de poder.  Otros nobles o hijosdalgo, con menos posibles eran sepultados en el suelo de las iglesias bajo losas esculpidas con sus escudos familiares. El resto de los habitantes de la villa, como he mencionado eran enterrados bajo tierra en los terrenos colindantes a las Iglesias.

Lápidas funerarias romanas reutilizadas en casas, Cáceres.

Por ello paseando por la ciudad antigua de Cáceres además de lápidas funerarias romanas que eran reutilizadas para la construcción de casas, podemos observar inscripciones realizadas en las piedras de algunos palacios o casas, siempre cerca de las Iglesias, en las que se puede leer la palabra “cementerio”, que servía para indicar la proximidad de un camposanto. 

Inscripción en la Casa del Sol, Cáceres

La más visible de todas ellas la encontramos en la fachada de la Casa del Sol, en una de las piedras que hace esquina, esta señal indicaba el lugar donde estaba situado el cementerio adyacente a la Iglesia de San Mateo. También en la plaza de San Mateo, frente a la iglesia se halla otra inscripción, justo en la esquina con la calle Ancha con el mismo indicativo. Comentar que hace unos años, cuando se hicieron obras de mejora de la red de saneamientos para la construcción del actual hotel de cinco estrellas,  aparecieron restos de enterramientos humanos del antiguo cementerio en la misma plaza de San Mateo, concretamente varios esqueletos y huesos que yo mismo pude observar.

Inscripción de la plaza de San Mateo, Cáceres

En la otra parroquia de intramuros, la Iglesia de Santa María, hoy Concatedral, el cementerio se hallaba al final de la calle Amargura, aquí había dos inscripciones, una bajo el balcón del Palacio de Carvajal (hoy desaparecida) y la otra en la pared de su jardín, tocando casi la acera, frente a la verja de Santa María. En su interior, la iglesia de Santa María alberga 150 lápidas, (con un número incalculable de miembros de la familia sepultados bajo ellas) un autentico museo heráldico bajo nuestros pies.

Lápidas en el suelo de la Iglesia de Santa María, Cáceres

En la plaza de Santa María, según me contó una vecina del lugar, en una de las reformas de dicha plaza en siglo pasado, también encontraron numerosos enterramientos cuyos esqueletos y huesos fueron trasladados por orden del obispo de turno al cementerio municipal y allí enterrados en una fosa común.

En la Iglesia de Santiago la inscripción la hallamos en la casa que hace esquina a la calle Caleros. 

Tumbas de la Iglesia de Santiago, Cáceres.

Cuentan que al hacer la reforma en el Palacio de Godoy, próximo a la Iglesia de Santiago, y en sus casas colindantes para convertirlo en el Casino de la Concordia encontraron restos humanos y lápidas. Concretamente en su jardín hallaron cinco o seis esqueletos, pudiera ser que antes de construir Francisco de Godoy su palacio a su regreso a la villa en el año 1545 tras la conquista del Perú, junto a Francisco Pizarro, hubiera allí un cementerio, pues en las casas que se derribaron en la calle Godoy numero 1 y 3 y en la calle Zapatería 11, en una de sus habitaciones hallaron varias losas y bajo ellas restos humanos (cráneos y huesos de distintos tamaños).

En la parroquia de San Juan Bautista, y no de los Ovejeros como erróneamente se ha venido llamando, la piedra indicativa esta cincelada en el muro de la sacristía en la calle Gallegos.

Inscripción en la Iglesia de San Juan, Cáceres.

También hay numerosos enterramientos, en capillas y sepulturas en el Monasterio de San Francisco que fueron sufragados por las familias nobles de la villa, benefactoras del Monasterio. Incluso hubo un trágico incidente provocado por este hecho, que otro día relataré.

Detalle de lápidas en la Iglesia de Santa María, Cáceres

Muchas son las familias nobles sepultadas en las numerosas iglesias, ermitas, monasterios y conventos de la ciudad que a través de sus escudos dejaron huella de sus linajes, Mayoralgo, Ulloa, Ovando, Espaderos, Golfín, Carvajal, Solís…


Puerta que daba acceso al antiguo cementerio, Cáceres.

            No será hasta 1787, cuando el rey Carlos III de España, prohíba los enterramientos en las iglesias y ordena crear necrópolis extramuros, fuera de las ciudades pues los cadáveres en putrefacción eran origen de enfermedades y malos olores aunque yacieran varios metros bajo tierra. De uno de esos primeros cementerios en la villa de Cáceres aun quedan restos visibles en concreto una puerta con un arco situada en la avenida de la Hispanidad junto a los juzgado.


            Gracias y hasta la próxima.


            Escrito por: Jesús Sierra

            Fuentes Consultadas: “Notas referentes a Cáceres.” Juan 
                                                   Sanguino y Michel.
                                                   “Noticias históricas de Cáceres.” 
                                                    Simón Benito Boxoyo.
                                                   “Cáceres: en sus escudos y 
                                                    monumentos.” Pedro Cordero Alvarado.