sábado, 18 de enero de 2014

Héroes extremeños olvidados: el Granadero Martín Álvarez Galán y la batalla del Cabo de San Vicente.


Granadero de Infantería de Marina de la Real Armada española XVIII (F.I)
            Martin Álvarez Galán nace en la localidad pacense de Montemolín en el año 1.766, hijo de un humilde carretero, Pedro Álvarez y de su mujer Benita. Su abuelo materno fue Sargento enrolado en las tropas de Felipe V durante la guerra de sucesión, donde perdió un brazo en el asedio de Badajoz, por lo tanto el joven Martín creció entre relatos de batalla militares. En el 1.790 ingresa en el Noveno Batallón del Cuerpo de Infantería de Marina, la unidad más antigua del mundo creada en 1.537 por Carlos V. En infantería es elegido para formar parte del cuerpo de Granaderos, soldados que luchaban en primera línea, abriendo paso con sus granadas a los fusileros. Tras un periplo por diversos navíos como el “San Carlos” o el “Santa Ana”, y de formar parte en varias misiones, en el año 1.797 es trasferido a bordo del navío de 80 cañones, “San Nicolás de Bari”, al mando del Comandante Tomás Geraldino, junto al cual participará en la Batalla del Cabo de San Vicente, hecho que marcará su vida como veremos en nuestra historia.
Acuarela del San Nicolás por John Innes Pocock (F.I.)
          El 22 de julio de 1.795 después de un periodo de guerra, España firma la Paz de de Basilea y posteriormente el 18 de agosto de 1.796 ratifica el Tratado de San Ildefonso con Francia, mediante el cual ambos países declaran la guerra a Inglaterra.
            En aquella época España era la tercera escuadra marítima del mundo con 76 navíos (entre ellos el Santísima Trinidad, el único navío del mundo con cuatro puentes de artillería y 130 cañones), 50 fragatas, 7 corbetas, 10 jabeques e innumerables buques menores. Aun así, la marina española contaba con bastantes carencias como la falta de marineros y artilleros bien instruidos, oficiales con más experiencia en navegación que en guerra o los nombramientos de comandantes incompetentes “hijos de”; además de los problemas surgidos tras la firma de paz con Francia. 
Navío Santísima Trinidad (F.I.)
            El 14 de febrero de 1.797 en las costas portuguesas, cerca del cabo de San Vicente, una escuadra inglesa compuesta por 15 navíos de línea, 4 fragatas, 2 sloop y 1 cutter, al mando del Comandante John Jervis a bordo del “Victory” (navío de 100 cañones) avanza entre la densa niebla con una sola intención encontrar los navíos españoles. A las 6:30 de la mañana uno de los navíos ingleses, el “Culloden” (de 74 cañones), avista velas españolas. A las 8:15 el comandante John Jervis ordena formar en línea de batalla, pero no será hasta 10:00 cuando disipada la niebla comienza la batalla
            La armada española al mando del Comandante José de Córdova y Ramos a bordo del navío insignia “Santísima Trinidad” (de 130 cañones), era mucho más numerosa que la inglesa, con 24 navíos de línea, 7 fragatas, 1 bergantín y 4 urcas de carga. Pero a pesar de esa superioridad numérica, y que los navíos españoles eran mejores, mas maniobrables y rápidos, el factor clave que decidirá la batalla será la incompetencia del Comandante Córdova en sus acciones. Aun que tan bien influyó como he dicho la falta de marinos abordo en número y en experiencia, por ejemplo en el “San Nicolás”, que debía estar dotado con 800 hombres para sus 80 cañones pero tan sólo contaba con 630 hombres y muchos de ellos alistados mediantes levas forzosas.

Bandera para buques de guerra tras decreto de Carlos III (F.I.)
            Pero fue debido a las nefastas maniobras planteadas por el comandante Córdova y la desobediencia de algunos de los capitanes de barcos, puestos a dedo, lo que inclinaría la balanza. Aquella mala disposición en la mar durante la batalla permitió que siete de los navíos españoles: el “Santísima Trinidad” (130 cañones), “Mejicano” (112 cañones), “Salvador” (112 cañones), “San José” (112 cañones), “San Nicolás” (80 cañones), “San Isidro” (74 cañones) y el “Soberano” (74 cañones), quedaron aislados del resto y rodeados por el grueso de los barcos británicos. Mientras, la vanguardia española compuesta por otros siete navíos y dos fragatas al mando del Conde Morales de los Ríos a bordo del “Purísima Concepción” (navío de 112 cañones), desobedeciendo la señal 252 (que cada navío buscase un oponente a cual hundir) lanzada por el “Trinidad”, para socorrer a los barcos aislados, huye del combate y pone rumbo a la bahía de Cádiz.
           De los siete navíos que plantaron batalla a los ingleses, el primero en rendirse fue el “San Isidro” (74 cañones), que atrapado en un fuego cruzado de cinco navíos enemigos fue intensamente cañoneado y poco pudo hacer. Le siguió el “Salvador del Mundo” (112 cañones), eran ya las 16.30 de la tarde y la batalla estaba en pleno auge.

Batalla del Cabo de San Vicente por Cleveley (F.I.)
            El “San Nicolás de Bari” (80 cañones) y el “San José” (112 cañones), fueron abordados por la tripulación del navío ingles “Captain” (74 cañones), bajo el mando del Comodoro Nelson, que sin menos preciar la maniobra astuta y arriesgada realizada por Nelson, ignorando las órdenes del Comandante Jervis, abandonó la formación y frenó en solitario el avance español, este abordaje no hubiera prosperado sin la ayuda de los cuatro navíos ingleses, “Excelent” (74 cañones), “Blenheim” (98 cañones), “Culloden” (74 cañones) y “Prince George” (98 cañones), que acudieron en su apoyo, descargando sucesivas andanadas de cañonazos a ambos costados de los navíos españoles, que desmantelados de aparejos y velamen, sin maniobrabilidad y artillería alguna quedaron a disposición de la mar.
            Viendo la debilidad de los navíos españoles el Comodoro Nelson, con el “Captain” también muy tocado decide abordar primero el “San Nicolás”, pero una vez en cubierta se encuentra con la numantina resistencia de los supervivientes, alrededor de 30 tripulantes, que lejos de rendirse no dan el navío por perdido y luchan hasta la muerte.

El San Nicolás y San José juntos al Captain por Buttersworth (F.I.)
            Durante el abordaje inglés, el Brigadier español Tomás Geraldino manda al granadero Martín Álvarez a la toldilla, donde ondea la bandera española, bajo órdenes de que nadie la arríe ni rindan el navío, y bajo esa premisa la defiende del enemigo durante toda la escaramuza.
            La lucha se sucede y los españoles muy mermados van cayendo a manos inglesas, pero defendiendo con bravura su navío, entre ellos el Brigadier Tomás Geraldino que moría valientemente ante un oficial ingles. 
HMS Captain de Nelson por G. Hunt. (F.I.)
              Al cabo de unas horas todo el barco está cubierto de escombros y cuerpos españoles y la mar teñida de rojo, pero el barco aun no está tomado, la bandera española aún ondea en lo alto del mástil. El granadero Martín Álvarez fiel a sus órdenes permanece en su puesto y aunque mal herido, sable en mano sigue defendiendo como un jabato la bandera española. En ese momento el Sargento inglés William Morris se apresura arriar la bandera pero en su camino se cruza el granadero español dándole el alto. El Sargento viendo que el granadero es el único defensor y con la superioridad inglesa, ignora el alto y prosigue su camino con el sable en una mano y la pistola en la otra. Pero Martín Álvarez no está dispuesto a rendirse y de un sablazo atraviesa al Sargento ingles con tal fuerza que lo empotra en la madera de un mamparo. Otro de los oficiales que andaba cerca se lanza hacia el español gritando la orden de ataque a los soldados que le acompañan. El español intenta recuperar su sable, pero está fuertemente incrustado en la madera y a la desesperada agarra un fusil y utilizándolo a modo de garrote abate al oficial y a todos los soldados que osan acercarse, hasta que es abatido a tiros por fusileros ingleses. 
Nelson que había observado toda escena vea ahora como la bandera española es arriada y ordena que el valiente granadero español sea envuelto con esa bandera que con tanto valor y honor había defendido, y sea lanzado al mar con honores. Pero he aquí que al ir a recoger al heroico granadero, se dan cuenta que aun está vivo, por lo cual es rápidamente atendido por los médicos ingleses y una vez curado es desembarcado con el resto de los prisioneros en Lagos, al sur de Portugal.
Almirante Horatio Nelson (1758-1805)
Las crónicas inglesas de la batalla narran los hechos así:
“../..Pero en el barco español “San Nicolás de Bari” queda algo por conquistar. Sobre la toldilla arbola la bandera española que flota al viento cual si todavía el barco no se hubiese rendido. Un oficial inglés que lo observa va a ella para arriar la bandera. Antes de llegar un soldado español, de centinela en aquel lugar, sin apartarse de su puesto, le da el alto, el oficial no le hace caso y se acerca, el sable del centinela lo atraviesa con tal fuerza que lo queda clavado en la madera de un mamparo. Un nuevo oficial y soldados se acercan y el centinela no logrando desasir su sable de donde se hallaba pinchado, coge el fusil a modo de maza y con él da muerte a otro oficial y hiere a dos soldados. Da después un salto desde la toldilla para caer sobre el alcázar de popa donde lo acribillan a tiros los ingleses. Nelson que ha presenciado la escena se aproxima al cadáver silencioso.

Urge desembarazar los barcos de muertos y ruina y se comienza a dar sepultura a los muertos. Todos tienen el mismo trato. Una bala atada a los pies. Un responso del capellán y por una tabla deslízanse hundiéndose en el mar. Al llegar al turno al centinela español, Nelson ordena que se le envuelva en la bandera que había defendido con tanto ardor.
Nelson aceptando la rendición del navío  San José (F.I.)
El navío “San José” no ofreció resistencia ninguna aun al ser mayor que el “San Nicolás”, y se rindió a las 16:40. La captura de ambos buque supuso el fin de la batalla propiamente dicha.
Las pérdidas humanas en el bando ingles fueron de 300 bajas entre heridos y muertos y las españolas de 1.283, además de perder los navíos: “San José”, “Salvador del Mundo”, “San Nicolás de Bari” y “San Isidro” que fueron capturados por los ingleses.
 Nuestro protagonista una vez que regresa a España es llamado para testificar en los consejos de guerra que se celebraron contra los oficiales del desastre del cabo de San Vicente, en su caso para testificar sobre la conducta del comandante y los oficiales del “San Nicolás”, y este es su interrogatorio llevado por el fiscal de la causa al General Mayor de la Armada D. Manuel Núñez Gaona:
El Infante don Pelayo y el Santísima Trinidad por Antonio de Brugada .
 
General Núñez: - ¿Se encontraba en el navío “San Nicolás de Bari” con ocasión de rendirse este barco a los ingleses?-.
Martín: - Yo no he estado nunca en el “San Nicolás de Bari” en ocasión de rendirse a los ingleses.
General Núñez: - ¿No te encontrabas en el “San Nicolás de Bari” el 14 de febrero?-.
Martín:-Sí señor­-.
General Núñez: ­-¿Y no fuiste después a poder de los ingleses?-.
Martín:- Si señor-.
General Núñez: - Entonces, ¿por qué niegas haber estado en el “San Nicolás de Bari” con ocasión de rendirse a los ingleses?
Martín: - Porque el “San Nicolás de Bari” no se rindió, sino que fue abordado y tomado a sangre y fuego-.
General Núñez: - ¿Y a qué llamáis entonces rendirse?-.
Martín: - Yo creo, que no habiendo ningún español cuando se arrió su bandera, mal pudieron haber capitulado.
General Núñez: -¿Pues donde estaba la tripulación?-.
Martín: - Toda se hallaba muerta o malherida-.
Tras la investigación sumaria instruida el fiscal decide expresar por escrito la gallardía del granadero de Marina Martín Álvarez y por los méritos acaecidos en la batalla se le quiso premiar ascendiéndole a cabo, impidiéndoselo su analfabetismo, pero en pocos meses con ayuda aprendió a leer y a escribir y fue nombrado cabo el 17 febrero de 1.798, y cinco meses después cabo primero, embarcando rumbo a Brest (Francia) en el navío “Purísima Concepción” al mando de Mazarredo.
Batalla del cabo de San Vicente (F.I)

El 12 de noviembre de ese mismo año estando de sirviendo en el “Purísima Concepción” es izada la bandera encarnada (señal de algo extraordinario). Inmediatamente se comunica a toda la tripulación que forme en cubierta, una orden real acaba de llegar. El Comandante del “Concepción” manda salir de la formación al Cabo Primero de granaderos Martín Álvarez que delante de sus compañeros escucha como por Decreto Real se le concede una pensión vitalicia de cuatro escudos mensuales y se le impone en su brazo izquierdo el escudo que llevan los individuos de la clase de tropa por acciones distinguidas de guerra.
"El Rey nuestro señor, ha visto con satisfacción el denodado arrojo y valentía con que se portó a bordo del navío San Nicolás de Bari, el granadero de la 3ª Compañía del 9º Batallón de Marina Martín Álvarez, cuando el 14 de febrero de 1797 fue dicho buque abordado por tres navíos ingleses; pues habiendo Álvarez impedido por algún tiempo la entrada a un trozo de abordaje, supo también defender la bandera que el Brigadier D. Tomás Geraldino le había confiado antes de su muerte, y con su valor hizo de modo que aquella se mantuviese arbolada aun después de todo el grueso de los enemigos tenían coronado su navío. Teniendo también S.M. en consideración de la honrada conducta que en el servicio observa Martín, se ha servido concederle 4 escudos mensuales por vía de pensión vitalicia, en premio de su bizarro comportamiento; y es su real voluntad que se les haga saber esta benévola y soberana disposición, al frente de toda la tripulación y guarnición del navío donde se halle embarcado".
 
El Purísima Concepción por Carlos Parrilla. (F.I.)
Martín Álvarez falleció el 23 febrero de 1.801 en el Hospital de Brest, tras sufrir una accidental caída estando de guardia en el navío “Concepción”, el golpe le dañó un pulmón que degeneró en tuberculosis, contaba con 35 años de edad.
En 1.848 mediante una Real Orden se dispuso que a partir de entonces hubiera perpetuamente un buque en la Armada de menos de diez cañones, con el nombre del infante de Marina Martín Álvarez.
Por otra Real Orden de 4 de julio de 1878 se estableció que el nombre de Martín Álvarez:
“…deberá  figurar constantemente como presente a la cabeza de las nóminas de revista de la Primera Compañía del Primer Batallón del Primer Regimiento, (sito ahora en el Tercio de Armada de San Fernando (Cádiz)), y que al pasarse ésta sea pronunciado por el coronel del mismo para que sirva de noble estímulo en el Cuerpo que debe honrase con la memoria del héroe soldado…”
Aun hoy en día en la casamata de Gibraltar se puede contemplar un cañón con un cascabel con dos delfines en sus asas, y esculpido el escudo de España con el “Carolus III” y una plancha de hierro con un texto en inglés, que traducido: «14 de febrero de 1797.-Batalla Naval del Cabo de San Vicente. Hurra por el Captain, hurra por el San Nicolás, hurra por Martín Álvarez». Y en el Museo Naval de Londres se conserva, con veneración y respeto, el sable con el que el infante de marina Martín Álvarez clavó en un mamparo al sargento mayor William Morris.
 
Monumento a Martín Álvarez en Montemolín (F.I.)
En 1938 fue reconocido por su pueblo natal Montemolín que le dedicó una avenida y erigió una estatua en honor de su heroico marino, en presencia de una compañía de Guardias Marinas de San Fernando.
Gracias y hasta la próxima. 

Escrito por: Jesús Sierra Bolaños
Fuentes consultadas:
-"Historia de la Infantería de Marina española" José E. Rivas Fabal
-“El panteón de marinos ilustres. Trayectoria histórica, reseña bibliográfica.” José Cervera Pery.
-“Revista divulgativa de historia naval.” wwwTodoababor.es
-“Enciclopedia general del mar.”
-“Martín Álvarez. Recuerdos de la Marina Española” José de Arnao y Bernal