sábado, 20 de abril de 2013

La historia de Isabel de Moctezuma, la última princesa azteca.


La historia de esta princesa azteca, está plagada de trágicos acontecimientos a lo largo de su vida, tantos que llego a casarse en seis ocasiones, tres de ellas con extremeños, y entre casamiento y casamiento tuvo una relación con el conquistador Hernán Cortés. Isabel murió en 1550 siendo la última descendiente directa del linaje real Azteca.
 
Isabel de Moctezuma,Códice Techialoyan.

Hija del Huey Tlahtoani (jefe supremo) Moctezuma II y de su esposa Tecalco, nace en la ciudad azteca de Tecnochtitlan en el año 1510 (aunque esta fecha ahora es muy discutida y se cree que nació muchos años antes sobre principios del 1.500), recibiendo el nombre de Tecuichpo o Tecuichpochtzin, que en náhuatl significaba, "pequeña flor de algodón" según unos traductores o “hija venerable señor” según otros.

Poco o nada se sabe de su infancia, pero seguramente estaría bajo el cuidado de alguna nodriza o de alguna medio hermana mayor, pues aunque solo tuvo un hermano de madre, la poligamia era una práctica habitual entre la élite azteca, a Moctezuma II se le atribuye entre esposas y concubinas unas 3.000.

Antes de la conquista española, Tecuichpo (Isabel) es casada por motivos dinásticos con Atlilxcatzin, hijo del gobernante Ahuizotl, que era a la vez era su primo y su tío materno, el casamiento entre familiares era muy común para mantener la pureza de la sangre. Este sería el primer matrimonio y si tomamos como referencia de su nacimiento el año 1.510, este primer matrimonio lo contrajo con 9 años, de ahí la discrepancia, aunque en Europa, en la época medieval la edad mínima de matrimonio era de 12 años. Este primer matrimonio duraría poco, pues a los pocos meses moría Atlilxcatzin.
 
Huey Tlahtoani Moctezuma Xocoyotzi (F.I.)

Tras la muerte de Moctezuma II en la llamada “noche triste”, donde los españoles deben huir de Tecnochtitlan. Cuitláhuac es elegido su sucesor, y para legitimar su reinado se casa con Tecuichpo (Isabel) que era sobrina suya. La unión como la anterior no llego a consumarse pues a los tres meses fallece el emperador, y sube al trono Cuauthémoc primo de Tecuichpo (Isabel) y nuevamente debe casarse por los mismos motivos de sucesión. Motivos que hacen que Cuauthémoc presuntamente mande matar al hermano de Isabel, deshaciéndose del legítimo heredero al trono azteca.

Durante el segundo intento de conquista de la ciudad por Cortes y sus aliados en 1.521, Cuauthémoc y su esposa tratan de huir con su séquito de la ciudad pero son sorprendidos y apresados en la aguas del lago Texcoco.

Tras la toma del imperio por los españoles, asentada la colonia, el matrimonio es separado y Tecuichpo, junto a dos de sus media hermanas pasan al amparo de los misioneros franciscanos donde son acogidas y bautizadas en la fe católica, Tecuichpo bajo el nombre de doña Isabel de Moctezuma y sus hermanas con los nombres de doña María y doña Leonor.
 
Rendición de Cuauhtémoc, Isabel (arriba a la derecha) (F.I.)

En 1.524 Cuauthémoc es acusado de liderar una conspiración y es asesinado a manos de los españoles, quedando Tecuichpo nuevamente viuda a la todavía temprana edad de 15 años. En estas fechas la ya bautizada Isabel pasa bajo la tutela de Hernán Cortés, que había prometido a su padre Moctezuma, que a su muerte cuidaría de ella, su hija favorita y de sus dos hermanas.

En 1.526, Cortés acuerda el primer matrimonio cristiano de doña Isabel con don Alonso de Grado, natural de Alcántara (Cáceres), hombre frívolo y bullicioso bajo el amparo de Hernán Cortés, concediéndole a Isabel por dote el señorío de Tacuba con los grandes riquezas que tal distinción acarreaba y a él, el cargo de visitador general.

De Isabel decían que era una moza muy hermosa y las crónicas la describen así: "Es su rostro algo parecido al de los castellanos e su piel con matiz de india; sus ojos grandes de mirar apenado, e negros; su nariz aguileña, la boca chica. Digiérase que tiene el corazón en los labios, pues tal es su forma y el amor que pone en todos sus dichos e palabras."

Representación de Isabel, Codex Cozcatzin. (F.I.)

Este nuevo matrimonio también duraría poco, pues en el año 1.527, en el mes de marzo muere don Alonso, quedando viuda por cuarta vez, más dicho matrimonio elevó el rango de prestigio de doña Isabel entré los españoles asentados.

Tuvo doña Isabel que volver a residir a la casa de Hernán Cortés, viudo también. Allí la sedujo o la engañó bajo palabras de matrimonio, no lo sabemos bien, pero fruto de aquellos encuentros, Isabel quedó encinta. Enterado Cortés del embarazo de su amante, se apresuró en concertar un nuevo matrimonio de Isabel, bien para evitar escándalos o por evitar una posible represalia del rey de España (creyendo que  Cortés quería perpetuar el imperio azteca con su sangre). La elección de Cortés para el nuevo enlace fue Pedro Gallego de Andrade, mozo de espuelas de Cortés y natural de Burguillo del Cerro (Badajoz). Pedro Gallego había participado en las conquistas de Pánuco, Colima y Michoacan, recibiendo a cambio la encomienda del pueblo de Itzquintlapilco, corría el año 1.528.

Tras casarse, nacía la primera hija de Isabel, que por vergüenza siempre despreció y nunca reconoció. La niña fue criada en la casa del licenciado Juan Altamirano, pariente lejano de Cortés y su hombre de confianza. Año después Cortés la reconocía y la legitimaba como hija suya mediante bula pontificia como doña Leonor Cortés de Moctezuma.

Árbol genealógico de Isabel de Moctezuma (F.I.)

Trató Pedro Gallego a Isabel siempre como muy noble y leal caballero y en 1.529 nacería fruto de esa unión Juan de Andrade Moctezuma. La vida de Isabel debió ser difícil por aquella época, pues tenía que adaptarse a su nuevo estatus de nobles indígenas, y siempre con el recelo de Cortés a que Isabel quisiera reclamar los derechos dinásticos, quizás por esos Cortés nunca le enseñó a leer, ni a escribir. Dedicada al cuidado de su hijo y a labores misionera, su casa siempre estaba llena de pobres indios, enfermos, mujeres y niños, a los cuales limosneaba e instruía en la fe cristiana.

Con la muerte repentina de Pedro Gallego en 1.531, doña Isabel con 21 años, queda en una situación delicada, nuevamente viuda y con un niño de apenas tres años, en dificultades económicas, siendo india, mujer y analfabeta, decide esta vez elegir ella el marido. Y para ello sus pretensiones recaen en un hombre lo suficientemente cualificado para defender sus derechos y proteger sus intereses frente a las autoridades coloniales españolas, ese hombre es Juan Cano de Saavedra, un hidalgo nacido en Cáceres y que no era amigo de Cortés.

Juan Cano de Saavedra, era hijo de Pedro Cano, alcalde de la villa de Cáceres. Juan pasó a las Américas a la edad de 17 años con frey Nicolás de Ovando, participó en la expedición contra Hernán Cortés de Pánfilo de Narváez, aunque esos enfrentamientos con Cortés no le impidieron servir bajo su mando en el sitio a Tenochtitlan o en la conquista de Oxaca y Michoacán, recibiendo por tales méritos la encomienda del pueblo de Macuilxochilco.

Palacio de Toledo-Moctezuma, Cáceres

El mismo año de 1.531, tras unos meses de luto de Isabel, se casan por interés mutuo, el con 30 años gana posición al casarse con la última heredera de la realeza azteca, y ella con 21 años a través de la posición de su nuevo marido puede reclamar el patrimonio de su padre Moctezuma: tierras, asentamientos y objetos de valor. A lo largo de 20 años Juan Cano y su esposa participaron en tres pleitos de reivindicaciones territoriales de los cuales ganaron dos.

Aun así, Isabel siguió reclamando a la corona española hasta su muerte, la enorme deuda que tenían con su padre Moctezuma II, su herencia, pues Moctezuma había aceptado voluntariamente la soberanía del rey español, y no había razones para privar a su hija, cristiana y leal de sus posesiones ancestrales. Isabel murió en el año 1.550 sin poder ver el final de sus demandas que fueron confirmadas, solo formalmente, por la Real Audiencia de la ciudad de México ella y a sus hijos en el año 1.556.

Torre del Palacio Toledo-Moctezuma, Cáceres
Muerta Isabel, Juan Cano de Saavedra, regresa definitivamente a España, a su villa natal de Cáceres, donde con sus riquezas edifica el enorme Palacio conocido como el Palacio de Toledo-Moctezuma, en la actualidad sede del archivo histórico provincial. Juan Cano de Saavedra murió en Sevilla  el 11 de septiembre de 1.572.

En su matrimonio tuvieron cinco hijos, Pedro Cano de Moctezuma, Gonzalo Cano de Moctezuma, Isabel de Moctezuma, Catalina de Moctezuma, (ambas tomaron los hábitos  en el convento de de la Concepción de México) y Juan Cano de Moctezuma. Solo este último regresó a España junto a su padre, a la villa de Cáceres, y desde allí obtuvo el reconocimiento definitivo por parte de la corona española como el heredero legal de Moctezuma y de su enorme herencia. 

Escudo de los Moctezuma. (F.I)

Juan Cano de Moctezuma, casó en 1.559, en Cáceres con doña Elvira de Toledo y Ovando, perteneciente a una de las familias de más relevancia aristocracia, dando origen a uno de los linajes de más renombre, con títulos como los Condes de la Enjarada, duques de Abrantes y Linares, o marqueses de Valdefuentes entre otros.

Quizás hoy en día, por las calles de Cáceres aún paseen descendiente del linaje real azteca.

Gracias y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes Consultadas:

- “Moctezuma, el semidiós destronado.” Carrillo de Alborno
- “Doña Isabel de Moctezuma, la novia de Extremadura.” Miguel Muñoz San Pedro.
- “La última princesa azteca” Anastasia Kalyuta.
- “Indianos Cacereños” Publio Hurtado

sábado, 13 de abril de 2013

La leyenda de la bella Marmionda


Retrato de mujer (F.I.)

            En la sierra de Portezuelo en la provincia de Cáceres, al pie de un desfiladero se alza vigilante el castillo de Portezuelo. Erigido por los árabes en el siglo X a.C. cerraba el paso por el valle del Tajo a las incursiones de las tropas de reconquista leonesas, cubriendo uno de los flancos de la calzada romana de la Dacia, junto a los castillos de Alconetar, Coria y Milana, con los que se comunicaba mediante las hogueras en sus almenas.

            Pero los oriundos de la villa de Portezuelo (Cáceres) lo conocen con el nombre del castillo de Marmionda, y para conocer el porqué, tenemos que remontarnos a la época del desmembramiento del califato de Córdoba en pequeños reinos taifas. En aquellos tiempos el alcaide musulmán que regia el castillo era conocido en todo el territorio por la inigualable belleza de su hija, cuyo nombre era Marmionda. Además de su extremada belleza, la joven era el orgullo de su padre por sus virtudes y bondades.
 
Castillo de Portezuelo, Cáceres (F.I.)
      
      En una de las frecuentes incursiones fugaces de saqueo y rapiña en tierras del enemigo por parte del alcaide del castillo (eran común tanto en el bando musulmán, como en el cristiano), se topan con una partida de soldados leoneses y extremeños que por un cumulo de circunstancia se hallaba perdida. Tras una breve y desigual batalla, por ser el ejército musulmán superior en número, el capitán que mandaba las huestes cristiana manda rendir armas.

            “Hermanos, arrojas vuestras espadas y ballestas a tierra, rendirnos debemos y presos ahora somos.” 

Apresados, son conducidos al castillo de Portezuelo donde son encerrados en sus mazmorras, hasta que, como es costumbre, pagaran su rey o familiares el satisfactorio rescate por su libertad. No tarda mucho el alcaide del castillo, en averiguar que entre sus prisioneros se halla un noble caballero de alta alcurnia leonesa, el cual es conducido ante su presencia.

“Veo que sois vos quien estabais al mando de estas tropas, pues respeto y obediencia os otorgan los de mas prisioneros. Creo que por vos conseguiré más tesoros que por todos ellos juntos. Decidme vuestro nombre noble caballero.” -Habló el alcaide.-

Escuchado su nombre, el alcaide mandó mensajeros a tierras cristiana solicitando por escrito el rescate de sus prisioneros.

-Y tras esto dijo el caballero leones: “Y una cosa sólo os ruego, que como se trate a mis caballeros, se me trate a mí.” Dijo el caballero leones.

“Así se hará, pues bárbaros no somos.” –Respondía el alcaide justo en el momento que en la sala entraba su bella hija.-

“Padre quiero hablar con vos…, perdonadme padre, no sabía que estabais ocupado.” Dijo al darse cuenta de la presencia del noble caballero cristiano.

Un cruce de miradas bastó para que en ese instante, el noble cristiano quedara prendado de la hermosura de Marmionda, y que ella le correspondiera con una dulce sonrisa y un brillante resplandor en sus ojos.
 
Plano del castillo de Portezuelo, Cáceres (F.I.)

Durante meses de espera en la prisión, la joven sarracena aprovechaba, sobre todo en ausencia de su padre, para visitar al prisionero caballero y corresponder a sus galanteos. Día a día, momento a momento, entre palabras y miradas ese secreto amor fue creciendo. Más cristiano él y mora ella, ante la realidad de un amor imposible, ellos no se daba por vencidos. Su amor iba mas allá de religiones y clases, de amigos y enemigos, de territorios  y destinos, su amor eran dos  puros corazones latiendo al unísono.

Y fue pasando el tiempo hasta que, un día llega al castillo una comitiva leonesa con el dinero del rescate solicitado, la libertad estaba próxima, mas el no la anhelaba, no sin su joven amada. Pero debía partir hacia tierras cristianas. Triste fue la despedida de la pareja enamorada, tras un fugaz y oculto beso, él le promete que regresará con la espada envainada y con sus manos abiertas llenas de tesoros para agasajar al alcaide y apelando a su corazón pedir por amor desposar a su hija. Mas llorando queda Marmionda, y triste el abandona el castillo.

Pasaron los meses, y la antes risueña, vital e ilusionada Marmionda, es ahora por la ausencia de su amado caballero, una triste e indiferente mujer ante los ojos de su padre. Este, preocupado por el estado de su amada hija, y sin saber los motivos reales de su calvario, intenta alegrar a la joven a través de regalos y caprichos, mas nada funcionaba y por recomendación de sus consejeros decidió que en edad casadera ya estaba y por tanto debía elegirle un esposo digno a la altura de su amada hija.
 
Almenas del castillo de Portezuelo, Cáceres. (F.I.)

Los más nobles aspirantes sarracenos de la comarca llegaron para desposar a la bella Marmionda, ella entre tanto, como no podía oponerse a la voluntad de su padre, retrasaba su decisión mediante artimañas, una y otra vez, dando tiempo así, a la llegada de su amado caballero cristiano. Pero el tiempo pasaba, y su padre ante las reiteradas excusas de la hija, le eligió marido, y poniendo fecha y hora, daba por comienzo los preparativos del enlace.

Visto que el tiempo apremiaba, Marmionda decide enviar un emisario de su confianza al reino de León para que carta en mano, informe a su cristiano caballero de los esponsales decididos por su padre.

Y sin noticias algunas, llegó el día de la boda. Todo estaba preparado, el castillo engalanado, los festejos a punto, la comida abundante, y los invitados acudían de todos los alrededores. Mientras, Marmionda en su cámara era atusada, peinada y vestida de seda multicolor, pero sus pensamientos y su mira estaban perdidos en la lejanía que veía a través de su ojival ventana. Para ella ya no había esperanza, sus sueños de amor quedarían rotos, sus ilusiones desparecidas, su tristeza eterna, ahora pasaría su vida al lado de un hombre que no amaba, alejada de su castillo, de su padre, y sobre todo de su único amor.  

Castillo de Marmionda o de Portezuelo, Cáceres, (F.I.)

 Pero en ese momento, en el horizonte divisó una nube de polvo, su corazón comenzó a latir frenéticamente, ¿sería su amado que venía a reclamar su amor?

El cuerno de aviso de peligro resonó en el castillo, los vigías habían divisado jinetes  cristianos dirigiéndose rápidamente hacia el castillo. El pánico se apodero del recinto amurallado. Entre el alboroto de sorpresa y miedo, los gritos de los capitanes sarracenos se escuchaban por las almenas y murallas del castillo.

“¡A las armas, a las armas! Nos atacan, cerrar las puertas, defender las almenas.”

Antes de llegar al alcance de sus arqueros, las tropas cristianas se detienen, y ante el asombro de los defensores, dos jinetes junto a un abanderado con el emblema leonés, se acercan al paso pidiendo parlamento.

“Parlamento, parlamento” – Vocifera el abanderado.

Desde la ventana de sus aposentos, la joven Marmionda enseguida reconoce a su amado caballero entre los jinetes que se acercan, la sonrisa vuelve a su cara, fiel a su palabra el caballero cristiano había vuelto a por ella.

Las puertas de castillo se abren, y tras ella a caballo sale el alcaide junto a uno de sus capitanes y su abanderado al encuentro de la avanzadilla cristiana. Al acercarse el alcaide reconoce a uno de los caballeros, es su antiguo prisionero.

“Como osáis presentaros armados a tan insigne ceremonia, sin que tan siquiera estabais invitados, que pretendéis interrumpiendo así el enlace de mi hija.” -Dijo indignado el alcaide.-

“Mi señor, en los meses que pasé preso en sus mazmorras quedé prendado de amor de su hija Marmionda, de la cual dulcemente correspondido. Os ruego que paréis este enlace desdichado, y me entreguéis su mano a mí en sagrado matrimonio, yo colmaré de amor y riquezas…” –Hablaba el capitán cristiano cuando es interrumpido por el alcaide.-

“Pero como pudo ser, y a mis espaldas. Mentís bellaco, mentís. Como os atrevéis, jamás entregaré la mano de mi hija a un perro cristiano.” –Y tras estas palabras el alcaide dio por concluida la reunión, y al galope se dirigió hacia su castillo.-

Pintura de la epoca por  J.J. Dassy. (F.I.)

El capitán leonés, que había jurado reunirse con su amada, ante aquella beligerante actitud, decide que si no es por las buenas, será por las malas, y reúne a sus jinetes en formación de ataque. Ante la sorpresa y estupor del alcaide ya al frente de sus tropas, pues nuevamente les superaban en número, manda atacar la fortaleza.


La lucha es encarnizada, brazos, cabezas y cuerpos es esparcen por igual por la tierra, cubierta ahora de un rojo sangre. Mientras la bella Marmionda, observa el devenir de la batalla con el corazón dividido, tiene sus ojos puestos en valiente caballero que entre mandoble y mandoble se va acercando al castillo. Sufre y llora, la bella Marmionda, mas por miedo que por amor.

En el fragor de la contienda, la joven ve como su amado caballero es abatido de su caballo por un golpe de cimitarra, el caballero yace ahora en el suelo rodeado de sangre. Quieto, inmóvil, pasan los minutos, y la bella Marmionda, creyéndole muerto, destrozada y sin razón ya para su existencia, se arroja desde su ojival ventana al vacio, estrellándose su dulce cuerpo sobre las escarchadas rocas que cimientan el castillo.

Castillo de Portezuelo, Cáceres (F.I.)

En ese preciso instante, el amado caballero recobra el conocimiento perdido tras interminables minutos, por el brutal golpe dado en su cabeza tras ser apeado del caballo, pero ya es demasiado tarde, un brutal grito de dolor resuena en todo el castillo, al ver el cuerpo de su amada yacer destrozado entre los riscos.

 ¡“No, no, mi dulce bella Marmionda! ¡No, no!” 

Presa de la ira, la pena y la locura, el capitán cristiano, arroja su espada y raudo comienza a escalar uno de los riscos más elevados que protegen el castillo y una vez en lo más alto de su cima, tras santiguarse, se arroja también al vacio, y rebotando de peña en peña su cadáver mutilado va a parar, fruto del destino junto al de su amada y bella Marmionda, donde quiso Dios o Alá, que sus manos se entrelazaran como símbolo de su amor más puro.


Más leyendas son y así te las he contado. Gracias y hasta la próxima.



Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes consultadas: -“Castillos de Extremadura.” 
                                     Gervasio Velo Nieto
                                   -“Leyendas Extremeñas.” José Sendín 
                                    Blázquez

sábado, 6 de abril de 2013

La Capilla del Lignum Crucis de Cáceres


En el actual Palacio de los Duques de Abrantes de Cáceres, existe una capilla denominada la capilla del Lignum Crucis, en ella se adoraba hace muchos siglos atrás el fragmento más grande de la cruz de Cristo. Pero, ¿de dónde vino?
 
Palacio de los Duques de Abrantes, Cáceres.
      
          Nos tenemos que remontar  al siglo XV, en el año 1.456 d.C., nace en  Plasencia (Cáceres) un niño a quienes sus padres bautizan de nombre Bernardino López de Carvajal. A los 11 años, Bernardino comienza a cursar los estudios de Teología, llegando a ser Maestro en Sagrada Teología en la Universidad de Salamanca en 1480, un año más tarde a la edad de veintiséis años es nombrado rector de la Universidad. A lo largo de su vida eclesiástica, llegó a ser Camarero  y hombre de confianza del Papa español Alejandro VI (cuyo nombre de nacimiento era Rodrigo de Borja), Obispo de Astorga, de Badajoz, Sigüenza, Ostia, Cartagena y Plasencia (Cáceres); 1493 es nombrado Cardenal del Título de la Santa Cruz de Jerusalén; fue embajador de los Reyes Católicos en Roma, y del Papa en Lombardía; Nuncio en España; y también estuvo a punto de ser papa en dos ocasiones y antipapa una, en el Conciliábulo de Pisa en 1511, que le valió su excomunión por parte de Julio II, aunque le fue levantada por el papa León X.

            Además de su agitada vida eclesiástica y diplomática, ejerció como agente doble al servicio de Castilla y de la Santa Sede. Debido a sus continuos conflictos con los Medici y los Orsini, en su palacio de Roma llegó a tener a su servicio a más de trescientos soldados españoles. 
 
Retrato del Cardenal Bernardino de Cravajal (F.I.)

Pero es cuando es elegido Cardenal del Título de la Santa Cruz de Jerusalén, donde comienza nuestra historia. Bernardino de Carvajal  realiza una reforma en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén de Roma, que fue fundada por Santa Elena aprovechando los restos del palacio de Séptimo Severo. Y es durante la realización de estas obras cuando redescubre una reliquia que desde tiempos inmemorables se custodiaba en esta basílica, pero que estaba casi olvidada, un trozo del  Lignum Crucis, o sea un trozo del madero en donde supuestamente los romanos crucificaron a Jesús.

            Existía por aquel entonces en toda Europa, un auge por levantar altares a mártires santos y establecer culto a reliquias de todo tipo que generaban al lugar que las albergaba y a sus zonas colindantes grandes beneficios económicos. Por ello, aprovechando su posición el cardenal Bernardino envió a Isabel la Católica  numerosas reliquias de diferentes templos romanos entre ella, la que sustrajo de manera ilícita de la basílica de la Santa Cruz, y que fue utilizada como propaganda de los Reyes Católicos en su santa Cruzada contra el Islam.

Basílica de la Santa Cruz, Roma (Foto B. Moguntiner)
  
         Una vez terminada la conquista de Granada extrajo un fragmento de la Santa Cruz que regaló a su sobrino el Arcediano de Plasencia Francisco de Carvajal y Sande que la trajo a Cáceres. 

Enterado de ello el Santo Padre le puso como penitencia al cardenal Bernardino la obligación de fundar en la Villa de Cáceres y sus alrededores siete ermitas o capillas cuya edificación y culto debía costear. Y así lo hizo, siendo una de ellas la que mandó construir en el siglo XVI en el jardín del palacio donde residía su sobrino Francisco de Carvajal, y donde se guardaría y honraría la reliquia sustraída del Lignum Crucis, que según decían era la más grande de toda la cristiandad, medía medio palmo de alto, tres dedos de ancho y dos de grueso.

La reliquia era venerada por miles de peregrinos llegados de todo el mundo cristiano, donde una vez ya aquí guardaban largas colas para entrar y adorar la reliquia en la pequeña capilla. Además desde el siglo XVII, se añadió otro Lignum Crucis, el que el Gran Maestre de Malta regaló por sus hazañas a Álvaro de Sande, I Marqués de la Piovera, cuando al mando de las tropas de Felipe II, derrotó a los turcos en el desembarco de Malta.

Interior le la capilla del Lignum Crucis, Cáceres. (F.I.)
       
     La reliquia fue agregada por testamento al mayorazgo de la familia por Juan de Carvajal en 1704, para que así permaneciera siempre en la capilla de su casa y por lo tanto en la Villa de Cáceres y así sucedió durante siglos hasta que a principios del siglo XX el Marqués de Valdefuentes comunicó al ayuntamiento que todos los objetos del palacio, incluidas ropas, bancos, lámparas, libros y demás enseres incluido el Lignum Crucis se los había llevado a Madrid la Marquesa de Portago, perdiéndose su rastro para siempre, solamente se conserva un relicario autentificado con una pequeña astilla de la reliquia, que se expone una vez al año en una misa a un pequeño reducido de personalidades.

            El Cardenal Bernardino de Carvajal murió el 16 de diciembre de 1.523 y se encuentra enterrado en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma.

            En la actualidad el Palacio de los Duques de Abrantes es una residencia universitaria femenina perteneciente a las religiosas Hijas de Cristo Rey.


            Más leyendas son así te las he contado, gracias y hasta la próxima.


            Escrito por: Jesús Sierra Bolaños
 

Bibliografía Consultada: 

                        -“Noticias históricas de Cáceres”. Benito Simón 
                           Boxoyo.
-“Ayuntamiento y familias cacerense”. Publio 
    Hurtado
                        -“Guía de Cáceres y su provincia”. Miguel A. Ortí 
                          Belmonte