sábado, 19 de septiembre de 2015

La desaparecida Orden de Caballeros de Montegaudio o de Monfragüe.

Escudos de los Caballeros de Montegaudio (F.I.)

             En uno de los márgenes del rio Tajo, entre madroñeras, encinas, acebuches, jaras y zarzas, podemos contemplar los restos del castillo extremeño más inexpugnable de su época, el castillo de Monfragüe.

Majestuoso y desafiante, el también conocido como castillo de Monsfragorum, Monfrac, Montefragoso o Al-Monfrag por los cronistas árabes, estaba formado por dos recintos alargados defendidos por fuertes lienzos, recias barbacanas, cinco torres almenadas y una majestuosa torre del homenaje, y su función era la de vigilar y defender el paso por el rio Tajo, ruta de gran importancia geográfica.

Monfrague desde el castillo (Jörn Wendland)

              Tras sus amenazadoras murallas fue enclave de revueltas, razias, sublevaciones, y de heroicas y sangrientas batallas, pues fue a lo largo de sus siglos de existencia desde la edad del Bronce, asentamiento de iberos, romanos, visigodos, árabes y cristianos, hasta llegar a ser en el siglo XII cuna y sede de la Orden Militar de Monsfrac.

Hay alguna controversia de donde y cuando nació la Orden Militar de Montegaudio (llamada también Monfrag en León, de Alfambra o del Hospital del Santo Redentor en Aragón y de Montgoja en Cataluña y Levante), unos defienden su nacimiento en Jerusalén entre la II cruzada y  el año 1180, mientras que otros sitúan su fundación en Monfragüe en 1173. Lo que sí está demostrado es que su fundador y Primer Maestre, fue don Rodrigo Álvarez, III Conde de Sarria, y que se convirtió en la primera orden militar hispánica que combatió en Tierra Santa.  
                 
Plano por Gervasio Velo y Nieto

            Don Rodrigo era hijo de don Álvaro Rodríguez, II Conde de Sarria, perteneciente a la alta nobleza que contaba con un gran prestigio y consideración en la corte, y de la infanta portuguesa doña Sancha Fernández. Con sangre de reyes en sus venas, fue don Rodrigo un caballero aguerrido y osado, forjado en asedios y batallas, pronto se ganó una gran reputación entre la nobleza leonesa y el honor de su monarca, Fernando II, que le concedió tantos cargos y privilegios como los que había disfrutado su padre en vida.

Y fue ese temperamento como caballero el que le impulsó a emprender la aventura que cambiaría su vida, las cruzadas. Se alistó en el año 1147 en las huestes de la II Cruzada convocada tras la caída en 1144 en manos turcas del condado de Edesa, el primer estado franco en Oriente Medio. Dirigida por los reyes Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania, con el apoyo de un gran número de príncipes, nobles y señores europeos, como Reinaldo de Châtillon, no solo era una cruzada de conquista, sino también de peregrinación hacia Tierra Santa, Jerusalén.

En 1148, tras la perdida el camino de números caballeros por la dureza del clima, de los terrenos baldíos de Asia y sobretodo en los enfrentamientos contra las tropas turcas, los cruzados por fin llegan a Jerusalén, y deciden conquistar un objetivo mayor que Edesa, el estado independiente de Damasco, ataque que rompería el equilibrio de la zona, siendo el comienzo de la caída de los estados cristianos en Oriente.

Asalto a una fortaleza (F.Compton´s Newmedia)

Tras una semana de infructuoso asedio a la ciudad fortificada de Damasco, los ejércitos franceses y alemanes, doblegados y mermados, se ven obligados a levantar el sitio y retirarse a Jerusalén, dispersándose las tropas poco después. La proclamada II Cruzada había fracasado, y aquellos que habían sobrevivido al duro peregrinaje y a las batallas, regresaron a casa sin gloria de conquistas ni riquezas.

Pero no fue el caso de nuestro protagonista, don Rodrigo, que lejos de abandonar sus ideales cruzados, ofreció sus servicios en Tierra Santa al rey de Jerusalén Balduino III, que junto con otros aguerridos caballeros españoles probó su valía, destreza y valor protegiendo y socorriendo a los peregrinos en los caminos, defendiendo los territorios conquistados y curtiéndose en batallas contra los infieles junto a los freires templarios, ganándose el título de Paladín de la Fe.

Convenció entonces el español al rey Balduino para crear una nueva orden militar que defendiera y socorriera Jerusalén, solicitando la majestuosa atalaya de Monte Gaudio o Monte del Gozo, para sede de la nueva orden, deseo que le fue concedido creando la Orden Militar de Caballeros de Santa María de Montegaudio.

Caballero de Montegaudio (F.I.)

         Vestían aquellos caballeros túnica blanca hasta las rodillas, y por emblema una cruz mitad encarnada (roja) y mitad Blanca en forma de estrella octógona o roja entera, estaban bajo la advocación de la Virgen Nuestra Señora de Monte Gaudio y de la regla cisterciense, siendo su Primer Maestre don Rodrigo.

Muchas y grandes proezas realizaron la Orden de Montegaudio en Tierra Santa, recibiendo en compensación tierras por parte del rey Balduino, que les cedió Teonasaba, de Reinaldo de Châtillon, que les otorga tierras en el este, de Guido de Luisignan y Sibila, la Torre de las Doncellas, la Ciudad de Ascalón y el Palmar.

Mapa de los Estados Cruzados 1135 (F.I.)

Don Rodrigo regresó a España, pero no abandonó sus ideales de lucha contra los infieles. Con su bien ganada reputación de caballero y su experiencia en batallas, fue pronto reclamado por el rey leones Fernando II para encabezar junto a él la reconquista.

En 1169 don Rodrigo se hallaba acompañando al monarca en la toma de Badajoz, y un año más tarde formaría parte de los nobles que se agruparon en Cáceres para fundar los Frates de Cáceres, origen de la Orden de Santiago (ver en este blog “La leyenda de los 40 frates de Cáceres”), cuyo finalidad era la de combatir contra los sarracenos que llegaban de África.

Libro de la Orden de Santiago

El primer Maestre de la nacida Orden de los Frates de Cáceres fue don Pedro Fernández de Fuentencalada, mientras que por su curtida trayectoria don Rodrigo fue nombrado Comendador Mayor. El apoyo de Fernando II, a la orden fue decisivo, entregándole además de la mencionada Cáceres, el castillo de Monfragüe, cedido por el derrotado Geraldo Sem Pavor a cambio de su libertad. También tenía don Rodrigo el favor del rey portugués don Alfonso, que les entregaría en los años 1172 y 1173 los castillos de Monsanto y Abrantes, con la expresa condición “…que los había de poseer el Comendador Mayor de la misma, Don Rodrigo de Sarria y no otro alguno…”

Pero don Rodrigo no permanecería mucho más tiempo como Comendador Mayor de Santiago, pues tenía un objetivo que no había olvidado, el de traer la Orden de Montegaudio, que el mismo había creado en Jerusalén (otros autores creen que primero se fundó en Monfragüe, como he indicado), a tierras españolas para seguir con su cruzada contra la morisma.

Pendón primitivo de la Orden de Santiago (F.I.)

 Así en el año 1173 solicitó autorización a su amigo el Cardenal Jacinto; amistad que se ganó cuando años antes le había acompañado y ayudado a su llegada a España encabezando la comitiva enviada por el Papa Alejandro III; en dicha misiva le solicitaba la aprobación para dejar sus cargos y el hábito de la Orden de Santiago y volver a reagrupar en tierras leonesas a los antiguos miembros de su hermandad, voluntad que le fue concedida por Bula Papal pasando a ser nuevamente Maestre de la Orden de Montegaudio. Además de “la facultad para recibir en su Orden a los Bravazones y Vascos que estaban excomulgados y entredichos, siempre que recibieran la absolución de sus prelados y no hubiesen profesado en otra Orden.”

En el año 1180 los estatutos de la Orden de Montegaudio son confirmados por bula papal por Alejandro III, rigiéndose bajo la regla cisterciense.

Jerusalén en época medieval (F.I.)

Hay constancia que don Rodrigo volvió a peregrinar a Jerusalén en los años 1175 y 1180, y quizás fuera por aquellas fechas antes de la caída de Jerusalén, cuando trajo consigo la muy venerable imagen de Nuestra Señora de Monte Gaudio, que presidia la casa matriz de la Orden, a la cual le tenía mucha fe y gran devoción, o la trajeran los caballeros supervivientes a la batalla de los Cuernos de Hattin, en la cual pudieron participar.

Pero antes de continuar, conozcamos un poco la historia de los últimos años de los estados cruzados.

El rey de Jerusalén Balduino IV, “el rey leproso”; que debido a lo contagioso de su enfermedad ocultaba su rostro bajo una máscara de plata, iba siempre totalmente cubierto, con guantes, túnicas y tocados; era pese a todo un rey sabio e inteligente, que se había ganado el respeto de sus tropas al dirigir siempre el mismo los ejércitos en las batallas. Durante su reinado mantuvo el equilibrio en una zona conflictiva entre religiones, y aun que tuvo que batallar contra Saladino en diversas ocasiones, debido sobre todo a las provocaciones del templario francés Reinaldo de Châtillon y del flamenco Gerardo de Ridefort, Primer Maestre de los templarios, Saladino lo respetaba y por ello logró mantener una tregua duradera.

Baldwin IV y el obispo y cronista Guillermo de Tiro (F.I.)

Y precisamente fueron los actos de Reinaldo de Châtillon, Príncipe de Antioquia por casamiento y caballero templario; hombre despreciable y sangriento que se dedicaba a asaltar y masacrar poblaciones y caravanas tanto de cristianos como de musulmanes; junto a los continuos hostigamientos de Gerardo de Ridefort, Primer Maestre de los templarios, de conducta arrogante y despreciativa, ambicioso y vanidoso, quienes llevarían a la cristiandad al desastre.

A la muerte sin descendencia de Balduino IV en el 1185, sube al trono de Jerusalén su sobrino menor de edad Balduino V, que moría, se cree que envenenado, al año de su reinado. Le sucede su madre Sibila, Condesa de Jaffa y Ascalón y hermana de Balduino IV, casada en segundas nupcias con Guido de Luisegnan, personaje débil de voluntad y manejable por los templarios, al cual corona como rey.

Gui de Lusignan ,Sibylla, ab Heraclio coronata, adstante Gerardo de Ridefort magistro Templi,

En 1187 sucede la catástrofe de los cuernos de Hattin, Guido aconsejado por el Primer Maestre templario dirigió todas sus tropas hacia los Cuernos de Hattin, donde les esperaban estratégicamente preparadas las tropas de Saladino. Los ejércitos templarios, hospitalarios y quizás algunos de otras órdenes menores como los caballeros de San Lázaro o los de Motegaudio, allí donde Jesús dio el sermón de la Montaña, fueron aniquilados por las huestes sarracenas. Saladino no solo derrotó a los cruzados, también se apoderó del Lignum Crucis que los templarios siempre llevan a la batalla y capturó al rey de Jerusalén Guido y a Reinaldo de Châtillon, al que el mismo decapitó por sus crueles actos.

Tras la batalla, Saladino se dirigió hacia el reino de Jerusalén que capituló para evitar una masacre, fue el principio del fin de las órdenes militares en tierra Santa. 

Batalla de Hattin por Gustave Doré (F.I.)

Ya en España, la Virgen de Monte Gaudio fue colocada en la pequeña ermita del castillo de Monfragüe, que había sido cedido en el año 1172 por la Orden de Santiago a la de Montegaudio, para establecer allí la casa principal. Unos autores creen que la pequeña Virgen entronizada que aún se conserva es la original traída de Palestina, otros que es una copia gótica con el añadido del niño y que la original se perdió en los muchos avatares que sufrió el castillo.

No se sabe mucho de quienes fueron los primeros freires de la orden en Palestina, ni de los supervivientes que llegaron a España, aparte del propio don Rodrigo y de quizás de su siempre fiel acompañante don Rodrigo González, (alférez del rey Fernando II de León en los años 1170 y 1171) lugarteniente o Comendador Mayor de Monteguadio, que tras la muerte de don Rodrigo se encargó de los devenires de la orden, pero sí tenemos algunos nombres de los nobles que se le unieron aquí y permanecieron hasta el final. Juan García, Velasco Ortiz, Pedro Ximenez, Munio Fernández o García Garcés, fueron algunos.

Virgen de Monfragüe (Imaginería Medieval Extremeña)

Aquel reducido número de freires de Monsfrag fueron poco a poco creciendo y ganando prestigio y poder, gracias a que los reyes reinantes se apoyaban en ellos para mantener su autoridad y a la ayuda que prestaban a las Órdenes de San Julián del Perero, de Calatrava y de Santiago, con los que luchaban codo con codo, espalda contra espalda y espadas contra cimitarras. Las villas de Nava, Linares del Rey, Santa María de Nogales, San Juan de Agueda o Riba de Vue, estaban bajo su jurisdicción en León.

En 1174 reciben bajo privilegio de donación firmado por Alfonso II de Aragón, la villa de Fuente de Alfambra arrebatada a los musulmanes, en donde habían participado con honores en su conquista, con la condición de defenderla.
Se inicia la expansión de la Orden de Monfrag por Aragón, Barcelona y Levante con las posesiones del castillo de Alfambra, castillo y villa de Orrios, Malvecino, Perales del Suso, Villapardo, Escorihuela, Altabas, Alcaltrel y Miravete, Gran hazaña si tenemos en cuenta que en aquellas tierras predominaba la Orden del Temple, bajo el amparo de reyes, príncipes, nobles y la propia iglesia.

Representación de Caballeros Cruzados (F.I.)

El prestigio que se ganó la Orden luchando contra los sarracenos en tierras aragonesas, hizo que un gran número de caballeros aragoneses y sobre todo extranjeros pertenecientes a grandes linajes europeos se alistaran en sus huestes. Incluso recibe tierras en Italia por parte del Marqués de Monferrate, el puente de Amallone en Lombardía. 

Por ello don Rodrigo tuvo que trasladar la cabeza de la Orden desde el castillo de Monfragüe al castillo de Alfambra, donde custodiaban y veneraban un trozo de Lignum Crucis que el Papa le había entregado en Roma a la infanta Sancha, madre de don Rodrigo, tras su vuelta de su peregrinaje de Tierra Santa.

Pero la Orden no descuidó sus tierras y sus obligaciones en los reinos de Castilla y León, y en el 1182, recibe de Alfonso VIII de Castilla la villa de Villarrubia, y Fernando II les hace donación entre otras propiedades de un coto en el valle de Neira, la mitad de la iglesia de Ceranio, Canovia, Pusnella y San Pedro de Heremo  La Orden estaba en pleno auge.

Mapa de territorios cristianos en el siglo XII (F.I.)

Los destinos de la Orden cambiarían con la muerte entre 1188-1189 de su Primer Maestre y fundador don Rodrigo Álvarez. Le sucede su lugarteniente el leonés don Rodrigo González fiel sucesor de su ideario y disciplina, pero que le faltaba la fuerte personalidad y el carismas que infundía el conde de Sarria en sus caballeros, circunstancia que aprovecha la facción extranjera de la Orden, nobles influyentes, para ir ocupando los altos cargos, desplazando a los caballeros castellanos y leoneses.

En 1194, aragoneses, franceses e italianos eran mayoría y estaban mejor situados en las plazas de mando, eligiendo como Prepósito de la Orden al italiano fray Gasco, comenzando un cisma en la hermandad. La facción extranjera deseaba unirse a la Orden del Temple, y con el cambio del Maestre se la aseguraban. La Orden del Temple no era una hermandad hispana, compuesta y gobernada en su mayoría por extranjeros, al unirse la Orden de Montegaudio, todos sus bienes y tierras que poseían pasarían a ellos.

Aquella maniobra se encontró con la férrea oposición de los caballeros fundadores castellanos y leoneses, que liderados por don Rodrigo González, consideraban la anexión al Temple como una traición a los estatutos e ideales de la Orden, y el comienzo de su desaparición.

Saladino y Guy de  Lusignan tras la Batalla de Hattin (F.I.)

En el año 1196, otro italiano carente de escrúpulos y honor, fray Fralmo de Luca, como Maestre de la Orden de Montegaudio con la aquiescencia del Papa Celestino III y del rey aragonés Alfonso II (firme defensor del Temple), renuncia a la regla cisterciense y firma en Teruel el “vergonzoso” pacto de cesión e incorporación a la Orden del Temple. Los auténticos y fieles caballeros gaudenses tuvieron que ver, con rabia contenida y lágrimas en sus ojos, como sus antes hermanos entregaban al Temple, el castillo de Alfambra “con todos sus términos y sus ecclesias, vestimentas, calces d´argent, cruces e libros, un lignum Crucis, los molinos y los fornos, las cabannas de ovejas, las yeguadas de bois, los molinos de Orrios, las iglesias de Rueda, de las celadas y de Fuentes García, y otras que ellos levantaron sobre escombros, las de Teruel, Bisbal, Villarluengo, Burbagena y Calatayo.”

Decidieron entonces los seguidores de don Rodrigo González, ante aquella vejación no doblegarse y regresar al reino de León y de Castilla, donde sabedores de sus hazañas, fueron bien acogidos y recibidos entre honores.

Su destino final fue el castillo de Monfragüe, que aunque pertenecía a Alfonso VIII desde que en el 1180 lo reconquistara (tras la marcha de la Orden a Alfambra, había sido ocupado por los árabes), les fue devuelto por el propio rey a don Rodrigo y sus caballeros, estableciendo nuevamente en el castillo su sede primigenia, adoptando el título de Caballeros de Monsfrag, corría el año 1197.

Emblemas de las Órdenes de Caballería en España (F.I.)

En la ermita del castillo volvieron a colocar a su virgen, jurando los nobles caballeros ante su Señora de Montegaudio, testigo de su fe, defender sus orígenes y sus estatutos, y enriquecer aún más la historia de la Orden, en esta última etapa.

Pero la ahora Orden de Monfragüe seguía sin asumir la perdida de las posesiones en Aragón, Barcelona y Levante, continuando su pleito contra la extranjera Orden del Temple, exigiéndoles la restitución de sus tierras y bienes como legítimos continuadores de la Orden de Montegaudio.

Con el apoyo moral de los reyes de león y Castilla, y el patrocinio de la Orden de Calatrava, a los que estaban dispuestos a unirse, preferían ser segundones en una Orden española que en una extrajera, recurrieron al Santo Padre para recuperar todo sus bienes y solicitar su autorización para ingresar en la Orden de Calatrava, también bajo la regla del cister. Accedió en un principio su Santidad a la anexión de la Orden de Monfrag junto con sus posesiones castellanas y leonesas, pero el Maestre Templario se opuso a tal unión exigiendo además aquellas encomiendas. 

Manuscrito del siglo XIV, Jesús dirigiendo a las tropas (F.I.)

Continuaron los caballeros de Monfragüe custodiando la vía norte-sur del Tajo para el paso de las tropas cristianas, acudiendo siempre allí donde se les solicitaba, apoyaban a los ejércitos cristianos en su conquista y protección de los territorios, colaboraban con la Orden de Santiago, con los Frates Trujillenses, y sobre todo con la Orden de Calatrava, supliendo su escaso número y recursos en las batallas, por la valentía y la disciplina en la lucha.

Por sus acciones recibieron en el 1198 las salinas de Salamanca, y otros bienes, y dos años más tarde cambian al monarca Alfonso VIII, Garzón y otras heredades, la villa de Segura (en la sierra de Cabrera).

El Papa, no acababa de tomar una decisión, y ante el aumento de las hostilidades entre los de Calatrava, los de Monsfrag y los Templarios, nombra como su representante en España para dirimir el conflicto a los obispos de Zamora, y de Osma, y al abad de Veruela, pero la parcialidad manifiesta de estos en beneficio de los Templarios se verá reflejada en sus decisiones que por bula papal del año 1206, reiteran que debían respetarse los acuerdos firmados por Fray Fralmo con la Orden del Temple.

Libro de la Orden de Calatrava (F.I.)

Volvió a insistir en el año 1215 el Maestre de Calatrava ante Roma, en representación de los de Monfragüe, pero el Papa Inocencio III confirmó que los castillos, haciendas, iglesias y bienes que poseían en Aragón, Barcelona y Levante los caballeros de Monfragüe debían pasar a la Orden del Temple, quedándose únicamente los de Monfragüe con las posesiones y bienes que tenían en León y Castilla y los que pudiera obtener en campaña sucesivas.

En 1216 reciben una heredad en Magán (Toledo), y en el 1218 son herederos únicos de los bienes y tierras de Domingo Beatriz y su mujer doña Enebra.

A pesar de estas donaciones, la Orden luchaba por subsistir en su antiguo territorio, pero el auge y el predominio de las Órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara, donde militaban las familias de más linajes de León y Castilla, se plasmaba en una escasa incorporación a la de Monsfrag.

Sello de Reginald de Chatillon (F.I.)
             
           En el año 1221, el rey Fernando III decide por bula apostólica entregar a la Orden de Calatrava el castillo de Monfragüe y cuantos bienes tuvieran: “…habiendo perdido esta Orden de Montfrag en lo sucesivo mucho esplendor y disminuyéndose más y más el número de sus caballeros, San Fernando, para no dejarla extinguir enteramente, la incorporación a la de Calatrava…”

Pero como antaño, no todos los caballeros aceptaron la obligada fusión, atrincherándose algunos en sus encomiendas y solicitando unirse a los Templarios, pero la presión del monarca y de la Orden de Calatrava les obligaron a capitular y entregar las plazas.

Así tras 48 años, si situamos la fecha de su fundación en el año 1173, y 73 si es durante la II Cruzada, se puso fin a una Orden que en su corta vida, llegó a tener posesiones en Palestina, Italia, Aragón, Barcelona, Levante, Castilla, y en León, que obtuvo grandes triunfos militares, que contó con el apoyo de reyes, sufrió luchas internas y terminó anexionándose a dos Órdenes Militares mayores, aquella legendaria y ejemplar hermandad era la Orden de Caballeros de Montegaudio o de Monfragüe.   

 Gracias y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes Consultadas:
-“La Orden de Caballeros de Monsfrag” Gervasio Velo y Nieto.
-“Bosquejo histórico de la Orden de Monte Gaudio.” Ángel Blázquez y Jiménez.
-“Diffiniciones de la orden y cavalleria de Calatrava conforme al capítulo general.”
-“Jerusalén” Thomas A. Idinopulos.
-“La desaparecida Orden de Caballeros de Monfragüe.” Miguel Muñoz de San Pedro.
-“Imaginería medieval extremeña.” Florencio J. García Mogollón.
-“Vida del venerable fundador de la orden de Santiago…” Joseph Lopez Agurleta.
-“The Order of Mountjoy” A, Forey.
-“Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV)” Carlos de Ayala Martínez.
-“De las Órdenes Militares; de sus principios, gouierno, priulegios, obligaciones.” Andrés Mendo   
-“El castillo de Monfragüe y la Orden de Montegaudio” P.J. Lavado Paradinas.

-“The Military Orders. From the twelfth to early fourteenth centuries.” A. Forey