Hoy
viajamos a la comarca cacereña de la Vera, allí en el siglo XVI, en el pueblo
de Garganta la Olla, vivía una hermosa doncella cuyo nombre era Isabel de
Carvajal. De familia acomodada aunque villana, Isabel, tenía aficiones poco
comunes en una mujer de su época, de gran fortaleza física, montaba a caballo
con gran agilidad, gustaba de cazar jabalíes y lobos con ballesta y honda, y su
valor no restaba de los hombres más bravíos de su entorno. Además adoraba echarse
al monte y recorrer sola la sierra sin temor ni miedo alguno.
Aun
practicando todas estas actividades, era una mujer muy femenina, bella en
facciones y exuberante en cuerpo.
“Isabel hija, porque no dejas los montes y
la caza para los hombres y te dedicas a labores mas mujeriles. No ves que así
asustas a los pretendientes.” –Le recriminaba siempre su padre.-
“Padre, el hombre que me quiera lo hará por
como soy.” –Le respondía ella.-
Garganta la Olla, Cáceres (Foto por Jörn Wendland) |
El
tiempo fue pasando, y un día llegó a la villa un joven caballero que llevaba
por nombre Lucas de Carvajal, de origen noble era sobrino del Obispo de
Plasencia (otros dicen que era un joven Capitán). Enseguida Lucas de Carvajal puso
sus ojos en Isabel, desde ese día rondaba y adulaba a la joven con una
elegancia y finura propias de un descarado.
Si antes su padre la recriminaba
por sus actividades varoniles, ahora la advertía del noble recién llegado al
lugar.
“Hija, cuídate de tan nobles caballeros, que divertirse solo quieren
con jóvenes villanas y sufrimientos dan a cambio. Mejor no aspires a lo que no
puedas alcanzar.”
Pero caso omiso hizo la montaraz
Isabel, que cayó presa de los encantos y halagos del noble caballero, jamás antes
nadie la había cortejado con palabras tan dulces y hermosas, floreciendo así el
primer amor en ella. El descarado caballero aprovechándose de esa dulzura
incauta de mujer, bajo palabras de casamiento hizo que Isabel le entregara su corazón y su honra.
Pero, ¡Ay cuánta razón tiene un padre, no por
sabio, si no por viejo! Porque una vez conseguido su propósito, Lucas de
Carvajal, cansado y aburrido de la joven, la abandona, traicionando así sus
palabras de matrimonio. Lucas parte hacia Plasencia condenando a Isabel y su
familia a la deshonra.
Al enterarse la familia, la madre
llora y grita desconsolada: “Pobre hija mía
mancillada ella.” El padre desolado y apenado no sabe si repudiar o querer
a su amada hija. Casarla ya no puede y ahora es la comidilla de toda la villa.
Isabel humillada y deshonrada
decide abandonar el lecho familiar. ¿Pero a donde ir que no sea juzgada? Isabel
decide echarse al monte, el lugar que mejor conoce. Allí, en soledad se refugia
en una cueva, vive de lo que caza y la naturaleza le ofrece, y jura vengarse de
todos los hombres que en su camino
encuentre.
Y así lo hace, durante un tiempo
el terror invade la Sierra de Tormantos, todo viajero, cazador o pastor varón que
osa adentrarse en solitario en las Sierras de la Vera, y tiene la desgracia de
encontrarse con la aguerrida y hermosa Isabel, acababa desapareciendo.
Vista aérea de la comarca de la Vera, Cáceres (F.I.) |
Según contaban, la joven serrana se
movía con agilidad por los montes, con sus cabellos rubios recogidos bajo
montera, media falda, ballesta al hombro y cuchillo en su cintura, y cuando se
cruzaba con un viajero o caminante su forma de actuar era en unos casos los
seducía con su hermosura y porte, en otros los arrastraba amarrados hacia su
cueva, donde los agasajaba con una suculenta comida y buen vino y tras
satisfacer sus instintos sexuales los asesinaba, cual mantis religiosa.
Ya muertos enterraba sus cuerpos
cerca de su cueva bajo rusticas cruces de madera como recordatorio del odio que
procesaba a los hombres.
Buscada y perseguida nadie daba
con ella, hasta que un buen día se tropieza con un avispado pastor al cual
seduce para que la acompañe a su guarida, después de agasajarlo el pastor percatado
del final que le espera, traza un plan para distraer a la serrana mediante
argucias y engaños logrando escapar de la cueva.
Ya en la villa, el pastor da
aviso a las autoridades revelando el lugar donde se halla la guarida de la
serrana. Hacia allí se dirigen cuadrilleros de la Santa Hermandad que asombrado
por la cantidad de cruces que hallan, apresan a la serrana que es llevada con
grillos y grilletes ante la justicia de Plasencia donde es sentenciada a morir asaeteada
tras darle garrote.
Monumento a la serrana de la Vera, Garganta la Olla |
Muchas versiones se han escrito
de esta leyenda y en cada uno de esos romances los autores, han quitado o añadido
a su disposición tradiciones populares, en otras versiones mitológicas la
describen como una criatura monstruosa, mitad mujer y mitad yegua, yo respetuosamente os he dejado la mía,
gracias y hasta la próxima leyenda.
Escrito por: Jesús Sierra
Fuentes Consultadas: “La Serrana de la Vera”, Vélez de
Guevara
“Leyendas
extremeñas”, José Sendín
Blázquez
“La
pervivencia del mito de la Serrana
de la Vera”, Francisco Gutiérrez
Carbajo.
“La
serrana de la Vera”, Lope de Vega
Eso si que es vengarse, la virgen con la serrana!!!
ResponderEliminarMadre mia,que mujer,yo si fuera hombre no me gustaria toparme con Isabel como se lo montaba por odio. Pero como siempre tus historias las mejores gracias jesus.
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