sábado, 27 de junio de 2015

La leyenda del Castillo de Grimaldo

Según cuentan los más ancianos del lugar, en los años 50 al realizar unas obras en un lugar muy próximo al castillo de Grimaldo, aparecieron unos esqueletos humanos a los cuales les faltaba sus cabezas, y por más que excavaron y rebuscaron en los alrededores no dieron nunca con ellas. ¿Qué les pasó aquellas personas?

Torre del Castillo de Grimaldo (F. Web Dirección General de Turismo)

Protegiendo la antigua calzada romana de la Vía de la Plata, se alzaba el majestuoso castillo de Grimaldo, del cual aún permanece en pie una de su restaurada torres. Antaño perteneciente a los árabes, fue conquistado por las tropas cristianas en el siglo XIII, pasando a manos de la familia de caballeros placentinos de los Sánchez de Grimaldo, leales servidores de los reyes Alfonso X y Sancho IV, quienes les concedieron el privilegio del derecho de asilo en su fortaleza, fuera de la justicia, para cualquier persona libre sin importar los delitos cometidos.

Posteriormente ya en el siglo XIV, fue la familia de los Bermúdez de Trejo, uno de los linajes de mas alcurnia y poder de la región, quienes rigieron los destinos del Señorío de Grimaldo, de Las Corchuelas y del castillo de Monfragüe. Hasta que por enlaces matrimoniales y sucesiones lo hereda don Rodrigo de Calderón, Conde de la Oliva, I Marqués de Siete iglesias, Comendador de Ocaña en la orden de Santiago, y protagonista de nuestra historia.

Pero, ¿quién era don Rodrigo de Calderón?

Rodrigo de Calderón, había nacido en la ciudad flamenca de Amberes hacia 1576, hijo de Francisco de Calderón y Aranda, capitán de los Tercios de Flandes, y de María de Aranda y Sandelijn, su prima hermana.

Retrato de Rodrigo Calderón por Rubens (F.I.) 

A la muerte de su mujer, Francisco Calderón regresa a su Valladolid natal, acomodando a su hijo Rodrigo de 15 años, como paje de Francisco Gómez de Sandoval, V marques de Denia, con quien llega a ser con el tiempo, por su tesón e inteligencia, su hombre de confianza.

Cuando en 1598 accede al trono Felipe III, Francisco Gómez de Sandoval que se había ganado el favor y la confianza del joven monarca, se convierte en el valido de su majestad y más tarde en Duque de Lerma. Con este ascenso, Calderón pasa desde de sus orígenes humildes, a ser el favorito del favorito, permitiéndose también la posibilidad de elegir esposa, la noble extremeña doña Inés de Vargas Carvajal, con la que se casó en 1601, aportando como dote los señorío de Grimaldo, de Las Corchuelas y del castillo de Monfragüe.

Desde sus cargos como secretario de cámara del rey, consejero de estado, embajador, y secretario del duque de Lerma, va a ir acumulando poder político, títulos y riquezas a la par, llegando a ser uno de los hombres más poderosos del momento junto a Pedro Franqueza (conde de Villalonga, Secretario de Estado y de la Inquisición), y el propio Duque de Lerma, valido del rey.

Retrato del Duque de Lerma por Rubens (F.I.) 

Pero volvamos a nuestra historia. Estando don Rodrigo de Calderón en su palacio de Valladolid, la llamada casa de Las Aldabas (en donde había nacido en 1425 el rey Enrique IV), disfrutando de sus aficiones y placeres, y nada le hacía imaginar las noticias inquietantes que pronto iba a recibir de su señorío de Grimaldo.

Uno de sus vasallos acaba de llegar con su caballo exhausto desde tierras extremeñas, solicitando audiencia.

“Necesito hablar inmediatamente con mi señor don Rodrigo, tengo información importante que atañe a su castillo de Grimaldo.”

Tras las protocolarias presentaciones y ser recibido por una criada, un paje, un ayudante y un secretario, es llevado por fin ante don Rodrigo.

Atravesando los pasillos y salas de aquel majestuoso palacio pudo observar atónito, el lujo y la riqueza que lo inundaban. Revestida de azulejo de tipo talavereño, poseía puertas con marcos de mármol verde, y el gran salón alargado estaba cubierto con artesonado de casetones policromados. Decoraciones espectaculares de tapices flamencos, alfombras de la India, muebles venecianos, vajillas, platería, esculturas y cuadros flamencos decoraban la mansión, nunca había visto tanto ostentación de riqueza.

La desaparecida Casa de las Aldabas en los años 60, Valladolid (F.I.) 

El despacho de don Rodrigo tan poco escatimaba en lujos, sentado tras una mesa de jaspes de diferentes colores con labores de turcos disparando artillería y en medio una piedra de ágata muy grande, sobre su cabeza destacaba en la pared un inmenso retrato suyo a caballo realizado por Rubens. El caballero amedrentado comienza a hablar.

“Mi señor hace unos días llegaron a mis oídos noticias de desapariciones de hombres y mujeres en vuestros dominios, arrieros, comerciantes, viajeros y algún otro mendigo. Personas que nunca volvían a aparecer, y que según los rumores, que hacían circular los propios autores de los hechos como pude saber poco después, eran obra de brujas o seres monstruosos que al amparo de la noche los devoraban. Pero había algo extraño en las desapariciones, pues no sólo devoraban a los hombres y mujeres, si no también sus ropajes, enseres y carros. Y por ello me puse a investigar…cof cof.” -Comenzó a toser el caballero.-

“Rápido, traerle agua.” –Alzó la voz don Rodrigo-

Un secretario que permanecía en pie al lado de don Rodrigo, se acercó hacia un suntuoso bufete donde además de unas botellas de vino o de algún tipo de licor, había una jarra cristal finamente tallada con agua en su interior y unas copas a juego. Alzó la jarra y con mucho cuidado llenó uno de las copas y se la acercó al invitado.

“Continuad por favor.”- Volvió a hablar don Rodrigo, cuando terminó de beber el caballero.

Felipe III por Frans Pourbus el Joven. (F.I.)

“Disculpadme, mi señor.- y siguió con su relato.-por donde iba, ah… ya recuerdo. Pues una día me topé con unos comerciantes que transitaban por vuestras tierras camino de Portugal, me propuse seguirlos, eso sí, a cierta distancia para no ser visto, y bien armado, por lo que pudiera suceder. A punto de caer la noche llegaron a vuestro castillo, y solicitaron hospedaje para comer, descansar, y continuar al alba su camino. Y bien recibidos fueron, y entrar entraron, que yo mismo con mis propios ojos los vi. Y hasta que el sol despuntó, en vela estuve vigilante toda la noche mi señor, y esperé, y esperé, pero los comerciantes jamás volvieron a salir del castillo.

Intrigado me acerqué con sigiló y conseguí colarme en el castillo en un descuido de uno de vuestros mozos de caballos, y desde un rincón escondido tras unas maderas y pajas, pude observar como en el patio del castillo vuestros sirvientes y criados se repartían los ropajes y enseres de los comerciantes.”

“¿Cómo es posible eso? –Interrumpió don Rodrigo.- Y los comerciantes, ¿dónde se hallaban?

Escudo del Castillo de Grimaldo (F. Web Dirección General de Turismo)

“Mi señor, -continuó diciendo- esas mismas pregunta me realice yo. Como conocedor de vuestro castillo, me adentré a hurtadilla en las cocinas, topándome por azar con una de las cocineras. Saqué mi daga del cinto y raudo me abalancé hacia ella, poniendo una de mis manos sobre su boca, y la daga alrededor de su cuello. La amenacé para que no gritara, y le obligue a llévame donde se encontraban los comerciantes. Y mi sorpresa se convirtió en horror al descubrir donde me había llevado, eran las cochiqueras, y diciéndome ahí está lo que queda de ellos, pude ver entre unos enormes cerdos un montón de huesos humanos completamente roídos.”

“¡Dios mío, qué atrocidad!- Exclamó don Rodrigo entre arcadas.-

“Amenazándola, la obligué que me contara lo que allí ocurría. Me relató que aprovechando vuestra su ausencia, mi señor, aquellos vasallos y sirvientes de vuestro castillo, se dedicaban robar y asesinar a todo aquel viajero, comerciante o mendigo que atravesando aquellos caminos de la vía de plata, solicita hospedaje. Durante la cena además de viandas, les ofrecían de beber un según decían era especiado, pero que en realidad contenía no sé qué brebaje o mejunje que los dormían o los mataban en otros casos durante la noche. Muertos los viajeros, les despojaban de sus ropajes, abalorios, joyas y enseres, los descuartizaban y echando sus miembros como comida a los cerdos se deshacían de ellos. Cuando terminó de relatarme tan cruentos sucesos, volvía a amenazar a la cocinera con la muerte si contaba a alguien de mi presencia allí, y de inmediato partí raudo hasta aquí para contárselo a vuestra merced  mi señor.”

Palacio del Conde de la Oliva en Almendralejo, Badajoz.(F. Lvargas)

Unos cuentan que tras escuchar tan estremecedor y sangriento relato, mandó correo urgente a la Santa Hermandad (el primer cuerpo policial de Europa creado en el año 1476 por los Reyes Católicos) que entre sus funciones estaba perseguir a los malhechores y criminales averiguaran los hechos e impartieran justicia.

Y así lo hicieron, varios de sus oficiales se caracterizaron de pastores trashumantes, y ocultando sus armas entre los ropajes y enseres, pedirían cobijo en el castillo de Grimaldo. Mientras tantos otros oficiales aguardarían ocultos cerca del castillo una señal pactada. Los falsos pastores ya dentro del castillo, comieron y bebieron, o eso parecían hacer, porque en realidad el vino que les servían, mientras uno distraía a los sirvientes, el otro lo vertía hábilmente en un recipiente camuflado en hatillo de pieles ovinas que llevaba consigo. Siguiendo con el ardid trazado pidieron retirarse a descansar al encontrase un poco mareados y cansados, quizás por el viaje, como dijeron.

Miembros de la Santa Hermandad (F.I.)

Cuando estuvieron solos en la habitación, abrieron la venta, encendieron una vela para avisar a sus compañeros, sacaron las armas ocultas de sus ropajes y se prepararon para lo peor. Tumbados sobre el jergón, se hicieron pasar por cadáver y no tardaron mucho en llegar los sirvientes con cuchillos y hachas en manos para continuar con sus crímenes. Pero he aquí, que al grito estremecedor en el silencio de la noche de “A mí la Santa Hermandad” se abalanzaron armas en manos, sobre los desprevenidos y confiados sirvientes, que huyeron despavoridos, siendo apresados por los demás oficiales de la Santa Hermandad que les aguardaban.

Como escarmiento a tan atroces y sangrientos crímenes, la Santa Hermandad les cortó las cabezas y las colocó en las almenas del castillo como ejemplo de la justicia de su señor.

Otra leyenda cuenta que fue el propio don Rodrigo de Calderón, Conde de la Oliva, quien puesto en conocimiento de los robos y asesinatos, mando degollar personalmente a sus sirvientes colocando sus cabezas en lo alto de sus almenas para escarmiento de maleantes.

La adoración de los Reyes Magos por Rubens, perteneció a Rodrigo Cálderón

Quizás este suceso fuera premonitorio para el trágico final que le esperaba a don Rodrigo de Calderón. Porque aunque fue fundamental en la política de paz de Felipe III, su ascenso desorbitado molestó a muchos personajes de la corte, que vieron en él un enemigo temible, en un tiempo en que las intrigas y la corrupción eran frecuentes en la corte, el representaba la corrupción en sí misma.

Por eso en 1618 Felipe III ordenó su detención, y su encarcelamiento entre otros, en el Castillo de Montánchez, donde fue torturado con agua, garrote y cordeles como era costumbre.

 Se le acusó de doscientos cuarenta y cuatro cargos, entre ellos el de participación de varios asesinatos, apropiación indebida, tráfico de influencia, cohecho, brujería, y otras actividades ilícitas. Se le desposeyó de todos sus títulos, sus propiedades y bienes fueron confiscados, entre ellos su formidable y extensa colección de pintura flamenca e italiana que pasó a formar parte de la colección de Felipe IV.

El 21 de octubre de 1621 don Rodrigo de Calderón, era degollado por delante (a los traidores se les ejecutaba por detrás) ante los allí presente, en cadalso habilitado para la ocasión en la Plaza Mayor de Madrid.

Sepulcro de Rodrigo Calderón, convento de PortaCoeli, (F. Tochoa)

Su cuerpo descansa en la actualidad olvidado en un arca en un armario, de la sala capitular del Convento, promovido bajo su mecenazgo, de Nuestra Señora de Portaceli de Valladolid, tan cerca pero tan lejos del lujoso sepulcro que se hizo construir. 

Triste final para uno de los personajes más relevante, pero a su vez más denostado y perores comprendidos de la historia española del siglo XVII.  

Gracias y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes Consultadas:
-“Rodrigo Calderón: la sombra del valido” Santiago 
  Martínez Hernández.
-“Castillos, torres y casas fuertes de la provincia de 
   Cáceres.” Publio Hurtado.
-“El político” José Ruiz Martínez “Azorín”
-“El marqués de Leganés y las artes.” José J. Pérez 
   Preciado
 -“Castillos de Extremadura.” Gervasio Velo y Nieto
-“Leyendas extremeñas” José Sendín Blázquez,
-“Las claves secretas de Rodrigo Calderón” Érika López 
   Gómez
-“El proceso de don Rodrigo Calderón” F. Ruiz Martin
-“Ascenso y caída de Rodrigo Calderón” Antonio Feros
-“Bienes artísticos de don Rodrigo Calderón.” J.J. Martin 
  González.
-“Nacimiento, vida, prisión, y muerte de don Rodrigo 
   Calderón.” Gerónimo Gascón de Torquemada.

sábado, 6 de junio de 2015

Pequeños retazos de los judíos cacereños.

            La llegada de los judíos a la península se remonta a la diáspora que se produjo tras la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., a manos del futuro emperador de Roma, Tito Flavio Vespasiano. En Extremadura, los primeros datos epigráficos sitúan a una comunidad judía en la ciudad de Mérida en el siglo II, siendo una de las más antiguas de España.

Judío celebrando la Havdal (F.I.)

            En Cáceres, aunque es bastante probable que existiera anteriormente una comunidad judía cohabitando con los musulmanes, los primeros testimonios escritos los hallamos en los Fueros dados por el rey Alfonso IX de León tras la reconquista en 1229, y ratificados por el rey Fernando III “el Santo” en 1231. En ellos se presta especial atención a los judíos, dedicándoles ocho capítulos (74, 186, 220, 293, 294, 295,386 y el 395).

“Qui dixiere a otro cornudo, o fududinculo, o gafo, o iudio, o traidor, o a mugier puta, o zegulera, o gaffa, peche quereloso 5 morabedis…” Rúbr. 186

            También se fomentan su asentamiento en la villa, debido a que estas zonas limítrofes estaban casi despoblada, y los grandes nobles que integraban las huestes del rey preferían seguir guerreando para conseguir más favores reales y tierras más fértiles al sur. Tampoco ayudó a poblar que el rey prohibiera por fuero que las órdenes religiosas y militares se asentaran en la villa.

“…que qualquiera que viniere a Cáceres á poblar, de qualquiera condición que sea, ó sea christiano, judío, ó moro, ó libre, ó esclavo, venga seguro y no responda por enemistad...."  

“…y le concedo, que tenga feria los últimos quince días del mes de Abril y los quince primeros del mes de Mayo,… que vinieren á esta feria o quisieran venir, así Christianos como Judíos, o Sarracenos…”

Callejuelas de la Judería Vieja, de Cáceres

            Hubo en Cáceres dos juderías, la más antigua la denominada judería vieja, estaba ubicada en el actual barrio de San Antonio, un terreno de intramuros desigual, entre pendientes y callejuelas estrechas e irregulares, con una puerta de entrada y salida que se cerraban al caer la noche por seguridad, pudiera ser que esa puerta fuera la Puerta del Rio o Arco del Cristo, pero no está demostrado.

Eran casas humildes en arquitectura y decoración, de una o dos plantas, muchas de ellas adosadas a la muralla Este, poseían un jardín o huerto. En sus pequeñas puertas adinteladas, aun podemos observar alguno hueco para las mezuzot o mezuzá, que era una pequeña caja con un pergamino en su interior que contenía las palabras del “Shema Israel”, los pasajes del Deuteronomio 6:4-9 y 11:13. Este símbolo de protección, se colocaba en las jambas derechas de cada puerta de casa judía, debiéndose tocar al entrar y salir de un hogar y recitar las siguientes palabras en hebreo: “Hashem es mi cuidador, Hashem es mi sombra sobre mi diestra, Hashem me protegerá cuando salga y retorne, de ahora y para siempre.”

Mezuzá judía (F.I.)

La antigua sinagoga estaba sita en el lugar que ocupa ahora la ermita en honor de San Antonio de Padua. Fue en el año 1470 cuando cumpliendo la orden de apartamiento, fue vendida junto a diversas casas al noble Alfonso Golfín, que decidió derribarla y construir la ermita que vemos ahora en su lugar.

Jamba donde se ponía oblicuamnete la Mezuzá.

Mucha de la población hebrea que albergaba la aljama cacereña había llegado en el siglo XIV huyendo del pogrom de 1391, una ola antisemita que comenzó en Sevilla, fomentada por eclesiásticos como el arcediano de Écija Ferrán Martínez y que se extendió por toda la corona castellana desencadenando en asaltos a las juderías de las ciudades mas importantes, en robos y asesinatos.

Los factores que propiciaron la llegada de estos exiliados judíos, la mayoría comerciantes y artesanos, a Extremadura y a Cáceres en particular, fueron la tranquilidad y la amigabilidad (libre de prejuicios antisemitas) que ofrecía los habitantes de estas tierras aun poco pobladas, y su cercanía con la frontera portuguesa.

Puerta del barrio Judio con Mezuzá. (Cáceres)

Porque no hay que olvidar, que durante toda la Baja Edad Media existió un odio a todo aquel que practicase la religión hebrea, animadversión que se vio agravada por el ordenamiento sobre judíos y usura dado en las Cortes de Valladolid de 1405, y confirmado por Enrique III. En él se disponía que todos los prestamos de los judíos a los cristianos se presumían usurarios y los contratos de que procedían nulos de derecho, salvo que se probasen con testigos cristianos de buena fama; que estas deudas de pagos se reducían a la mitad; perdían también la protección que hallaban en la justicia a título de privilegio; y además se les obligaba a vestir de una determinada forma. Tampoco ayudó a la convivencia pacífica el apostolado de san Vicente Ferrer en el año 1407.

Ermita de San Antonio (antigua sinagoga). Cáceres

Todas esta propuestas discriminatorias e intolerantes que debían ser de obligado cumplimiento por parte de los procuradores, empeoró aún más la condición social del pueblo hebreo, obligado a renunciar a las labores recaudatorias, fiscales o crediticias que muchos ejercían.

Los judíos tenían experiencia en la vida administrativa, en las finanzas, en el comercio, cultivaban también las ciencias y poseían conocimientos de lenguas, facultades que les hicieron indispensables en las villas, pues los pobladores de la reconquista solían ser en su mayoría guerreros y campesinos. Pero a pesar de este poder económico y comercial, su valoración social era baja y débil, al igual que su integración en la política.

Olivar de la Judería Vieja en Cáceres.

Pero en la villa cacereña, no todos los vecinos judíos vivían en la judería, y más cuando la plaza pasó a ser lugar de celebración de ferias y mercados, desplazando a Santa María, esto ayudó a potenciar la expansión de los asentamientos extramuros, donde se instalaron comerciantes, artesanos, escribanos y también los propios judíos, veamos:

El 30 de marzo de 1449, en escritura de venta de una casa ante el escribano Luis Fernández, Catalina Ruiz enajenó la casa en que vivía Ruiz David, llamado el judío, a Martínez Espadero y a María Fernández…Dicha casa lindaba otra de los hijos del célebre platero Bartolomé, denominado también el judío. Ambas casa estaban situadas en la plaza de la Feria, contigua al Adarve...”

Casa de la judería vieja, Cáceres

“Abraham Leví Daraguero, casado con Ornillida, con escritura de censo del día 12 de mayo de 1449, sobre unas casas en la plaza pública de la villa existentes entre la Torre de Bujaco y el acceso a la Puerta Nueva. Le seguían dos casas más con tiendas censadas a Andrés Fernández y a un barbero llamado Juan, y a continuación estaban las tiendas del citado Abraham Leví y de Samuel, hijo de Sento, casado con Amada, en el espacio de la escalerilla."

“El 16 de julio de 1453, ante el escribano Rodrigo Alfón, el clérigo Gómez dio a censo a Isaac Amalec, judío, por 420 maravedíes de renta anual perpetua, unas casas en la Plaza, en los portales de abajo, a la colación de Santiago.”

“El 20 de agosto de 1459, ante Diego Fernández, el judío David Alvillia, jubetero (es probable que fuera hijo de  Haim Alvelia, con tienda en la plaza de la villa) vendió en 380 maravedís a Pedro Dávila el derecho que tenía a unas casas acensuadas del Concejo en la Plaza…”  

Calle de la Judería nueva, Cáceres

Durante el reinado de Enrique IV de Trastamara, el Rabí Jacob Aben Núñez, Juez Mayor de los judíos, data en el año 1474 la aportación a las arcas reales de la aljama de Cáceres en 8.200 maravedíes en impuestos, en cuanto que la de Toledo pagaba unos 3.500 maravedíes, siendo la cacereña una de las cinco primeras aljamas de Castilla.

En el año 1478 con la orden de apartamiento que dictaron los Reyes Católicos, por la cual se obligaba a los judíos a agruparse en un solo barrio apartados de los cristianos y fuera de las ciudades, surge en la villa de Cáceres la judería nueva, localizada extramuros, entorno a la Plaza mayor, entre las calles Paneras, De la Cruz, General Ezponda y parte de la calle Ríos Verdes.

Ermita de la Cruz, Cáceres.

La nueva sinagoga fue levantada en lo que hoy es la calle de la Cruz, y según consta en documentos, pronto quedó pequeña teniendo que adquirir en el año 1483 un solar contiguo a la sinagoga, al “Abad Juan García de Jema por 220 maravedís de censo perpetuo…” Tras la expulsión la sinagoga fue adquirida por don Luis Blázquez de Cáceres, arcediano de Trujillo, que la trasformó en la capilla de la Santa Cruz y añadida posteriormente al Palacio de la Isla.

            En esta judería está documentado que vivieron judíos tan reconocidos como el sastre Moshé Cohen, hijo de Salomón Cohen, o Samuel Arrof.

            También Yaco Mahanón, carpintero; la familia Barchillon, que eran zapateros y curtidores; Samuel Cañas que ejercía el oficio de herrero; David Navarro y su hijo Ysta, cereros; Rabí Uce, físico; o Rabí Abraham Amigo, vocero (abogado).

Interior de la Ermita de la Cruz, ante sinagoga. Cáceres

En la actual calle General Ezponda (antes calle Empedrada) está el Palacio y Torre de Galarza, donde habitó la familia judía cacereña de los Cohen. En la familia Cohen había traperos que comerciaban con paños de color, también se dedicaban a actividades vinculadas con el préstamo a interés, que según se recoge en el fuero era a un interés al 12,5% a seis semanas.

“Todo iudio que auer diere a renueuo de el moarabedi a sex semanas per I ochauo morabedi, et dend arriba a ssu contra…” Rubr. 293

Con la expulsión la familia Cohen malvendió la casa a los Dávila Messía de Ovando, que la vendieron en el siglo XVI al Obispo Galarza. Este palacio también fue conocido como la Casa de los Trucos, pues según se rumoreaba existía en una de sus habitaciones un pasadizo o “truco” subterráneo que unía esta casa con el Palacio Episcopal, y era utilizado por el Obispo para poder abandonar la ciudad sin ser visto.

Casa de los Trucos, Cáceres

En 1479 cuando los Reyes Católicos visitaron por segunda vez Cáceres, la aljama contaba con 130 familias compuestas entre 600 o 700 judíos, sobre una población total de 8.000 o 10.000 habitantes. Durante su estancia, atendieron entre otras quejas las de la Aljama cacereña, que se consideraba agraviada económicamente por pagar un porcentaje mayor en los pechos y repartimientos que la población cristiana, ellos habían abonado 4.200 maravedís de los 12.000 recaudados.

Se calcula que en año 1492 cuando se produjo el decreto de expulsión vivían en la villa de Cáceres unos dos mil judíos en la judería nueva. Esos judíos cacereños optaron por el destierro frente a la conversión, no hay que olvidar que la Inquisición había sido creada por Sixto IV en 1478 para controlar la verdadera conversión de los cristianos nuevos y eran mirados con lupa.

Antes de partir rumbo a tierras portuguesas, los judíos cacereños malvendieron sus casas, bienes, y todo aquello que no podían transportar, además el decreto de los Reyes Católicos prohibía a los judíos sacar oro, plata, armas y caballos de los reinos, por lo cual tuvieron que ingeniárselas para ocultar sus riquezas.

Muchos de los judíos españoles expulsados se llevaron consigo las llaves de sus casas y las mezuzá de sus puertas, añorando su vuelta. Reliquias que han pasado de generación en generación hasta nuestros días. Quizás Sayas Cohen, el último rabino de Cáceres, se llevara también consigo la llave de la sinagoga nueva.

            Gracias y hasta la próxima.

           
Escrito por: Jesús Sierra Bolaños.

Fuentes consultadas:
-“Noticias históricas de Cáceres” Simón Benito Boxoyo.  
-“Cortes de los antiguos Reinos de León y de Castilla.” Manuel Colmeiro.
-“Documentación histórica del archivo municipal de Cáceres.” Antonio Floriano Cumbreño.
-“De sinagoga nueva a capilla de la Santa Cruz de Jerusalén del cacereño palacio de la isla.” Serafín Martin Nieto
-“Arco de la Estrella” Gervasio Velo y Nieto.
-“Guía completa de la Mezuzá.” Rab Moshe Elefant y Rab Eliezer Weinbaum
-“De los pogroms de 1391 a los ordenamientos de 1405.” Emilio Mitre Fernández
-“Cáceres la pacífica. Viaje por la Extremadura judía”. Penina Meller.
-“Cáceres resumen de la historia local.” Antonio Rubio Rojas
-“Los judíos en España.” Joseph Pérez
“Los judíos de Extremadura antes del siglo XV.” José Luis Lacabe
“Fiscalidad y demografía sobre judíos de Cáceres” Carlos Merchán Fernández

“Las Juderías de Cáceres y su estructura urbana.” Mª del Mar Lozano Bartolozzi.

sábado, 16 de mayo de 2015

Los amores del cacereño Nicolás de Ovando con Andrea de Cervantes.


 La vida de Nicolás de Ovando y Andrea de Cervantes antes y después de conocerse fue muy desigual en fortuna y en infortunios.

Palacio de Ovando en Cáceres.

Nicolás de Ovando había nacido en Cáceres en el año 1544 o 1545. Perteneciente a la muy noble y antiquísima familia de los Ovando, era descendientes del linaje del famoso Capitán don Diego de Cáceres Ovando, paladín de los Reyes Católicos, y de Nicolás de Ovando, Gobernador de la Española y comendador mayor de Alcántara. Propio a su clase social llevaba una vida de lujos y privilegios.

En su trayectoria política don Nicolás de Ovando llegó a ser Camarero del Cardenal don Diego de Espinosa, Obispo de Sigüenza, Presidente del Consejo de Castilla e Inquisidor General.

Muy lejos de Cáceres, en la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares era bautizada el 24 de noviembre de 1544, Andrea de Cervantes hija del cirujano Rodrigo de Cervantes y de Leonor de Cortinas, y hermana mayor del insigne autor del Quijote Miguel de Cervantes.

La familia Cervantes llevó una vida bastante itinerante, viajando siempre donde fuere el cabeza de familia, Alcalá de Henares, Valladolid (donde Rodrigo estuvo en prisión por un asunto de deudas impagadas a un prestamista), Córdoba, Cabra, Sevilla o Madrid, fueron algunos de sus destinos.

Alcalá de Henares de Pier M. Baldi (B. de Florencia)

En el año 1563 los Cervantes se hallaban haciendo vida en Sevilla. En aquellos años la ciudad estaba en su máximo apogeo y esplendor. Por el navegable Guadalquivir llegaban numerosos barcos cargados de tesoros y riquezas procedentes del Nuevo Mundo hasta desembarcar en la Casa de Contratación de Indias. Comerciantes de todas las naciones y condición se congregaban en sus puertos y mercados.

Sevilla era una ciudad inmensa y bulliciosa (dos años después habían censadas 85.536 personas, más los viajeros de paso, mientras que Madrid apenas contaba con escasos 14.000 habitantes). En esa Sevilla en donde el dinero y la abundancia fluía en una aristocracia opulenta, destacaba la familia Ovando que ocupa un papel predominante en los órganos políticos, sociales y religiosos. Y hasta allí llegó para estudiar derecho Nicolás de Ovando proveniente de la villa de Cáceres instalándose en lo mejor de Sevilla, la collación de San Salvador.

Sevilla en el Siglo XVI (F. Biblioteca Nacional.)

Andrea sin embargo vivía humildemente junto a sus padres, su primo Juan y sus hermanos (Miguel de Cervantes tenía entonces 16 años y cursaba tercero de gramática en el Estudio de la Compañía de Jesús) en una pequeña casa en la collación de San Miguel. Su padre, aquejado de una fuerte sordera desde la infancia, ejercía de cirujano, que en aquella época no era más que un curandero con ribetes de barbero y sangrador, por eso para salir adelante andaba siempre pidiendo dineros a prestamista y usureros.

No sabemos en qué lugar de la ciudad aún amurallada, con sus 160 torres y almenas alzándose al cielo, sus numerosos jardines con aromas de jazmines, rosas, mirtos, cidros y naranjos se conocieron Nicolás de Ovando y Andrea de Cervantes, ni tan poco cómo entre todas las mujeres sevillanas, las más aseadas, limpias y olorosas del reino, que vestían con sedas y tafetanes, y que poseían una gracia y donaire innato, se fijó y se enamoró el cacereño de la castiza Andrea. O quizás fuera Andrea de Cervantes quien con su hermosura, sus galanteos y su destreza tañendo la vihuela sedujera a Nicolás de Ovando.

Partida bautismo de Andrea de Cervantes, (C.V. Cervantes) 

Sea como fuere, los amores de Nicolás hacia Andrea tuvieron en sus comienzos pretensiones honestas con promesa de matrimonio incluida. Ambos veinteañeros disfrutaron durante tiempo de su amor, que llegaron a consumar, pues fruto de ello nació una niña, a la que Andrea llamó Constanza.

Embarazada Andrea, Nicolás se propuso reparar su falta casándose con ella ante la iglesia. Rodrigo, padre de Andrea y su hermano Miguel, vieron con buenos ojos aquel enlace por el cual la familia Cervantes ascendería socialmente.

Miguel de Cervantes (Dibujo de Zarza.)

Pero todo se frustró, y “donde dije digo, digo Diego”. La familia Ovando se opuso rotundamente a los esponsales, en el siglo XVI eran muy pocos los que se casaban por amor, los matrimonios eran concertados por los padres, aportando el padre de la novia la llamada dote, en ajuar, dinero o en tierras. Y la muy noble familia Ovando, con el Provisor de la diócesis de Sevilla don Juan de Ovando al frente, pensaban que Andrea, aunque hija de un hidalgo, no dejaba de ser la hija de vulgar cirujano, sin dinero ni tierras lo cual no era suficiente para el linaje de Nicolás de Ovando, que debía contraer matrimonio con alguien acorde con su clase social.

Obligado por su familia Nicolás se comporta villanamente y abandona a la embarazada Andrea, otorgándole antes la habitual escritura de indemnización o compensación económica. Trasladándose el cacereño a vivir a Madrid. Desde noviembre de 1565 Nicolás se hallaba en la corte donde su pariente Juan de Ovando, hombre de gran reputación e influencia, con el tiempo llegaría a ser Presidente del Consejo de Indias, le había buscado asiento. Años más tarde obtenía para Nicolás el cargo de Camarero del Cardenal Diego de Espinosa.

Firma,de Nicolás de Ovando 1566.(C.V. Cervantes)

Constanza quien unas veces aparece en los documentos con el apellidó “de Ovando” y otras como Constanza de Figueroa, nombre de su abuela materna, debió nacer entre 1565 o 1566, pero desconocemos donde, pues su partida bautismal no se ha hallado ni en Sevilla ni en Madrid. 

Los Cervantes también abandonaron la ciudad de Sevilla. En 1567 se les sitúa en la villa de Madrid, donde Miguel de Cervantes escribe su primera composición poética, soneto a la reina Isabel de Valois.

Mientras, Andrea tras haber dado a luz, despechada busca consuelo en otros brazos, pero no con mucha suerte, como leemos en el proceso de Ezpeleta en el año 1605 en Valladolid, en el, Andrea declara ser “…viuda, mujer que fue de Sante Ambrosio, florentín, y que antes fue desposada y concertada con Nicolás de Ovando…”

Firma de Andrea de Cervantes 1565 (C.V. Cervantes)

No sabemos cuándo se casó o si se casó Andrea con Sante Ambrosio, pues la partida de casamiento nunca ha aparecido; lo que si queda demostrado es que nunca se casó con Nicolás. Un año más tarde se la relaciona a Andrea en una donación de bienes con un gentilhombre de origen italiano de nombre Juan Francisco Locadelo, ¿quizás fuera dote o compensación de otro episodio amoroso?

Los fracasos amorosos iban a ser el destino de Andrea y de todas las mujeres de la familia Cervantes, su tía María de Cervantes fue amante de don Martin de Mendoza, Arcediano de Talavera apodado el Gitano, con quien tuvo una hija; su hermana Luisa ingresa a los 18 años en el convento de la Concepción de las carmelitas descalzas en Alcalá de Henares, bajo el nombre de Luisa de Belén; y su otra hermana Magdalena, que siempre firmaba con los apellidos Pimentel de Sotomayor, tras ser engañada por Alonso Pacheco, seducida por Fernando de Lodeña y mantener “conversaciones amorosas” con Juan Pérez de Alcega, señor de la casa y solar de Vicuña, quien pagó 300 ducados por deshacer la palabra de casamiento dada, a los 29 años con el corazón destrozado tomaría los hábitos de la venerable Orden Tercera con el nombre de Magdalena de Jesús.

Villa y corte de Madrid. (Mapa de F. de Wit)

Nicolás de Ovando moría soltero en Madrid el 8 de abril de 1571. Al abrir su testamento reconoce como hija natural a Catalina de Ovando, fruto de otra relación y no así a Constanza de Ovando.

En año 1573, Andrea que vivía emancipada con su hija Constanza en Madrid, y trabajaba como costurera, solicita ser nombrada tutora de su hija Constanza y ante el escribano Pedro de Salazar declara: “…que doña Constanza de Figueroa, que es menor de doce años y mayor de seis, la cual es su hija y está en su poder; y para seguir sus pleitos y causas de la dicha su hija menor y cobrar sus bienes y hacienda, le es necesario ser proveída de tutora; y ella lo quiere ser…”.

El motivo de la tutela era reclamar al difunto Ovando, el legado o hacienda correspondiente a su hija Constanza, por la cual tuvo que pleitear durante varios años.
En 1595 Constanza de Figueroa andaba en “conversación amorosa” con Pedro de Lanuza y de Perellós, hijo del Vizconde de Rueda y de Perellós, IV Justicia de Aragón, pero siguiendo la maldición familiar, Pedro que le había hecho promesa matrimonial, la abandona tras otorgarle 1.400 ducados bajo escritura de indemnización o compensación.

Casa donde murió Andrea de Cervantes (C.V. Cervantes)

El 8 de junio de 1609, cinco años después que Miguel de Cervantes terminara la primera parte de “El Quijote”, su mujer Catalina de Palacios y Salazar y su hermana Andrea de Cervantes toman los hábitos de la misma Orden Tercera de San Francisco, de carácter seglar, donde ya profesaba Magdalena de Cervantes. Tres meses después de tomar los hábitos, Andrea de Cervantes fallecía a la edad de 65 años.

Su única hija Constanza de Ovando y sobrina predilecta de Miguel de Cervantes, que al igual que su madre había sufrido el desengaño amoroso, probado las mieles de la felicidad y la tristeza, vivido en la riqueza y la pobreza, recibía santa sepultura el 22 de septiembre de 1624 en la Iglesia de San Sebastián de Madrid donde también se hallaba su amada madre Andrea de Cervantes.

            Gracias y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes Consultadas:
-“Vida de Miguel de Cervantes Saavedra.” Krzystof 
Silwa
-“Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes 
Saavedra.” Luis Astrana Marín.
-“La casa de Ovando.” José M. de Mayoralgo y Lodo.

sábado, 4 de abril de 2015

La leyenda de la calleja de la Cava de Torrejón el Rubio.

En el pueblo cacereño de Torrejón el Rubio, a los pies de las ruinas de su antiguo castillo, existe una calleja que los lugareños denominan de la Cava. En ella según la leyenda, en las noches de lunas encantadas se aparece el espectro de un niño que atemoriza y secuestra a cuanto chiquillo o mozo ose pasar por allí. Pero ¿Cuál es su historia?
Florinda (1852) de Juan de Dios de Mora

Nos remontamos a la época visigoda al año 710, cuando en la península tras la muerte de Witiza, reinaba don Rodrigo, y a las puertas de sus dominios se encontraba ya la amenaza de los ejércitos musulmanes. Gobernaba por entonces en la plaza de Ceuta, el Conde don Julián, que había servido fielmente a Witiza. El conde tenía una joven y hermosa hija de nombre Florinda, que como muchos otros nobles, había enviado a instruirse y educarse a la corte toledana.

En Toledo Florinda comenzó a destacar como la más bellas de las damas de la corte, y la más deseada, tanto que hasta el mismísimo rey don Rodrigo, casado con Egilona, se quedó prendado de sus encantos y de su hermosura, convirtiéndola en el objeto de sus más oscuros deseos. Pero la joven ceutí pudorosa, no aceptaba los cumplidos y cortejos lujuriosos del monarca, rechazándole una y otra vez.
Una tarde, el rey obcecado con Florinda y harto de aquellos continuos rechazos, manda a uno de su noble más allegados que busque a la joven y la trajese ante su presencia.

D. Rodrigo y Florinda de Narciso Mendez Bringa 1868.

Florinda es llevada a los aposentos reales. Una vez allí, Rodrigo ordena que los dejen a solas, y que no osen molestarle bajo ninguna circunstancia. La joven desconcertada e ingenua, no se espera lo que le va a acontecer tras cerrarse tras de sí las puertas. Rodrigo sin mediar palabra se abalanza sobre ella y nublado su juicio por su vil enamoramiento, como un salvaje poseído por el mismísimo demonio, deshonra a la joven Florinda.

Pronto en los mentideros de la capital visigoda corre la noticia, cual rio al mar, pero de forma muy distinta a los hechos acontecidos. El rey es la ley y sus actos legitimados. Por ello la mala es ella, es ella quien con su belleza ha seducido al monarca atrapándolo en su lujuria, y llevándole a la desesperación, suya es la culpa y su castigo. Y por ello desde entonces el pueblo comienza a llamarla la Cava, que en árabe significa prostituta.

Rey don Rodrigo

          Florinda, ahora la Cava, mancillada, avergonzada y repudiada, no sabe qué hacer. Con la ayuda de un fiel sirviente logra enviar secretamente una carta de auxilio a su padre contándole la afrenta sufrida.

Según la leyenda el despechado don Julián, ante el deshonor de su linaje, juró vengar tan atroz afrenta del rey, permitiendo que entrasen en España cruzando el estrecho los ejércitos musulmanes dirigidos por Tarik en la primavera del año 711. Y con esta traición del conde, en solo unos meses los musulmanes conquistaron el reino de Rodrigo, estableciéndose en la península durante ocho siglos.

La ultrajada dama fue a refugiarse a la fortaleza que el Conde don Julián poseía cerca de los que hoy es el pueblo de Torrejón el Rubio (Cáceres). Allí encerrada en su cámara, consumida por la amargura y la tristeza fue perdiendo, como quien deshoja una flor, poco a poco su hermosura. Y al cabo de nueve meses nació fruto del estupro real, un infante.


            Según cuentan, el niño al crecer y enterarse de que en sus orígenes bastardos estaba la pérdida del reino de su padre, en su delirio bajaba todas las noches desde su torreón a la calleja de la Cava, para atrapar a cuanto muchacho osase pasar por allí y encerrarlos en su castillo, hasta formar un ejército tan poderoso que le ayude en la reconquista de las tierras de su padre.

Aun hoy en día, el espíritu del infante hijo del rey Rodrigo y de Florinda “la Cava”, sigue apareciéndose en las noches de lunas encantadas secuestrando a los niños que por la calleja transitan, para terminar de reunir el ejército que conquiste el reino que por herencia le pertenece.

Más leyendas son, así te las he contado. Gracias y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes Consultadas:
-“Supersticiones extremeñas.” Publio Hurtado
-“Al-Andalus: 711-756.” José María Peña Marcos
-“Leyendas extremeñas.” José Sendín Blázquez.
-“Florinda perdió su flor. La leyenda de la Cava….” 
              Helena Establier Pérez.