Seguimos disfrutando de
los bellos parajes de la comarca de la Vera, con otra de sus leyendas.
Garganta la Olla (Foto por Fotonazos) |
Muy cerca del
monasterio de Yuste, residencia de retiro del Emperador Carlos V, nos
encontramos con un pueblo que hunde sus orígenes en antiguos castros vettones,
es Garganta la Olla, denominada en la edad media “Ad Fauces” (entre gargantas).
Rodeada por la Sierra de Tormantos, lugar de historias y leyendas como “la
Serrana de la Vera”; hallamos en uno de sus cerros la hoy derruida Ermita de
San Salvador, piedras que son testigos mudos de “la leyenda de los 7 obispos
mártires”.
La ermita que se encuentra
al nordeste de la villa fue levantada en época romana, y refundada en tiempos
de los godos por Richila, Obispo Obilense que pertenecía a la diócesis de Ávila
según unos o a la de Oliva de Plasencia (cerca de la villa romana de Caparra)
según otros. Sea cual fuere allí tuvo a bien a reedificar la ermita que en un
principio iba a edificarse contigua al pueblo.
¿Por qué?
Pues según la tradición,
entre aquellas ruinas de un templo romano encontraron unos pastores una imagen
del Salvador en piedra berroqueña. Informado el obispo Richila de aquel
hallazgo mandó que se construyera una ermita para albergarla cerca de la
población, y allí depositaron la imagen. Pero he aquí que a la mañana siguiente
la imagen había desaparecido de la ermita hallándola entre las ruinas romanas.
Volvieron entonces a traerla a la ermita edificada pero nuevamente a la mañana
siguiente volvió a desaparecer de aquel lugar para aparecer entre las ruinas. Y
hubo una tercera desaparición, hasta que los fieles convencidos del milagro
obrado convencieron al obispo que lo que deseaba la imagen era quedarse en
aquel antiguo templo y así lo hicieron, fundando entre aquellas ruinas la
ermita de San Salvador. Y allí permaneció la imagen unas veces venerada y otras
olvidada, hasta que en el año 714 la ermita fue nuevamente ocupada por
religiosos.
Comarca de La Vera (Foto por Víctor Marroyo) |
Todo comenzó tras la
invasión musulmana de la península en el año 711, con ella se produjo una diáspora
cristiana desde Andalucía hacia zonas más al norte. Muchos fueron los que
huyeron de las huestes sarracenas, sobre todo clérigos, frailes y obispos, que
eligieron para ocultarse las sierras extremeñas. Pero estos religiosos no
viajaron solos, en sus carros y alforjas además del oro acumulado, trajeron
consigo esculturas, imágenes y reliquias religiosas, que por temor a que fueran
destruidas, unas las enterraron y otras las llevaron consigo.
Huyendo de aquella persecución
venían atravesando las sierras de la Vera por viejas calzadas romanas, una
caravana de fieles entre los cuales había siete obispos andaluces. Al frente de
aquella recua estaba Zaqueo, obispo de Córdoba, que según se cree había nacido
por estos lugares.
Llegaron entonces a la
olvidada ermita de San Salvador, que por su recinto amurallado y sus fuertes
paredes protegiendo la iglesia, les pareció un lugar idóneo para refugiarse.
Allí hicieron asiento
los exiliados, y durante un tiempo se dedicaron a la oración, las obras pías, y
a ayudar aquellos cristianos que huían temerosos de la avanzada musulmana,
atravesando aquellas sierras.
Recaredo reunido con obispos.(Códice Vigiliano). |
Hasta que un día, la
vida tranquila y apacible en aquel hermoso y recóndito paraje, iba a ser
alterada. Era por la mañana, cuando el sol lucía en su plenitud, y en el interior
de la ermita los obispos se hallaban celebrando la Santa Misa:
“In
nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti” –Recitaba el obispo
oficiante, cuando un extraño alboroto interrumpe la ceremonia.-
Bruscamente las puertas
de la ermita se abren y tras ella aparece un clérigo corriendo exhausto:
“Ya
viene, ya están aquí, –gritaba con voz trémula y mirada
temerosa- los moros están en la muralla.”
El miedo y la agitación
cundió entre los allí reunidos, unos gritaban:
“Dios
todo poderosos ayúdanos” –otros- “Vamos a morir.” Y buscaban un rincón donde esconderse.
“Rápido
cerrar la puertas y echar los tablones.”- gritó el obispo
Zaqueo.
Y tras atrancar las
puertas, calmó a todos diciéndoles:
“Esta
es la casa del Señor, no osaran profanarla esos salvajes, aquí estaremos a
salvo, el Señor nos protegerá. Continuad con la ceremonia hermano.”
Y así lo hicieron, unos
con más miedos que otros, pues pensaban que esta nueva prueba a la cual eran
sometidos por el Señor era demasiado lacerante y aquellas palabras ofrecidas no
les reconfortaron.
Puente del Salvador (Foto: Fotonazos) |
Andaban rezando, cuando
fuertes golpes amenazaban con derribar las puertas.
“Ya
están aquí, Dios mío ayúdanos” –Se escuchó entre los
rezos.-
“Seguid
orando hermanos, el Señor obrará” –Dijo nuevamente
Zaqueo.-
“Dómine
Fili unigénite, Iesu Christe, Dómine Deus, Agnus Dei, Fílius Patris, qui tollis
peccáta mundi, miserére nobis…”
El obispo oficiante
viendo como cedían las puertas, temeroso de aquellos paganos profanaran las
Santas Escrituras y las Sagradas Formas, hizo un hoyo cerca del altar, y las
enterró justo en el momento en que los sarracenos echaban las puertas abajo.
“Continuad
rezando hermanos”-Se escuchó tras el crujir de los
maderos.-
“Misereátur
nostri omnípotens Deus et, dimíssis peccátis nostris, perdúcat nos ad vitam
ætérnam.”
Espadas en manos
entraron los sarracenos matando a todo fraile y fiel que allí se hallaba, menos
a los sietes obispos que por su indumentaria reconocieron y apresaron. Los
llevaron ante el Kaid que como muestra ejemplar ordenó que los siete obispos fueran
torturados y martirizados a las puertas de su ermita a la vista de su Dios, y allí
dejados.
Parajes de la Vera (Foto por Víctor Marroyo) |
Desde entonces, aquel
lugar fue conocido como el “Parellón de los siete obispos”, y dentro de la
ermita, allí donde enterraron las Hostias Consagradas, comenzó a manar una
fuente de agua bendita.
El milagroso
acontecimiento corrió de aldea en aldea y en poco tiempo la popularidad de la
ermita hizo que peregrinos de todos los confines de la península acudieran a
ella a visitar la fuente sagrada y la imagen pétrea de San Salvador. Y grande
debió ser el trasiego de visitantes y peregrinos, y muchas las riquezas que a
través de limosnas y donaciones dejaron. Porque la fama y prestigio de aquella
pequeña ermita de aquel pequeño pueblo de Garganta la Olla, llegó hasta la
misma sede romana y el mismísimo Papa les ofreció gracias y privilegios. Tal
fue la hacienda que llegó acumular que en el año 1427 el Papa Martino V cede la
ermita de San Salvador a Yuste para que sus limosnas les mantuviesen.
Ermita de San Salvador (Foto por Nestysega) |
En la actualidad de
aquella ermita germen del Monasterio de Yuste, sólo quedan piedras, paredes
derruidas y escombros. Y la soledad de su hermosa meseta sólo es visitada por
ovejas y cabras que pastan por sus alrededores.
Más leyendas son, y así
te las he contado. Gracias y hasta la próxima.
Escrito por: Jesús Sierra Bolaños.
Fuentes
consultadas:
-“San
Epitacio apóstol y Pastor Tuy, ciudadano, Obispo y
mártir de Ambracia oy
Plasncia: su vida y martirio”. Juan
Tamayo de Salazar.
-“Historia
del Monasterio de Yuste” Fr. Domingo María
de Alboraya.
-“Leyendas
extremeñas.” José Sedín Blázquez.
-“Estudio
histórico y cultural de la villa de Garganta la
Olla.” Florencio López Ortigo.
Maravillosa leyenda,como todas las que escribes!
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