sábado, 27 de septiembre de 2014

La leyenda de los 7 obispos mártires de Garganta la Olla.

Seguimos disfrutando de los bellos parajes de la comarca de la Vera, con otra de sus leyendas.

Garganta la Olla (Foto por Fotonazos)

Muy cerca del monasterio de Yuste, residencia de retiro del Emperador Carlos V, nos encontramos con un pueblo que hunde sus orígenes en antiguos castros vettones, es Garganta la Olla, denominada en la edad media “Ad Fauces” (entre gargantas). Rodeada por la Sierra de Tormantos, lugar de historias y leyendas como “la Serrana de la Vera”; hallamos en uno de sus cerros la hoy derruida Ermita de San Salvador, piedras que son testigos mudos de “la leyenda de los 7 obispos mártires”.

La ermita que se encuentra al nordeste de la villa fue levantada en época romana, y refundada en tiempos de los godos por Richila, Obispo Obilense que pertenecía a la diócesis de Ávila según unos o a la de Oliva de Plasencia (cerca de la villa romana de Caparra) según otros. Sea cual fuere allí tuvo a bien a reedificar la ermita que en un principio iba a edificarse contigua al pueblo.

¿Por qué?

Pues según la tradición, entre aquellas ruinas de un templo romano encontraron unos pastores una imagen del Salvador en piedra berroqueña. Informado el obispo Richila de aquel hallazgo mandó que se construyera una ermita para albergarla cerca de la población, y allí depositaron la imagen. Pero he aquí que a la mañana siguiente la imagen había desaparecido de la ermita hallándola entre las ruinas romanas. Volvieron entonces a traerla a la ermita edificada pero nuevamente a la mañana siguiente volvió a desaparecer de aquel lugar para aparecer entre las ruinas. Y hubo una tercera desaparición, hasta que los fieles convencidos del milagro obrado convencieron al obispo que lo que deseaba la imagen era quedarse en aquel antiguo templo y así lo hicieron, fundando entre aquellas ruinas la ermita de San Salvador. Y allí permaneció la imagen unas veces venerada y otras olvidada, hasta que en el año 714 la ermita fue nuevamente ocupada por religiosos.


Comarca de La Vera (Foto por Víctor Marroyo)

Todo comenzó tras la invasión musulmana de la península en el año 711, con ella se produjo una diáspora cristiana desde Andalucía hacia zonas más al norte. Muchos fueron los que huyeron de las huestes sarracenas, sobre todo clérigos, frailes y obispos, que eligieron para ocultarse las sierras extremeñas. Pero estos religiosos no viajaron solos, en sus carros y alforjas además del oro acumulado, trajeron consigo esculturas, imágenes y reliquias religiosas, que por temor a que fueran destruidas, unas las enterraron y otras las llevaron consigo.

Huyendo de aquella persecución venían atravesando las sierras de la Vera por viejas calzadas romanas, una caravana de fieles entre los cuales había siete obispos andaluces. Al frente de aquella recua estaba Zaqueo, obispo de Córdoba, que según se cree había nacido por estos lugares.

Llegaron entonces a la olvidada ermita de San Salvador, que por su recinto amurallado y sus fuertes paredes protegiendo la iglesia, les pareció un lugar idóneo para refugiarse.
Allí hicieron asiento los exiliados, y durante un tiempo se dedicaron a la oración, las obras pías, y a ayudar aquellos cristianos que huían temerosos de la avanzada musulmana, atravesando aquellas sierras.

Recaredo reunido con obispos.(Códice Vigiliano).

Hasta que un día, la vida tranquila y apacible en aquel hermoso y recóndito paraje, iba a ser alterada. Era por la mañana, cuando el sol lucía en su plenitud, y en el interior de la ermita los obispos se hallaban celebrando la Santa Misa:

“In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti” –Recitaba el obispo oficiante, cuando un extraño alboroto interrumpe la ceremonia.-

Bruscamente las puertas de la ermita se abren y tras ella aparece un clérigo corriendo exhausto:

“Ya viene, ya están aquí, –gritaba con voz trémula y mirada temerosa- los moros están en la muralla.”

El miedo y la agitación cundió entre los allí reunidos, unos gritaban:

“Dios todo poderosos ayúdanos” –otros- “Vamos a morir.” Y buscaban un rincón donde esconderse.

“Rápido cerrar la puertas y echar los tablones.”- gritó el obispo Zaqueo.

Y tras atrancar las puertas, calmó a todos diciéndoles:

“Esta es la casa del Señor, no osaran profanarla esos salvajes, aquí estaremos a salvo, el Señor nos protegerá. Continuad con la ceremonia hermano.”

Y así lo hicieron, unos con más miedos que otros, pues pensaban que esta nueva prueba a la cual eran sometidos por el Señor era demasiado lacerante y aquellas palabras ofrecidas no les reconfortaron.

Puente del Salvador (Foto: Fotonazos)

Andaban rezando, cuando fuertes golpes amenazaban con derribar las puertas.

“Ya están aquí, Dios mío ayúdanos” –Se escuchó entre los rezos.-

“Seguid orando hermanos, el Señor obrará” –Dijo nuevamente Zaqueo.-

“Dómine Fili unigénite, Iesu Christe, Dómine Deus, Agnus Dei, Fílius Patris, qui tollis peccáta mundi, miserére nobis…”

El obispo oficiante viendo como cedían las puertas, temeroso de aquellos paganos profanaran las Santas Escrituras y las Sagradas Formas, hizo un hoyo cerca del altar, y las enterró justo en el momento en que los sarracenos echaban las puertas abajo.

“Continuad rezando hermanos”-Se escuchó tras el crujir de los maderos.-
“Misereátur nostri omnípotens Deus et, dimíssis peccátis nostris, perdúcat nos ad vitam ætérnam.”

Espadas en manos entraron los sarracenos matando a todo fraile y fiel que allí se hallaba, menos a los sietes obispos que por su indumentaria reconocieron y apresaron. Los llevaron ante el Kaid que como muestra ejemplar ordenó que los siete obispos fueran torturados y martirizados a las puertas de su ermita a la vista de su Dios, y allí dejados.

Parajes de la Vera (Foto por Víctor Marroyo)

Desde entonces, aquel lugar fue conocido como el “Parellón de los siete obispos”, y dentro de la ermita, allí donde enterraron las Hostias Consagradas, comenzó a manar una fuente de agua bendita.

El milagroso acontecimiento corrió de aldea en aldea y en poco tiempo la popularidad de la ermita hizo que peregrinos de todos los confines de la península acudieran a ella a visitar la fuente sagrada y la imagen pétrea de San Salvador. Y grande debió ser el trasiego de visitantes y peregrinos, y muchas las riquezas que a través de limosnas y donaciones dejaron. Porque la fama y prestigio de aquella pequeña ermita de aquel pequeño pueblo de Garganta la Olla, llegó hasta la misma sede romana y el mismísimo Papa les ofreció gracias y privilegios. Tal fue la hacienda que llegó acumular que en el año 1427 el Papa Martino V cede la ermita de San Salvador a Yuste para que sus limosnas les mantuviesen.

Ermita de San Salvador (Foto por Nestysega)

En la actualidad de aquella ermita germen del Monasterio de Yuste, sólo quedan piedras, paredes derruidas y escombros. Y la soledad de su hermosa meseta sólo es visitada por ovejas y cabras que pastan por sus alrededores.

Más leyendas son, y así te las he contado. Gracias y hasta la próxima.

    
            Escrito por: Jesús Sierra Bolaños.

Fuentes consultadas:
-“San Epitacio apóstol y Pastor Tuy, ciudadano, Obispo y 
mártir de Ambracia oy Plasncia: su vida y martirio”. Juan 
Tamayo de Salazar.
-“Historia del Monasterio de Yuste” Fr. Domingo María 
de Alboraya.
-“Leyendas extremeñas.” José Sedín Blázquez.

-“Estudio histórico y cultural de la villa de Garganta la 
Olla.” Florencio López Ortigo.

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