domingo, 13 de abril de 2014

Héroes cacereños olvidados: Doña Mencía de los Nidos

Mencía de los Nidos (F.I.)

           Poco se sabe y se conoce de las primeras españolas que pasaron al Nuevo Mundo, pues fueron obviadas tanto por cronistas como por los propios conquistadores, pero la mayoría de ellas llegaron a las Américas para colonizar o sea, para inculcar los modos y costumbres culturales, familiares y de convivencias españolas. Aunque otras antes las adversidades que se encontraron destacaron como heroínas, y una de ellas fue la cacereña Mencía de los Nidos.

La familia de los Nidos era hidalgos pertenecientes a la pequeña nobleza cacereña. En la actual calle Tiendas tenían su casa familiar Francisco de los Nidos y doña Beatriz Álvarez Copete, que trajeron al mundo sietes hijos, Hernando Alonso de los Nidos, Gonzalo de los Nidos, Francisco de los Nidos, María de los Nidos, Mencía de los Nidos, Juana Copete de Sotomayor y a Jerónimo de los Nidos. Casi todos ellos emigraron a las Américas en el siglo XVI.

Mapa de Sur-américa en 1592 (Theodore de Bry)

El primero de los hermanos en pasar a las Américas, fue Hernando Alonso de los Nidos en el año 1527, donde formó asiento en la nao de Cristóbal de Arezo, en donde se le pierde la pista. Un año más tarde Gonzalo de los Nidos pasa por primera vez en la nao de Andrés de Campo con destino a Nicaragua, y desde allí parte hacia el Perú en 1532, donde llegó a estar en Jauja junto a Pizarro. En 1537 es nombrado Regidor de Cuzco (Perú), donde se le une su hermano Francisco en el año 1542, aunque por poco tiempo pues Francisco moriría en la Batalla de Chupas, donde en una guerra civil se enfrentaron los llamados pizarrista (fieles a los hermanos Pizarro) y los almagrista (fieles a Diego de Almagro), ambos conquistadores españoles, pero esa historia quizás la cuente otro día.


Gonzalo tiene que regresar a España a responder sobre la muerte de un compatriota y cuando vuelve a partir hacia las indias en el año 1544 se lleva con él a sus hermanas Juana y  a nuestra protagonista Mecía de los Nidos.

Mencía había nacido en Cáceres entre los años 1514 y 1518, donde se crió y creció hasta que partió con sus hermanos rumbo a Panamá de donde pasó al Perú. En el 1548, tras el ajusticiamiento a muerte de su hermano Gonzalo junto a otros pizarristas, puso rumbo a Chile, donde se instaló en la ciudad de Concepción años después.

            Pero antes de relatar la historia de esta singular heroína cacereña en tierras chilenas, debemos conocer algo de la conquista de Chile o Nueva Extremadura como fue llamada.

Pedro de Valdivia de Federico de Madrazo

Fue iniciada en el año 1540 por Pedro de Valdivia, natural de la zona de la Serena (Badajoz), que partió del Perú con un ejército de once soldados, amigos todos ellos, pero que en su camino de descubrimiento y conquista se le unieron muchos otros soldados. A Valdivia le acompañaba su amante en tierras americanas Inés de Suarez, pues Valdivia estaba casado y su mujer residía en España. Inés de Suarez nacida en Plasencia (Cáceres) fue la primera mujer en pisar tierras chilenas, y otras de las heroínas de la conquista, de la que otro día escribiré.

En 1541 fundaron Santiago de Nueva Extremadura, capital y punto de partida de sus expediciones hacia un sur de Chile inexplorado. En una de sus incursiones funda en el año 1550 la ciudad de la Concepción de María Purísima del Nuevo Extremo, en la cual Valdivia dio solares a los soldados que le acompañaban y que allí serían vecinos. Delineó la plaza de armas, donde plantó una cruz, el ayuntamiento, la iglesia y las cárceles, además de construir casas provisionales para quienes les acompañaban.

Fundación de Santiago por Pedro de Valdivia de Pedro Lira

En 1554 hallándose el lugarteniente de Valdivia, Francisco de Villagra, con sus soldados en tierras del sur, cerca del rio Ralhue, donde se disponía a fundar un nuevo asentamiento por comisión de este, recibe un correo donde se le informaba de la derrota y muerte de Pedro de Valdivia en el fuerte de Tucapel donde había acudido a socorrerlos con unos cuarenta soldados que había reunido.

En la batalla de Tucapel 6.000 mapuche armados de mazas, lanzas, macanas, hondas y arcos, al mando de un joven líder Lautaro, que había estado al servicio de Valdivia durante 6 años, y que ahora no sobre pasaba los 18 años, derrotó a un experimentado guerrero Pedro de Valdivia de 56 años. El plan estratégico que ingeniosamente había elaborado y coordinado, consistía en aprovechar el terreno favorable para atacar en sucesivas oleadas de escuadrones a los españoles, sin darles tregua ni descanso a hombres y caballos. Así consigue derrotar a las bien equipadas tropas españolas que contaban con corazas, armas de fuego y caballos, apoyados además por 1.000 o 2.000 yanaconas (indios al servicio de los españoles).

Guerra de Arauco de Gerónimo de Bibar

Tras varias horas de lucha, y con la batalla perdida las trompetas de Valdivia tocan retirada para los pocos sobrevivientes que quedan, pero Lautaro lanza una nueva ofensiva tras los fugitivos españoles que con los caballos extenuados van cayendo uno a uno. Sólo logran escapar Valdivia, su traductor el yanacona Agustinillo y el clérigo Pozo, pero a pocos metros sus caballos caen en una ciénaga donde son derribados y apresados por los mapuches. Arrastrándolos, son llevados ante la presencia de la Lautaro y sus caudillos, allí el yanacona Agustinillo es el primero en morir descuartizado, después les llegaría el turno al padre Pozo y a Valdivia que de un golpe de macana fue derribado, su corazón fue arrancado de su pecho, dividido en pequeños trozos y devorado por los caciques mapuches, mientras que su cabeza cercenada era clavada en una pica y paseada por los nativos por todo su campamento.

 Todos estos hechos fueron narrados poco tiempo después por indígenas que participaron en la batalla pues no hubo ningún superviviente español.

Últimos momentos Valdivia . Grabado del siglo XIX

Enterado Francisco de Villagra de la muerte del gobernador, repliega inmediatamente sus huestes hacia el norte y en su camino de regreso en la ciudad de Valdivia es elegido por el cabildo (ayuntamiento) Justicia Mayor y Capitán General de la Gobernación al mando de las tropas de guerra. En Valdivia deja sesenta soldados para su defensa y sigue hacia la Imperial y después hacia la ciudad de Concepción.

Cuando llega Concepción se encuentra además de los colonos que la habitaban, con alrededor 230 soldados bien equipados. Pero lejos de reagruparse y quedarse a defender la ciudad a la espera de refuerzos desde Santiago, Villagra con ansias de venganza une a sus filas a 154 soldados de los que defendían la ciudad, treinta arcabuces, baluartes portátiles para protegerlos de las flechas y seis cañones. Y dejando una ciudad temerosa e indefensa en manos una pequeña guarnición de sesenta hombres, además de ancianos y mujeres, parte en busca de los araucanos.

Pero en Marigüeñu (al sur de Concepción) la suerte de los españoles iba a ser la misma que en Tucapel, los araucanos con Lautaro al mando del ejército más numerosos que jamás habían reunido (entre 40.000 y 15.000 según las crónicas) y con la misma estrategia de Tucapel derrotaron a un Villagra que estuvo siempre guerreando con gran coraje en primera línea de batalla. Pero tras ocho agotadoras horas peleando, y habiendo abatido a cerca de 2.000 araucanos, exhaustos por el esfuerzo, sin agua y con la perdida de la artillería, Villagra tocó retirada, el pánico se hizo presa entonces de los supervivientes, que ignorando las ordenes de su capitán huyeron en desbandadas.

Mapa de las Batallas de Lautaro (F. Legión Andina)

Cerca del rio Biobío, Villagra logro reunir a los pocos supervivientes que desarmados y malheridos iban llegando, y cruzándolo en unos maderos marcharon de vuelta a Concepción, solo sesenta y seis llegaron.

El caos y el pánico ante las derrotas infligidas recorrió pronto la ciudad cuando llegaron y más cuando vieron entrar en ella a las maltrechas tropas de Francisco de Villagra, aquellos hombres que habían salido triunfales llegaban ahora heridos, desfigurados, con los ropajes raidos, ensangrentados como los pocos caballos que traían y sin apenas armas, e incluso Villagra era apenas reconocible por los suyos por sus heridas.

Cuando todos se estaban preparándose para defender la ciudad, armándose unos y atrincherándose otros, se corrió la voz de que los mapuches iban a cruzar el rio Biobío. Villagra aprovechando el terror que se había desatado instó al cabildo a abandonar la ciudad. Decidido, reunió en la plaza a la población y dirigiéndose a ellos ordenó su desalojo. Pensaba mas Francisco de Villagra en aquel momento en reclamar en Santiago para sí el titulo de gobernador dejado por Valdivia que en defender las tierras y los enseres de los habitantes de Concepción.

Lautaro liderando sus tropas (F.I.)

Mencía de los Nidos que se hallaba postrada en una camada en su casa a causa de una enfermedad, al escuchar el tumulto y la algarabía que se formó en la plaza, tomó fuerzas de flaqueza y agarrando escudo y espada, salió hacia ella. Cuando llegó se abrió paso entre la multitud que agitada allí se agolpaba y llegando hasta el mismísimo Villagra encarase con él y reprochándole su falta de valentía y valor le espeta:

Señor general, pues vuestra merced quiere nuestra destrucción sin tener respeto a lo mucho que perdemos todos en general, si esta despoblada es por algún provecho particular que a vuestra merced resulta, váyase vuesa merced en hora buena, que las mujeres sustentaremos nuestras casas y haciendas, y no dejarnos ansí ir perdidas a las ajenas, sin ver por qué, mas de por una nueva que se ha echado por el pueblo, que debe haber salido de algún hombrecillo sin ánimo, y no quiera vuesa merced hacernos en general tan mala obra.”

Grabado de Villagra (F.I.)

Denunciando así públicamente la cobardía de Villagra y de los que le seguían en su huida, Mencía enferma pero con gran valentía e ímpetu arengó a la población para que no huyeran deshonrosamente hacia Santiago, si no que defendieran sus tierras y bienes hasta la muerte si hiciera falta, aquel coraje de aquella mujer cacereña que no dudaba en enfrentarse al mismísimo Lautaro cara a cara, enalteció a las mujeres de Concepción. Pero Villagra estaba decidido a abandonar la ciudad a su suerte, y aduciendo que los militares y las armas de las que disponían eran insuficientes ordenó su desalojo.

Aquella heroína cacereña con más coraje que los propios militares trató en vano evitar el abandono y el posterior saqueo y quema de la ciudad. Pues aquellos que en un principio se habían unido a ella para defender Concepción al ver como Villagra hacía caso omiso de aquellas aguerridas palabras y abandonaba precipitadamente la ciudad junto a sus soldados y la mayoría de los habitantes de Concepción que cargaban las pocas posesiones que podían salvar, bien por miedo o bien por cobardía los que antes la apoyaban se unieron a ellos. Tuvo entonces con gran rabia que desistir en su intento de defender la ciudad. Afligidos y llorosos las mujeres, niños, ancianos y todo aquel que no pudiera caminar fueron colocados en la dos embarcaciones que había y marcharon por mar, el resto partieron hacia Santiago a pie o caballo.

Bahía de Concepción en 1620 de Bry.

   Pero los mapuches no habían cruzado el rio, estaban saqueando lo dejado por los españoles en el campo de batalla de Marigüeñu y celebrando su victoria. Y sólo varios días después Concepción fue saqueada sin resistencia alguna y reducida a cenizas por las huestes de Lautaro.

Mencía de los Nidos, tras haber estado casada dos veces moría sin descendencia el 6 de enero de 1603 en Santiago de Chile, dejando todos sus bienes a su sobrino nieto el capitán Luis Monte de Sotomayor de Cáceres. Fue enterrada en el Convento de la Merced de Santiago de Chile.

Alonso de Ercilla y Zúñiga de El Greco

El poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga, le dedicó toda oda a su valentía y coraje, en el Canto VII (octavas 20-31) de su obra “La Araucana”.


Doña Mencía de Nidos, una dama
noble, discreta, valerosa, osada,
es aquella que alcanza tanta fama
en tiempo que a los hombres es negada:
estando enferma y flaca en una cama,
siente el grande alboroto, y esforzada
asiendo de una espada y un escudo,
salió tras los vecinos como pudo.

….(sigue)

Pero con más dolor doña Mencía,
que dello daba indicio y muestra clara,
con la espada desnuda los impedía,
y en medio de la cuesta y dellos para.
El rostro hacía la ciudad vuelto decía:
“Oh valiente nación, a quien tan cara
cuesta la tierra y opinión ganada
 por el rigor y el filo de la espada!

…(sigue)


En Cáceres el valor de esta aguerrida cacereña en tierras chilenas, permanece desconocido y olvidado, aquella mujer de la que el capitán Alonso de Góngora Marmolejo escribió:

“Que si esta matrona fuera en tiempo que Roma mandaba el mundo y le acaeciera caso semejante, le hicieran templo donde fuera venerada para siempre.” 

Solamente una calle en Cáceres hace referencia al noble linaje de los Nidos, la calle Nidos, cerca de la plaza Mayor.

Pero así es la historia, gracias y hasta la próxima.


Escrito por: Jesús Sierra Bolaños

Fuentes Consultadas:

- “Historia de Chile desde sus descubrimiento hasta el año 1575.” Alonso de Góngora Marmolejo.
-“La Araucana.” Alonso de Ercilla y Zúñiga
 -“Historia General de Chile II.” Diego Barros Arana
-“Historia de Chile. Cronología general de Chile” Francisco Antonio Encina
-“Historia de Concepción.” Guillermo Coz y Méndez.
-“Doña Mencía de los Nidos.” José de Rújula y de Ochotorena y Antonio del Solar y Taboada.
-“La familia de doña Mencía de los Nidos. Heroína Cacereña.” José M. de Mayoralgo y Lodo.

-“Paseo por la eternidad.” Francisco Acedo  

2 comentarios:

  1. Historión!! Cómo te lo curras! Las cacereñas es que somos mu cojonudas!!

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  2. Me gusta tu blog porque me transporta a un caceres innimaginable gracias a estas entradas tan curradas.

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