Restos del Castillo de Monfragüe (F. foticosyrutas) |
Los orígenes de castillo de Monfragüe se remontan a la época musulmana, siendo su función la vigilancia y la defensa del paso a través del rio Tajo. Desde entonces ha sido conocido por distintos nombres Al-Mofrag, Mons Fragorum, o Monfrag, hasta llegar al actual Monfragüe. Son también numerosas las leyendas e historias que de él se cuentan, y estas es una de ellas.
Era
la época de las luchas entre cristianos y árabes, cuando el castillo de Al-Mofrag
estaba gobernado por un noble Kaid, el cual tenía tras de sí una maldición
heredada de sus antepasados.
La
vida del Kaid trascurría todo lo tranquila que se podía en aquella era de
guerras y conflictos religiosos. Su tiempo lo dedicaba a la administración de
su castillo, sus tierras aledañas y a las razias que ocasionalmente realizaba,
hasta que llegó el día del nacimiento de su primer vástago.
Aquel
día los gritos de dolor provenientes de las habitaciones privadas del Kaid se
escuchaban por todo el castillo, y tras unos minutos de tremendos sufrimientos
se escuchó el llanto de un niño recién traído al mundo.
“¡Buuáááááh!”
En
una cámara adyacente se hallaba el Kaid paseando impaciente, es el primero parto
de su joven esposa, tras unos minutos la puerta se abre y tras ella sale una
mujer con un bebe en brazos.
“Mi señor -dice
la partera- lo siento vuestra esposa no
lo ha superado.”
El
silencio inundó la estancia, solo roto por un desgarrador grito proveniente de
los labios del Kaid.
”Nooooo, ¿Porqué, porqué?”
“Mi señor -volvió
a hablar la partera mostrándole el bebe.- esta
es vuestra hija”
Interior torre del homenaje de Monfragüe (F. Jexweber) |
Era
la primera mujer que venía al mundo en la familia en muchos años, y en ese
instante entre la rabia y los sollozos por la pérdida de su adorada esposa, le vino
a su memoria las palabras que su padre en el lecho de su muerte le trasmitió:
“Hijo, existe sobre nuestra familia una maldición por la
cual nuestra raza fenecerá y será maldita en una hembra”.
Desde
aquel día encerrose el Kaid en sus aposentos, nada quería saber del mundo, la
tristeza de la pérdida de su amada y los sentimientos enfrentados hacia su
hija, inundaban sus pensamientos, ni comía, ni salía, ni deseaba ver a nadie.
Así estuvo hasta el octavo día, que salió obligado por la tradición musulmana
de la fiesta de las fadas, día en que los parientes y allegados se reúnen
alrededor del recién nacido, para darle un nombre ante Alá. Durante la
celebración los invitados consumían una res degollada y degustaban unas tortas
realizadas expresamente para aquella ocasión.
Todo
transcurría con normalidad en el festejo, hasta que el Kaid tomo en brazos a su
hija, un sentimiento de inocencia y amor inundó su corazón, casi temblando se
arrodilló y con los ojos cerrados invocó a Alá para que le ayudase en la
elección del nombre de su hija e intercediera junto a él contra la maldición,
fue entonces cuando escuchó la voz de un dijinn (un genio árabe) que le susurró
al oído:
“Tu hija crecerá sana y feliz pero en el transcurso de su
vida deberás apartarla de las influencias de la cruz.”
Así
lo hizo, y siguiendo esa premisa la niña, a la cual llamó Noeima, creció bajo
el auspicio del siempre vigilante y temeroso padre. Alejada de todo símbolo de
la cristiandad, se convirtió Noeima en la princesa más bella del lugar.
Coqueta, bulliciosa y llena de vida, era cortejada por grandes señores y
guerreros árabes que solicitaban su mano, mas su intrépido corazón no latía a
la voluntad de tales esponsales.
Miniatura de músico y poeta árabes (F.I.) |
Un
día el Kaid recibe un correo invitándoles a una gran fiesta en la villa de
Trujillo, a la cual para complacer a su amada hija, convienen en asistir. Días
antes de la celebración con los preparativos ya dispuestos, parte la comitiva
hacia Trujillo. Al frente de ella, en un majestuoso caballo blanco, el Kaid, y
tras él, en un lujoso carruaje todo cubierto de seda y custodiado por un número
considerable de guerreros sarracenos, su bella hija.
Al
llegar a la engalanada villa son gratamente recibidos por las autoridades. El
jolgorio y la algarabía inunda cada rincón de la ciudad, vecinos de toda la
comarca han acudido a la celebración. Tras ser alojados en el castillo, el Kaid
y su hija comienzan a disfrutar de los festejos. En uno de los muchos juegos
celebrados, la diosa fortuna quiso que la bella Noeima fuese elegida la reina
de la hermosura siendo el centro de atención de todos los asistentes.
Se disputaron juegos de sortijas, de bohordos, y
cuando llegó la hora de los juegos de cañas (precursor de los juegos de justas
medievales), Noeima como reina del torneo presidió las
contiendas siempre junto a su vigilante padre, los principales caballeros
venidos de reinos cercanos van sucumbiendo ante su belleza, todos ansia ganar
el duelo para recibir de sus manos el premio de campeón y ganar así su corazón.
Todos
los participantes se batieron con enorme destreza y gallardía, y tras duras
horas de batallas sólo quedaron en pie cinco jinetes, los Alcaides de Albalat y
Zuferola, un Nahib de Muntajesh (Montánchez), y dos Jeques de Talvira
(Talavera).
Cuando
se disponían a sortear los turnos para la siguiente ronda, suenan las
trompetas, y un jinete montado en un corcel negro y con brillante armadura
aparece en el campo de cañas, no lleva enseña alguna, ni escudo que lo
distinga, nadie sabe quién es aquel misterioso caballero. Tras saludar a la
reina del torneo coge una lanza del astillero, y colocándose en una de las
esquinas del campo reta a los caballeros, estos noblemente aceptan el desafío.
Juego de cañas medieval (F.I.) |
Uno
a uno, entre vítores de los asistentes los contrincantes van cayendo ante la
maestría con la lanza del desconocido caballero, hasta que le toca el turno al
favorito del Kaid, el Alcaide de Albalat, gran guerrero curtido en numerosas
batallas. Suenan trompetas y tambores, los caballos comienzan a galopar, los
escudos fuertemente agarrados protegen los torsos de los desafiantes caballeros,
las lanzas en posición horizontal aguardan el impacto, se acerca el momento, un
tremendo ruido acalla a la multitud, en el primer encuentro las lanzas se
rompen y se astillan por el impacto en los escudos, mas nadie cae del caballo.
Un
fuerte -“Oooooh”- fue exclamado por
los que contemplaban extasiados el espectáculo rompe el silencio.
Los
caballeros piden nuevamente lanzas y sin demora vuelven a la carga, el silencio
inunda nuevamente el recinto, en este segundo choque uno de los caballeros es
descabalgado de su montura por la lanza de su oponente y yace inmóvil en la arena,
es el Alcaide de Albalat. El enigmático caballero ha vencido el torneo, los
asistente con alegría unos y tristeza otros aclaman al justo vencedor.
Solamente el temeroso y comedido Kaid mira con recelo al caballero sin nombre.
El
triunfal caballero apeándose de su caballo se dirigió a las gradas donde se
hallaba presidiendo los juegos la bella Noeima. Sin alzar la visera el
enigmático caballero hincó unas de sus rodillas en tierra, en ese instante, la dulce
Noeima ante la mirada vigilante de su padre, levantándose de sus asientos y con
extrema delicadeza se quitó un hilo de perlas que adornaba su gentil cuello
colocándoselo en una de las muñecas enguanteladas del caballero, después extendiéndole una de sus finas manos le dijo:
“En buena lid luchasteis y como justo vencedor os
recompenso, pero quitaros el yelmo y daros a conocer para que todos puedan
aclamar vuestro nombre.”
El
caballero sin complacer a Noeima, tomo dulcemente la blanquecina y suave mano
que la joven sarracena le ofrecía y tras dibujarle una cruz con el dedo índice
de su mano diestra le dio un cálido beso.
Torre del homenaje de Monfragüe (F. Jexweber) |
En
ese instante el Kaid reconoció en aquel gesto el símbolo fatídico de su profética
maldición y lleno de ira y locura se levantó raudo de su asiento gritando:
“¡Prended a ese maldito infiel, prendedle!
Los
demás caballeros y nobles no daban crédito a las palabras iracundas que
vociferaba el Kaid. Aquellas palabras eran una ofensa hacia las leyes del honor
y la hospitalidad y nadie osaría ir contra ellas.
Pero
ya era demasiado tarde, la bella Noeima desde el mismo instante en que sus
manos se tocaron sintió la pasión, el deseo y el amor hacia
aquel caballero. Una fuerza
indescriptible recorrió su cuerpo y la hizo estremecer, su corazón se aceleró y
latiendo fuertemente tornó sus mejillas en color rosado, había quedando
prendada de aquel misterioso caballero.
El
Kaid, colérico y fuera de sí desenvainó su espada y trató de abalanzarse sobre
el caballero, pero enseguida fue reducido por un grupo de nobles que se
hallaban junto al:
“Soltadme debo matarlo, le mataré, le mataré, ese infiel
es la perdición de mi familia, os arrepentiréis todos por dejarlo marchar, os
arrepentiréis”
Siguió
gritando el Kaid mientras el imbatido caballero se alejaba y desaparecía tan
misteriosamente como había venido.
Monfrague desde la torre del homenaje (F. Jörn Wendland) |
Pasaron
los días, las semanas, los meses, pero nada volvió a ser igual en el castillo
del Kaid; desde aquel fatídico día, la alegría, las risas y la placida vida
palaciega había tornado en tristeza, desgracias, enfermedades y penurias.
El
Kaid obsesionado con la maldición había enloquecido, su reino se deshacía, se
desmembraba. Trastornado y fuera de sí culpaba de todos sus males a su antes
adorada hija. Las malas cosechas, la escasez de lluvias hizo aun mas mella en
la población que se rebelaba contra su Kaid e incluso sus incursiones en tierra
cristinas antaño productiva y victoriosa acaban ahora en derrotas.
“¡Es la maldición, todo es culpa de la maldición!”
–Gritaba y repetía el Kaid loco de si por todas las
salas del palacio.-
La
joven Noeima para paliar aquella obsesión hacia la maldita profecía que había
trastornado padre y sacarlo de la desesperación y de la locura que lo consumía,
exigía a todo aquel pretendiente que solicitaba su mano en matrimonio, como
prueba de fe, realizar una razia en tierras cristianas y traer como trofeo la
cabeza de doces caballeros cristianos que serían ofrecidas como tributo a Alá
como desagravio a la ofensa realizada por el misterioso caballero y recuperar a
su antaño padre.
“Sólo aquel que realice con éxito esta prueba de fe obtendrá
mi mano.” -Repetía Noeima a todo aquel
pretendiente que ante ella se presentaba.-
Muchos
fueron los pretendientes de la bella Noeima y muchas fueron las razias que en
tierras cristianas se realizaron, pero ninguna victoriosa. La mayoría de los
aspirantes perecían en el intento o desistían ante tal magna hazaña.
Plano del castillo de Monfragüe (F. Gervasio Velo) |
Quizás
lo que pretendía ocultamente la enamorada Noeima era que con el tiempo el
gentil caballero que besó su mano acudiera en su rescate.
Aquellas
continuas incursiones tuvieron un efecto de reactivación de la reconquista en
las tropas cristianas, que comenzaron a tomar las aldeas, pueblos y castillos
de la comarca entorno al rio Tajo hasta que por fin llegaron a las puertas del
castillo de Al-Mofrag. El ejército cristiano asaltó el castillo, donde nada o
poco pudieron hacer los antes valientes y aguerridos guerreros árabes, que sin
un líder que los guiara y aleccionara sucumbían ante el invasor.
Con
el ejercito a las puertas del castillo el Kaid se dio cuenta que aquel era el
fin de su dinastía, la maldición se estaba cumpliendo fielmente. Loco, fuera de
sí y consumido por la maldición se dirigió hacia los aposentos de su hija, y
hallándola asustada y temblorosa, la culpó de todos los males acaecidos por
sucumbir su corazón ante los deseos del infiel caballero causante de su
perdición, y así con todo su odio y rencor la maldijo:
“Yo te maldigo una y mil veces, y conjuro a tu alma para
que deambule sola, aislada e intangible entre los muros de este castillo hasta
la consumación de los siglos, en expiación de tus heterodoxas inclinaciones
pecaminosas”
Vistas del Castillo de Monfragüe (F.I.) |
Desde
entonces, en las frías y tenebrosas noches de invierno, Noeima vestida de
tisúes y coronada con una estrella negra que alumbra sus silenciosos pasos,
abandona el refugio de su ruinoso castillo para sentarse en el llamado Cancho de la Mora donde llora y llora su
malhadada suerte vertiendo sus ojos lágrimas, tesoros de perlas, que se
trasforman en riachuelos que se precipitan por las escarpadas laderas hasta
unirse al rio Tajo.
Un
milenio después, no son pocos los que aun hoy juran haber oído el llanto de una
joven en la oscuridad de la noche o haber visto la silueta de la bella
sarracena sentada en el Cancho de la Mora.
Mas leyendas son y así te las he contado,
gracias y hasta la próxima.
Escrito por: Jesús Sierra Bolaños
Fuentes consultadas:
-“Castillos,
torres y casas fuertes de la
provincia de Cáceres”. Publio Hurtado.
-“Castillos
de Extremadura”. Gervasio Velo y Nieto.
-“Leyendas
extremeñas” José Sendín Blázquez.
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