Como toda Villa que se precie, Cáceres tuvo sus
altercados callejeros.
Uno de aquellos incidentes ocurrió una noche de verano del
año 1.534, por las calles de la villa andaba de jarana el noble Juan de Ulloa
junto con otros amigos. Mientras unos cantaban, Juan de Ulloa tocaba
alegremente la guitarra. Quizás fueran a rondar alguna moza o solamente se
divertían en una noche calurosa del mes de agosto, sea cual fuese su objetivo
en su camino se toparon con Francisco de Villarreal, Teniente de Corregidor de
la Villa, bien por haber sido requerido
por algún vecino o por encontrándose haciendo la ronda nocturna, éste al ver el
alboroto que iban montando les increpó por ello.
“Váyanse vuestras
mercedes a sus casas que no son horas de andar cantando por las calles desvelando
a los vecinos” –Habló el Teniente.-
Estos haciendo caso omiso de sus palabras continuaron con
su fiesta y jolgorio. El Teniente molesto, se interpuso en su camino y amparado
por su espada alzó más sus palabras e intentó arrebatarle la guitarra al de
Ulloa.
“Por las buenas o
por la malas, váyanse a dormirla o serán arrestados por orden de la justicia real.”-
Vociferó el Teniente-
Un intercambio de palabras, reproches e insultos se
produzco entre ambos nobles, llegando a la humillación del de Ulloa.
“Este ultraje no
quedará así, no sabes tú con quien estás hablando.” –Respondió el de Ulloa
mientras se alejaba agarrado por sus amigos de romería.-
Al cabo de unos metros, ya fuera de la vista del
Teniente, el joven Ulloa se detuvo.
“Soltadme,-recriminó
a sus acompañantes- os he dicho que me soltéis.”
Gruñendo
y maldiciendo se acercó a su criado Martín Gallego y le dijo: “Ve a casa de Pedro Rol,-amigo de
correrías de Ulloa- y pídele que
prestarme debe armas y no digas nada mas si te preguntan, corre que aquí
espero.”
Corriendo
Martin llegó a su destino y golpeó con fuerza la aldaba de la puerta del
palacio de los Rol. Luces se encendieron en su interior al rato y un criado
abrió el portón.
“¿Quién sois? Y ¿Qué queréis a estas horas?” –Preguntó.-
“Soy Martín, el criado de Juan de Ulloa y vengo a pedirle
a tu señor don Pedro armas para mi señor don Juan.”
Martín
es recibido por don Pedro, al cual le reitera la petición de su señor, y
asintiendo don Pedro con la cabeza, ordena al esclavo de su padre, de nombre
Bautista, se haga cargo de sus peticiones.
“Dadle lo que pide e id con el.”
Era
costumbre que al abandonar la villa después de una noche de farra el de Ulloa pidiera
armas a su amigo Pedro Rol e incluso algún criado que le escoltara.
Al
cabo de una hora Martín Gallego acompañado de Bautista y portando las armas regresa
al lugar donde había dejado a su señor.
“Aquí tenéis mi señor lo que habíais solicitado.” –Dijo el criado entregando las armas al de Ulloa.-
“¿Les has hablado del altercado? –Pregunta Juan de Ulloa.-
“No, mi señor, como es costumbre cree que es para
abandonar la villa.”
“Vayamos pues, tenemos cuentas que ajustar.”-Respondió Juan de Ulloa.-
Ya
armados Juan de Ulloa junto a sus criados se dirigieron a la casa del Teniente.
Una vez allí el plan era sencillo, entrar y darle un escarmiento por la
humillación.
Desenvainaron
sus espadas y dagas y llamaron a la puerta. Un criado abrió las puertas y antes
de que este hablara ya estaba el de Ulloa dirigiéndose raudo hacia las
habitaciones donde se hallaba el Teniente.
“Aquí está venid” –Gritó
el de Ulloa.- “Ahora pagarás por mi humillación.”
Abalanzaronse
sobre el propinándole golpes y puñetazos, ya mal herido le escupieron y
abandonaron la casa antes de que los criados regresaran con el alguacil.
Según
consta en los informes, aquella noche Juan de Ulloa junto con otros personajes,
allanaron la casa del Teniente, “lo
deshonraron de palabra y le dieron dos o tres palos.”
En
aquellos tiempos una agresión a un representante de la justicia era un delito
muy grave, y para esclarecer tales hechos fue enviado a Cáceres por parte de la
corona el licenciado Pedro Girón, Alcalde de Casa y Corte, pero cuando el juez
llegó a la villa los principales implicados en los hechos ya habían huido de
esta, inclusive el caballero Pedro Rol que aunque no había participado
personalmente, temía que le hicieran también responsable de la agresión.
El licenciado Girón, ante la huida de los agresores, “condenó
en rebeldía a penas de muerte y confiscación de la mitad de sus bienes a Ulloa,
a Pedro Rol, a Gallego y a Bautista; y a otro criados a diversos castigos por
cumplir las órdenes de los anteriores.”
El día 10 de marzo de 1.535 Pedro Rol regresa
furtivamente a la Villa de Cáceres y a cogiéndose a sagrado, (las iglesias, conventos
y cementerio estaban acogidos a sagrado, por lo tanto no respondían ante la
justicia de los hombres, si no ante la divina) el Vicario Álvaro de Paredes le
toma declaración bajo juramento de los hechos acaecidos la noche de autos,
declarando su inocencia y su ignorancia del fin de las armas prestadas a Ulloa.
También fray Jerónimo de Loaysa, Vicario y Prior del convento de Santo Domingo,
perdonó a Rol y a los criados que habían participado, excluyendo a Juan de
Ulloa y a su criado Martín Gallego que había huido al reino de Portugal.
Por estas razones y las argumentadas en el informe del
licenciado Girón, en el cual reconocía que no se pudo probar que Pedro Rol
participara en el delito ni que conociera el destino de las armas, la reina en
real cédula firmada en Madrid el 30 de septiembre de 1.535, le conmutó la pena
de muerte por la de destierro de un año de Cáceres y sus arrabales, “por no haber tenido participación directa
en la agresión, por vra poca hedad, y a pesar de que andais ausentado de la dicha
villa desde hacía mas de un año.”
Mas no tuvo que viajar mucho Pedro Rol para cumplir dicha
pena, pues el 17 de octubre de 1.535 se hallaba cumpliendo su destierro en el
monasterio de San Francisco de Cáceres, “que
está situado fuera de la villa y sus arrabales.”
Pero este no fue el único incidente en que se vio
envuelto Pedro Rol, años más tarde fue nuevamente condenado a destierro (en
sentencia no firme y apelada) junto con otros caballeros de la familia Ovando
por haber salido armados el día en que mataron a Antonio de Ovando. Y ya en
1.558 fue mandado encarcelar en la misma villa de Cáceres junto a Francisco de
Ovando y Juan de Ovando de Perero por Garci Pérez de Manzanedo, Alcalde de
Corte de la Chancillería de Granada, y Juez de Comisión en relación de imputado
por la muerte de Juan Gordo y quita de Francisco de Saavedra y Pedro Cano,
saliendo nuevamente indemne. Así era la
justicia para los ricos y así sigue siendo.
Pedro Rol, llegó a ser Regidor perpetuo de Cáceres y su
primer Alférez Mayor perpetuo por juro de heredad en 1.566, y en 1.574 compró a
Felipe II, los derechos y privilegios de la alcaidía del castillo de Valencia
de Alcántara.
Pedro
Rol de la Cerda falleció en Aliseda 26 de febrero de 1.580.
Otros
hechos se produjeron en la villa en los cuales andaba por medio la Santa
iglesia y que terminaría con la excomulgación de las autoridades cacereñas,
pero eso será otra historia.
Gracias
y hasta la próxima.
Escrito por: Jesús Sierra Bolaños
Fuentes consultadas:
-
“La casa de Ovando.” José Miguel de Mayoralgo y Lodo
-
“Cáceres resumen de la historia local.” Antonio Rubio
Rojas
Tanta fiesta tuvo sus consecuencias :). Gracias por hacernos más amenos los sábados con tus historias.
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