Hoy volvemos de nuevo al convento de San Francisco para
relatar la vida de uno de sus frailes franciscano más queridos Fray Juan.
Vista del Convento de San Francisco, Cáceres (F.I.) |
Con la muerte de Isabel la Católica en 1504, aprovechando
un periodo de inestabilidad política se va a producir en castilla un levantamiento
revolucionario entre 1517 y 1522, que desembocaría en la llamada guerra de las
comunidades.
Entre los capitanes comuneros que mas dieron que hablar y
mas batallaron contra los ejércitos reales, estaba un caballero natural de la
Villa de Cáceres Juan de Torres, hijo de Juan de Torres, alcaide del castillo
de Alburquerque hasta el año 1465.
En su devenir de la guerra, conquistó para los comuneros
la Villa de Garrovillas (Cáceres) e infligió numerosas derrotas ocasionando
grandes daños a las tropas reales, tanto que era uno de los capitanes más
temidos y más buscados por Carlos V.
Terminada la guerra, con la victoria de Carlos V, el
capitán Juan de Torres cansado de guerrear,
y siendo como era tan conocido decide como medio de expiración de sus
delitos dedicarse a la vida contemplativa y monacal, entrando a servir como
fraile en el Convento de Franciscano en su Villa natal de Cáceres. A la edad de
40 años, toma los hábitos el día N.P.S. Francisco.
Guerra de las Comunidades, Batalla de Villalar (F.I.) |
Desde el mismo momento de su noviciado siente la llamada
del Señor, virtud que demuestra en
amabilidad y entrega hacia con los demás, tal era su generosidad que los
hermanos más antiguos del convento sentían admiración por él.
Además de esas virtudes, el hermano Juan era el más obediente, el más penitente e
incluso el más dado a la oración y al rezo. Aquel vanidoso y pernicioso soldado
de antaño había troncado en un perfecto servidor de Dios, ejemplo de
generosidad, devoción y sacrificio.
Pero el camino de Dios no iba a ser nada fácil para fray
Juan, en numerosas ocasiones debido a su pasado sangriento, el Diablo le
tentaba con numerosas pruebas para que se desviara del camino del señor y
renunciara de su fe. Una de aquellas ocasiones en la cual fue tentado,
ocurrió una noche de invierno cuando
fray Juan se dirigía a tocar maitenes, al agarrar la cuerda de la campana, un
espíritu maligno enviado por el demonio, tiro tan fuerte de la soga, que el
estruendo que produzco en la campana fue tan fuerte que parecía como que
hubiese caído al suelo, dejando al pobre fraile Juan aturdido y temeroso, mas
enseguida se repuso y arrodillado se encomendó a Dios, que de inmediato le
libró de tan maligna ilusión.
Desde aquel momento, muchas fueron las apariciones en las
cuales el Demonio le ponía trabas y tentaciones, tantas que el mismo fray Juan
acabó por perderle el miedo a aquellas pruebas demoníacas, incluso sus hermanos
frailes les preguntaban cómo podía soportar tan crueles demostraciones, mas él
les respondía:
“Que mas temía a un
mastín de ganado, que al Demonio; porque contra este tenía prevenida y muy a
mano la defensa y para aquel no tenía más que las fuerzas de la naturaleza,
dudosas contra su ímpetu natural.”
Pero su vida monacal siempre andaba perturbada por su
oscuro pasado guerrero, ese recuerdo de sangre y vida, gritos y sollozos,
llenaban su memoria al cerrar los ojos. No podía vivir con ese sufrimiento y
esa carga en su alma. Habló con su superior y en confesión le relató todas sus
andanzas y pecados cometidos antes de su llegada al convento. Y tras su
confesión, le pidió permiso al prior para partir hacia la corte y presentarse
en audiencia ante el rey de España y entregarse.
Y así lo hizo, humilde y mendicante recorrió el camino
hacia la corte, ayudando a todo aquel que en su camino se cruzaba, hasta que
por fin llegó a palacio, donde pidió audiencia al monarca, y tras varias prerrogativas
y revisar las recomendaciones que traía por escrito, le fue concedida la
audiencia ante el monarca Carlos V.
Retrato de Carlos V por Tiziano |
Cuando fue recibido, su aspecto era mas de mendigo que de
fraile, solamente el ropaje y el cordón anudado a su enjuta cintura, además del
crucifijo en su pecho, le distinguía de aquellos que mendigaban por las calles.
Su rostro estaba marcado por el sol y sus manos y pies llagados. Más ante el
emperador del mundo se arrodilló.
“Decidme padre, en
que puedo ayudaros.” -Habló el rey.-
“Del convento
franciscano de la Villa de Cáceres vengo, a pedir justicia a vuestra majestad.”
“Vos pedís
justicia, hablad. ¿Qué agravio se os ha cometido? Justicia divina no es pues
para eso estáis vos, hablad padre, hablad.”
“Castigo pido para aquel capitán comunero que alzó su
espada y se rebeló ante vos, aquel capitán que tras la guerra se libró de vuestra
justicia. Aquel del cual nadie más supo.” –Dijo fray Juan.-
“De que capitán habláis, pues has de saber que todos
aquellos cabecillas de las comunidades fueron ajusticiados al término de la
guerra por decreto real.” –Habló el
monarca.-
“Del capitán Juan de Torres, el de Cáceres, que tomó para
las comunidades la Villa de Garrovillas,
y que batalló contra vuestros ejércitos, causando muerte y dolor. Aquel
que lideraba las tropas comuneras por tierras cacereñas y castellanas, aquel
del cual yo sé su paradero actual.”
“Ya me acuerdo de aquel capitán, mucho ansié por su
captura, y buen precio puse por su cabeza, pues muchos soldados cayeron ante su
mando, mas creía que muerto estaba. Pero decidme padre. ¿No es voto vuestro no
delatar aquellos que os ofrecen testimonios? Pues franciscanos soy.”
“Así es, pero sólo pido justicia por aquellos que
sufrieron bajo su espada, victimas, familias y amigos, aquellos que ante vos ya
no la pueden reclamar, el Señor en palabra me lo pide.” –Respondió fray Juan.-
“Viendo que Dios, así os lo pide, decidme pues el
paradero del capitán Juan de Torres, que justicia yo impartiré, padre.”
“Pues haced vuestra la justicia que ante vos se halla, yo
soy aquel capitán comunero de antaño llamado Juan de Torres.” –Dijo fray Juan.-
De
inmediato los soldados presentes en la sala echaron raudos sus manos a sus
espadas y alabardas, pero con un gesto con su mano el rey los detuvo, se
levantó y fue hacia el franciscano.
El
fraile ahora arrodillado, volvió a hablar: “Así
es mi señor yo soy aquel que se alzó ante vos, aquel que tantas atrocidades cometió
en nombre de las comunidades, y por ello el tormento me acompaña desde mi ingreso
en la orden, quiso el Señor que ante vos me personara para que vuestra justicia
redima mi culpa, y descanse en paz mi alma. Ante vos estoy y justicia pido.”
Sorprendido
el monarca ante semejante acto de humildad y nobleza del franciscano, el rey le
pidió que le contara su historia.
Y
tras escuchar tan azaroso y penitente vida de ayuda a los demás llevada desde
su entrada en el convento, el rey Carlos V le dijo:
“Andad en buena hora, sed buen fraile, y encomendadme a
Dios, que como cumpláis con vuestra obligación me tendréis por amigo, y si no
por el mayor enemigo que podéis temer.”
Con
el perdón real, volvió fray Juan a su convento para dedicarse en cuerpo y alma
a los deseos del Señor, librado ya de esa carga terrenal que le atormentaba.
Dedicaba
su tiempo a ayudar a los demás, a la oración y la contemplación, jamás en su
vida faltó a maitines a media noche, y a su término, permanecía en el coro
orando con devoción hasta que después de prima iba a decir misa.
Fray
Juan vivía siguiendo la regla franciscana, e incluso iba más allá de ella,
mortificando su cuerpo y su alma. En los días de cuaresma no admitía su ración
de pescado, en su penitencia sólo aceptaba pan y unas hierbas cocidas, incluso en su vejez. Otra prueba de su
sacrificio ocurrió cierto día que acudió a visitarle su sobrino D. Pedro de
Ovando, pues a causa de una enfermedad, al clérigo se le había ersipulado la
cara y una pierna se le hinchó tanto que excedía el grosor de su cintura, y viendo
que no su lecho no tenía lienzos en cuales dormir el anciano fraile, se lo
contó a su madre, que de inmediato mando que le llevara sábanas y almohadas recién
hiladas, mas al ir a entregárselas su sobrino y rogando que las aceptase como regalo
de caridad para alivio de mejora de su enfermedad y vejez, el fraile las rechazó
diciéndole a su sobrino:
“Si el salvador del mundo no tuvo en que reclinar la
cabeza, y estuvo en la cruz coronado de espinas, poco vengo a hacer yo con
tener almohada de sayal y sábanas, y tomar mayor regalo sería ingratitud hacia
el amor que por mi padeció.”
Fray Juan moriría el día de nuestro Señor Padre San
Francisco, como el mismo había profetizado, la misma fecha que muchos años atrás
tomar los hábitos franciscanos.
A su entierro acudió gran concurrencia entre familiares y
devotos del fraile, tantos que al término de la ceremonia de difuntos, una
enorme fila se formó para besarle las manos y los pies del fraile como símbolo de
respeto, e incluso pedazos del hábito fueron rasgados, guardándolos como
muestra de su santidad.
A fray Juan se le dio cristiana sepultura junto a las
gradas del altar mayor del convento, del lado de la epístola, donde aún hoy se
puede leer su laudo.
Gracias y hasta la próxima historia.
Escrito por: Jesús
Sierra Bolaños
Bibliografía
Consultada:
-“Crónicas de la provincia de San Miguel.” José de Santa
Cruz O.F.M.
-“Nobiliario de Extremadura.” Adolfo Barredo de
Valenzuela, Ampelio Alonso-Cardenas López
-“Ayuntamiento y familias cacerenses.” Publio Hurtado
-“La casa solitaria de los pilares y otros relatos.” M.
Antonio Luceño
Bonita historia. Gracias por darla a conocer!
ResponderEliminarDesde luego cada vez mejor un diez Jesus, y un beso
ResponderEliminarCasualidad ha sido encontrar este blog y cuanto me alegro que haya sido asi,,,historias como estas pasaran ala historia ,según encuentren en su camino ,Y, dependiendo ,de,aquellas personas,dispuestas a divulgarlas,,, o quedar en el olvido, esta'' le ha encontrado a usted ¡¡ por lo que yo'' personalmente le quedo eternamente ,,agradeciza a DºJESÚS SIERRA.
ResponderEliminarNOTA MUY BREVE;Hace unos 40 años o más,, yo formaba parte de un grupo de personas,, ,que cada domingo por la mañana dabamos catequesis ,a niñ@s,despues pasando a ver una película ..infantil(Marcelino pan y vino,,ejm..) y a continuación tomabamos todos ,,niños y castequistas e incluso frailes,,un chocolate ,,con bollitos,, todo esto ,, en el CONVENTO DE SAN FRANCISCO (CACERES) CON LA MISMA IMAGEN QUE LA FOTO EXPUESTA MÁS ARRIBA,,, GRACIAS ¡¡ MUCHAS GRACIAS¡¡ POR LOS RECUERDOS ,,EVOCADOS ,,SALUDOS
Muchas gracias por sus comentarios, y gracias a usted por dedicar su tiempo a leer el blog. Mi única intención es dar a conocer la enorme historia de esta ciudad y como usted dice que no se pierda en el olvido, me alegro que le haya evocado gratos recuerdos esta foto.
EliminarGracias de nuevo y un saludo.