Miniatura medieval. (F.I.) |
Hoy viajamos a la ciudad Plasencia (Cáceres), allí en el
siglo XV nace en el palacio llamado de las Dos Torres, María de Monroy Almaraz,
hija de Hernán Pérez de Monroy y de Isabel de Almaraz. Pasó María su niñez y
juventud en Plasencia, hasta que ya en edad casadera contrajo nupcias con
Enrique Enríquez de Sevilla, Señor de Villalva de los Llanos, en la ciudad de
Salamanca donde se asentaron en una casa situada cerca de la Iglesia de Santo
Tomé.
En aquel tiempo había en Salamanca, lo que denominaron la
“guerra de bandos”, donde las mas poderosas familias de la nobleza salmantina
estaban enfrentadas por el control de la ciudad. Sus luchas por su dominio
aterrorizaban a la población, y entre aquellas familias se encontraban los
Monroy, Manzano, Solís y Maldonados. Uno de los bandos era el denominado de San
Benito y el otro el de Santo Tomé, en este último estaban integrados los
Monroy.
Pronto
tuvo María la desgracia de quedarse viuda, pero aun siendo moza y hermosa, se
dedicó al cuidado de sus dos hijos y de su hija, como matriarca de la familia.
La
guerra de los bandos seguía su curso, y cierto día del año 1.465, un trágico
suceso agravaría aun mas las luchas entre bandos.
Los
hermanos Enríquez, Luis y Pedro, hijos de doña María de Monroy, contaban ya con
diecinueve años el mayor y dieciocho el menor, y habían entablado cierta
amistad con otros dos hermanos de la familia Manzano, Simón y Alonso, esta
familia pertenecía al bando contrario de San Benito. Aquel día del año 1.465 hallabanse
jugando a la pelota el pequeño de los Enríquez con los hermanos Manzanos, en un
encontronazo durante el juego, comenzose una disputa, las palabras se elevaron,
se pasaron a los insultos, a los desprecios hasta que todo fue a más y echaron
manos a sus espadas. Pero esta lucha no iba a ser justa, el Enríquez, se
hallaba sólo, mientras que los dos hermanos Manzanos se encontraban en compañía
de sus criados. Todos fueron contra él, que con furia y valentía desendiose el
Enríquez pero ante tras desigual cruce de espadas fue vilmente asesinado por
los Manzanos.
Yacía
muerto el Enríquez en el ensangrentado suelo de la plaza, cuando habló uno de
los criados de los Manzanos.
“Mi señor no podemos quedarnos aquí debemos irnos, pues
cuando la muerte llegue a oídos de su hermano buscará venganza, vayamos a la
casa de vuestro padre.”
Tenía
fama el mayor de los Enríquez de ser un hombre gallardo y de buen manejo de la
espada, además de poseer un gran liderazgo, que podía llegar a reunir bajo su
mando a un gran número de familiares y amigos para su venganza. Este hecho
preocupa al mayor de los Manzanos que le dijo a su hermano:
“No, hermano si huimos ahora, su venganza será terrible.
Debemos adelantarnos a sus actos, enviemos algún mozo en su búsqueda antes de
que la noticia de la muerte llegue a sus oídos, y sin esperárselo le daremos
muerte también.”
“Así lo haremos.” -Respondió
el otro hermano.-
Mandaron
pues sin demora a uno de sus más fieles criado para que fuera en su búsqueda
con la excusa que lo necesitaban para el juego de pelota.
Aguardaron
su llegada los Manzanos escondidos en una de las calles que daban a la plaza,
por donde solían llegar los Enríquez, pero para asegurarse que nada fallara lo planearon
con su criado. Con la espada desenvainada el uno y el otro con una chuza en sus
manos, cuando vieron aparecer al mayor de los Enríquez, se abalanzaron sobre él,
que sin tiempo de respuesta nada pudo hacer, dándole una muerte cruel y cobarde.
Entre
risas se zafaron los Manzanos de su hazaña, con el cuerpo del Enríquez aún
agonizante y preguntándose el porqué de su muerte.
“¿Por qué? ¿Por qué?” -Repetía balbuceante entre sangre.-
Muerto
el último varón de los Enríquez, ya no había posible venganza. Ya no temían por
sus vidas. Dejando el cuerpo atrás, se dirigieron a la casa de su padre que
tras explicarle, a su manera, lo sucedido, les aconsejó que marcharan de
inmediato hacia tierras portuguesas, para asegurarse de las posibles
represalias por parte del bando de Santo Tomé. Y así huyeron de Salamanca.
Enterada
ya la ciudad de la noticia, llevaron los familiares los cuerpos de los Enríquez
ante su madre, doña María de Monroy, relataronle la atroz muerte a que habían
sido sometidos sus hijos. Todos creían que ante tan trágica y cruel perdida
doña María por el querer que les procesaba, y por ser mujer, se hundirían en la
tristeza, en el llanto, y que su vida por amor perdería o loca se volvería, más
alejados de la realidad estaban, doña María con gran aplomo ante sus
sentimientos, sin soltar lágrima ni llanto alguno se acercó a sus hijos y los
bendijo.
“Yo os bendigo hijos míos, id en paz con vuestro padre,
que justa venganza recibiréis.”
Ante
el asombro de los reunidos y rehusando Doña María los consejos de sus parientes
de dejar pasar el asunto y dedicarse al entierro de sus hijos, les dijo con el
corazón endurecido y con un valor encomiable ante los cuerpos yacentes de
estos.
“Disponed vosotros el entierro de mis adorables hijos,
que yo junto aquellos que quieran acompañarme, me dispongo a partir esta misma
noche tras los asesinos y hacer justicia.”
“¡Vos! –Dijeron
algunos de los parientes-
“Mujer soy más, a falta de valor de los presentes, yo misma
impartiré justicia y buenos dineros daré a aquellos que me acompañen.” -Respondió doña María.-
Partió
Doña María hacia su Señorío de Villalba y allí logró reunir para su causa, hasta
un total de veinte caballeros, entre familiares, allegados al bando de Santo
Tomé y siervos a su servicio, mas para protegerla y por justa venganza, que por
los dineros ofrecidos.
Averiguaron
que los Manzanos habían huido a Portugal, y que allí seguramente habrían
contratado los servicios de algunos caballeros para su protección y por ello sería
difícil llegar hasta ellos, pero doña María así les habló:
“Cuando atraviese esa puerta aquí se queda doña María de
Monroy, la mujer, y con vosotros va vuestro capitán, y la primera en entablar
batalla seré, que mas puede el corazón y la justicia que todos los hombres
armados.”
Y
vestida bajo una ligera armadura y con la espada de su hijo mayor que heredó de
su esposo, partió a caballo hacia tierras portuguesas.
En
pueblos y aldeas recompensaba aquellos que les ofrecían información acerca del
panadero de los Manzanos. Cada día que pasaba, su odio se acrecentaba, y a
todos daba muestras de que la única razón de su existencia era la venganza de
sus hijos.
Al
cabo de varias semanas averiguó que el lugar donde se escondía los Manzanos era
en una posada de la villa portuguesa de Viseu. Hacia allí se dirigieron raudos.
Cuando llegaron al lugar se aseguraron de que los Manzanos estuvieran allí, y
esperaron que anocheciera planeando la estrategia. Para derribar el portón
principal de la posada que cerraban por seguridad al caer la noche, talaron un
árbol para utilizarlo como ariete, y una vez derribada, unos se quedaría fuera
vigilando la llegada de refuerzos mientras los otros entrarían a por los
Manzanos.
Llegada
la noche al amparo de su oscuridad, se acercaron sigilosamente portando el
vigón, al primer golpe las puertas sucumbieron, doña María fue la primera en
entrar espada en ristre, tras ella diez caballeros y los demás quedaron fuera
protegiendo las puertas y ventanas de toda la posada, para que nadie entrara y
nadie saliera, como se había acordado.
Uno
de los centinelas portugueses dio la alarma.
“A las armas estamos siendo atacados.”
Los
Manzanos que se dedicaban a la buena vida de mujeres y vino, no esperaban ser
atacados y su sorpresa fue aun mayor al ver como María de Monroy espada en mano
capitaneaba aquellos caballeros, no daban crédito a tal imagen.
“No puede ser gritaban, no puede ser.”
“Hágase justicia,
-gritó doña María- aquí y ahora pagareis
por vuestros crímenes.”
A golpes de espadas el grupo asaltante se iba
abriendo paso hacia los hermanos Manzanos, la lucha fue encarnizada, y doña María
luchó con bravura y valor. Por fin la muerte le sobrevino a los hermanos
Manzanos, mas no a manos de ella. El primero en caer fue el menor que asaetazo
fue abatido, después cayó el mayor atravesado por la espada de unos de los
familiares de doña María y tras su muerte rindieron armas los portugueses aun
vivos.
Justo
al mes de sus asesinatos, la justicia prometida por doña María de Monroy a sus
hijos yacente se había cumplido.
“Justicia se ha hecho, mi señora, es hora ya de partir
antes que los portugueses den cuenta de nuestros actos y apresarnos quieran.” -Dijo uno de los caballeros.-
“Aun no,
-respondió enérgica doña María- quiero
sus cabezas.”
“¡Mi señora!” -Dijo
extrañado uno de los caballeros-
“Hacedlo, o yo mismo los decapitaré con mi espada.” -Replicó doña María-
Hacha
en mano, procedieron a cortar sus cabezas, que entregaron aun sangrante a doña
María de Monroy, esta con gesto indiferente agarró ambas cabezas por los
cabellos e impávida dijo:
“Ahora si se ha hecho justicia.”
Tras
aquello, dejaron la posada y montando en sus cabalgaduras sin descanso,
llegaron en día y medio al Señorío de Villalba. Allí detuvo su caballo doña María y sin desmontarse de él, preguntó
por el lugar donde fueron enterrados sus hijos y respondieronle:
“Mi señora, tus hijos fueron enterrados en santa
sepultura en la iglesia de Santo Tomé, en la Villa de Salamanca.”
Y
sin mediar palabra ante el asombro de los caballeros, arreó a su caballo y
partió hacia Salamanca. Cuando llegó todos los que se cruzaban en su trayecto
se apartaban temerosos pues en su mano izquierda, aun portaba las cabezas de
los Manzanos que no había soltado en todo su camino. A las puertas de la
iglesia de Santo Tomé apeose del caballo y entrado en la iglesia se dirigió
hacia donde estaban enterrados sus hijos, y depositando las cabezas de los
Manzanos en sus sepulturas dijo:
“Hijos míos he aquí a vuestros asesinos, descasad ahora en
paz.”
Y
tras estas palabras se fue a su casa.
Estos
sucesos recrudecieron la guerra de bandos, que se prolongó durante 40 años más,
hasta que el predicador agustino Juan de Sahagún, consiguió que los bandos
firmaran un pacto de paz y concordia para alivio de la ciudad.
A los
pocos años moría doña María de Monroy Almaraz, a la cual llamaron María “la
Brava” una mujer digna del amor que profesaba a sus hijos. Fue enterrada en la
Iglesia de Villalba de los Llanos (Salamanca).
Mas así era
la vida y así trascurría, gracias y hasta la próxima.
Escrito por: Jesús Sierra Bolaños
Fuentes consultadas:
-"Hechos del Maestre de Alcántara don Alonso de Monroy." Alonso Maldonado.
-"Historia de las antigüedades de Salamanca." Gil González Dávila.
Vaya valentía la de la madre!! Una guerrera!!
ResponderEliminarjesus eres incansable, que de historias tenemos en Extremadura y tu nos las estas dando a conocer, me gusta mucho que seas tu.Un besazo de parte de Bilbao.
ResponderEliminarMuy interesante. Muchas gracias. :-)
ResponderEliminarEstaba investigando a un antepasado de doña María de Monroy, Nuño Pérez de Monroy, abad de Santander y hablaban de esta mujer así que he buscado algo sobre ella y este artículo es lo mejor que se ve en la red. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, son un estímulo para seguir investigando y escribiendo. Espero volver tras el verano con mas historias y leyendas. Y Gracias a todos mis seguidores.
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