Fraile de la Orden de los Franciscanos. (F.I.) |
En
el año 1471, parte desde Valencia para predicar los evangelios por toda la
península, Fray Pedro Ferrer, fraile franciscano y pariente cercano de San
Vicente Ferrer. Le acompaña en su aventura, dos de sus hermanos de orden. En su
largo peregrinaje, llegan hasta la Villa de Cáceres y decide fundar un convento
regular. Para ello, se reúnen con el Concejo de la Villa en numerosas ocasiones,
pero siempre obtenían un no como respuesta:
“Padre
como ya le dijimos la última vez, el Concejo de la Villa, desestima su petición
de erigir un convento y establecerse en terrenos de la Villa pues las
ordenanzas del Fuero dadas por el Rey Alfonso IX de León, prohíben dar, vender,
o heredar, o empeñar, viñas, campos, casas, plazas, molinos, huertos o terrenos
a frailes; así como establecer conventos a las órdenes religiosas, cualquiera
que fuera.” –Explicaba siempre el Regidor Perpetuo
de la Villa al Padre Ferrer.-
“Aún
así, el Señor ha querido que llegara hasta aquí y no debo cesar en la misión
que se me ha encomendado, fundar un convento en esta Villa.”
–Respondía con rectitud y paciencia el fray.
Tras varios meses y
varios intentos frustrados, el padre Ferrer desistió en su empeño y se dispuso a dejar el
lugar junto a sus hermanos. Abandonó la posada donde había pernoctado los
últimos meses, y se despidió del posadero agradeciéndole su hospitalidad.
Cuando se disponía a partir hacia otras Villas, se percató que al jumento que utilizaba para transportar
sus escasas pertenencias, ropajes y algunos libros religiosos, le faltaba una
herradura. Se dirigió entonces hacia la plazuela del Potro (cerca de lo que hoy
es la Plaza de Santa Clara), donde se hallaba un herrería de bueyes. El herrero
estaba trabajado en las pezuñas de un buey con una almohaza. El Padre Ferrer se
dirigió hacia él con su maltrecho jumento:
“Perdonad
hermano, ¿podíais herrar la pata que le falta al mulo, para que mis hermanos y
yo podamos continuar el camino?”
“Así
lo haré, por una moneda.” -Respondió el herrero.-
“Riquezas
no tenemos pues hermanos mendicantes somos y de las limosnas vivimos, más si
nos ayuda, el Señor te recompensará por tus acciones.”
“No
se ofenda Padre, pero no es el Señor el que alimenta a mis hijos, y sin dinero
no hay herradura.” -Dijo el herrero y volvió a sus
pezuñas.-
Casa de Diego García de Ulloa, Cáceres |
Quiso la fortuna que en
ese momento pasase montando un caballo castaño proveniente de su palacio (sito
en la actual calle Ancha), uno de los nobles más influyente de la Villa, Don
Diego García de Ulloa, Señor de Media Cacha, llamado el Rico, que se dirigía a
supervisar sus campos.
El religioso se acercó
hacia él, y humildemente le suplicó que les ayudara:
“Noble
señor, podrías darnos una limosna para pagar al herrero por la herradura que le falta a
nuestro mulo y así ayudar a estos humildes frailes, Dios te lo agradecería y
nuestro camino sería más ligero.”
“Perdonadme
Padre, pero no tengo por costumbre portar dinero cuando salgo a inspeccionar
mis tierras. “ -Se excusó el noble caballero.-
“Por
favor, caballero, rebusque bien entre sus ropajes, algo tendrá.”
Le instó el Padre Ferrer.
“Ya
le dicho que no suelo llevar dinero conmigo.” –Iba diciendo
Don Diego muy enfadado mientras se registraba por todo las partes. Buscó por su
camisa, por su jubón de mangas abullonadas y asombrado halló en su faltriquera una
moneda de oro que según contaba jamás había visto ni tenido.
“De
donde salió esta moneda, por Dios que cuando salí de casa no la llevaba conmigo.” –Repetía
incesantemente estupefacto Don Diego.
Súbito se apeó del
caballo y a los pies del fraile le pidió perdón por su arrogancia y por su
falta de fe.
“Perdonadme
Padre, ha sido un milagro, un milagro. Os ruego que no os vayáis de la Villa,
mi honor pongo por valía para que podáis fundar vuestro convento en esta Villa,
y quedaros a impartir los santos evangelios.”
“No
he sido yo quien ha obrado este milagro si no el Señor nuestro Dios, que quiere
que aquí termine mi empresa, levantaos noble caballero.” Respondió el fraile.
De
inmediato Don Diego se reunió con el Consistorio de la Villa, y ante tan
extraordinario milagro, y la influencia política de Don Diego, todos los nobles
prometieron promover tan santa obra que Dios había dispuesto por medio de una
moneda de oro.
Su principal valedor, Don
Diego García de Ulloa, cedió los terrenos y los dineros para construir el
convento, el Concejo y la nobleza cacereña aportó generosas donaciones e
incluso los Reyes Católicos y el cardenal Mendoza, en su visita a la Villa en
1477 hicieron una generosa limosna al convento.
Portada de Convento de San Fracisco el Real, Cáceres. |
El monasterio de San Francisco El Real comenzó
a construirse tras serle concedida el 3 de diciembre de 1472 una bula por el
Papa Sixto VI, a instancia del Obispo de Coria Don Iñigo Manrique de Lara y se
terminó en 1487 tras quince años de obras.
Fundado
el Convento, el Padre Ferrer vivió en él durante 38 años, en esos años obró
numerosos milagros, entre ellos el obrado en la casa de su benefactor Don Diego
García de Ulloa. Un día el Padre Ferrer se percató de andaba falto de vino para
las misas y de aceite para los candiles, y fue pidiendo por toda la Villa
tales vituallas, pero debido a una
estación de malas cosechas había escasez y poco o escaso consiguió. Se dirigió
entonces a la casa de Don Diego, respondiéndole este que nada en sus despensas había
de lo que solicitaba, pero como siempre insistió el Fraile que mirasen bien en
sus bodegas, y registrando nuevamente la bodega, las vasijas que anteriormente
estaban vacías hallaron las ahora llenas de vino y aceite. Este nuevo prodigio
acrecentó la mas popularidad milagrosa del religioso.
El 1 de febrero del
año de 1510, después de 38 años sirviendo a la villa, fallece el Padre Ferrer,
dándole sepultura en una de las capillas del Convento de San Francisco El Real.
Pasados cien años, según cuentan, abrieron de nuevo la sepultura del religioso,
encontrando su cuerpo incorrupto, los nobles y religiosos ante tal santidad no
tuvieron otra ocurrencia que despiezar el cuerpo del religioso, y sus
fragmentos utilizados como reliquias religiosas, sólo dejaron algún trozo de
carne y huesos colocándolos en una arca de piedra en la capilla mayor. También
decidieron dejar expuesta el público la cabeza del fraile, que se colocó sobre
una piedra granítica en la sacristía pues según se creía tenia poderes
curativos, bien tocándola o bebiendo el agua que pasaba por ella, tenía el poder de sanar.
Más leyendas son y así te las he
contado, gracias y hasta la próxima.
Escrito
por: Jesús Sierra
Bibliografía:
-
“Noticias
Históricas de Cáceres.” Benito Simón Boxoyo.
-
“Crónica
de la provincia franciscana de San Miguel.” Fray José Santa Cruz.
-
“Cáceres
historia y leyendas.” Ricardo Hurtado de San Antonio.
-
“Ventanas
a la Ciudad.” Fernando García Morales.
-
“Paseos
por la eternidad.” Francisco Acedo.
Otra historia interesante, como las demás, estamos aprendiendo un monton de nuestra historia cacereña, sin necesidad de estudiar,si así nos las hubieran enseñado en el instituto, otro gallo nos cantaría je je un beso chuchi.
ResponderEliminarMe encanta, cada día te superas más. Es un gusto leerte!
ResponderEliminarMuy buen blog vecino. Me ha sorprendido mucho y muy agradablemente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Joaqui, me alegro que te hayan gustado. Estoy trabajando en nuevas historias y leyendas que pronto publicaré. Un abrazo, que hace tiempo que no nos vemos.
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