Otra de las
leyendas de Cáceres hace referencia al origen y procedencia del apellido Golfín,
y como otras leyendas también tiene diversas versiones.
Escudo de la familia Golfín, Cáceres. |
Algunos
sitúan su procedencia en tierras galas relacionándolos con los Delfines de
Francia, de una derivación del apellido Holguín como explica esta vieja coplilla que
dice: “Aquellos de aquellas flores / son los que llaman Holguines / que en
Francia fueron mayores / pues vienen de los Delfines / de quien tomaron
valores.” Otros explican que etimológicamente podía
provenir de la palabra Wolf o Wulf, lobo en antiguo sajón y la última les dan
unos orígenes de pillaje y robo, he aquí esa historia.
Después de la cruzada contra los moros promovida por el rey Alfonso VIII
de Castilla en el año 1212 d.C., muchos guerreros del centro de Europa que les
habían acompañado decidieron establecerse en la península. Algunos de estos
guerreros, al carecer ya de oficio y sin medios de sustentación, aprovecharon
ésta época de inseguridad originada por las disputas por la sucesión al trono,
para saquear en caminos y robar ganado, sobre todo ovejas merinas, sembrando el
terror por tierras entre el Tajo y Sierra Morena. A estos caballeros, diestros
en armas que se hicieron inmensamente ricos y fundaron numerosas casas fuertes,
se les denominaba golfines y llegaron tener su propio rey “Carchena”.
Por aquel
entonces, el Concejo, principal órgano de gobierno de la villa de Cáceres, se
reunía a la salida de misa matinal, en Plaza de Santa María, a las puertas de la iglesia,
donde resolvía sobre todo pleitos y disputas cotidianas de la villa, y también
los asuntos correspondientes al Honrado Concejo de la Mesta, organización de
ganaderos muy poderosa en aquella época, que defendía a sus miembros cuando los
ganados trashumantes se desplazaban por las cañadas reales, donde las dehesas
de Cáceres eran de las más importantes.
Plaza de Santa Maria, Cáceres. |
En una de
esas reuniones para intentar poner remedio a los continuos pillajes de ovejas
merinas, se hallaba don Gómez Tello, Alcalde de Cáceres y uno de los doce
Hombres Buenos que formaban el Concejo de la Villa, y dijo:
“Ante tantas actuaciones de los llamados
golfines, alterando el orden en nuestros caminos, campos y montes, saqueando y
robando el ganado de nuestros pastores y de los rebaños trashumantes, debemos
por ello movilizarnos y perseguir dichos delitos y con la ayuda de la Hermandad
de los Montes darles captura y digna justicia según costumbre antigua.” -Y
así quedó dicho.-
Pero ello
aquí, que cerca, escuchando todo lo que en la reunión se había expuesto, pues
era pública y abierta, se hallaba espiando y tramando su próxima fechoría, uno
de los capitanes de los llamados golfines, de nombre Alfón Pérez. Y al término
de la sesión, siguió de cerca a don Gómez Tello, no sabemos bien con qué
intención, pero ésta se vio interrumpida porque al encuentro del Alcalde salió
una joven y bella dama, y el capitán al
mismo instante de verla quedó prendado de ella. Esa joven dama no era otra si
no la hija de Gómez Tello, de nombre María.
El ladrón
y asaltador de caminos, siguió volviendo frecuentemente a la villa, y mediante
encuentros casuales fue cortejando a la hermosa doncella de grandes ojos y
cabellos negros. Poco a poco el amor iba floreciendo entre el capitán de
bandoleros y la hija del alcalde. Hasta que un día María se confiesa a su
padre:
“Padre, es para mí una alegría darte la noticia de que estoy enamorada,
mas siento tristeza por ti pues ese joven caballero lleva por nombre Alfón
Pérez.”
El padre
al darse cuenta de quién era, o sea un golfín, entro en cólera, y le respondió:
“Hija mía, a vos prohíbo volver a ver a es golfín, ese hombre que decís
amar es un ladrón y un rufián y sólo busca tu perdición, tu deshonra.”
El
respetado alcalde, no estaba dispuesto a que su dulce hija casara con personaje
de tal calaña.
Pero la
joven doncella que correspondía fervientemente a su amor y el capitán bandolero
que le prometió que no nunca renunciaría a ella, se personó una mañana en la
casa del alcalde dispuesto a pedir la mano de su amada:
“Ante vos me presento con las manos abierta
y como única arma mi corazón, espero no ofenderle ni avasallarle por mi osadía,
más cuando vengo de sincero y puro a pediros la mano de vuestra hija, y si no me
la dierais muerto o preso he de yacer, dios mediante.”
Ante tan imprevisible
suceso, Gómez Tello, como persona sensata y por amor a su hija María, aunque
creyendo que el bandolero no lo cumpliría le espetó:
“Te
doy mi consentimiento y bendición para que cortejes a mi hija, pero antes
deberás limpiar tu nombre, reconocer a la autoridad y ennoblecer tu sangre, ganándote
el respeto del rey, la nobleza y el pueblo. Cuenta para ello con mi prestigio y
rango social, y cumplido esos requisitos formaras parte de mi familia a través
de dichos esponsales.”
“Sean Dios y vos testigos de mi juramento, que así lo haré, por el amor que procedo a su
hija María.”- Respondió el capitán de bandoleros.-
Así gracias a la
intercesión de don Gómez Tello ante el Concejo, a la política pacificadora
iniciada por la Corona, que concedió el perdón a algunos Golfines a cambio del
apoyo a determinados reyes o villas y sobre todo al amor de su amada; como el rufián Alfón Pérez pasó a ser Alfón Pérez
Golfín, un hombre respetado, un luchador honorable y por su valor en el campo
de batalla fue dignamente recompensado con títulos y bienes.
Don Alfón Pérez Golfín,
primer Golfín cacereño, y doña María Gómez Tello se desposaron en la villa de Cáceres, establecieron
su residencia sobre el antiguo hogar de los Gómez Tello, hoy Palacio de los
Golfines de Abajo, y tuvieron varios
hijos, dando así comienzo a uno de los linajes más ilustre de la nobleza
cacereña.
Palacio de los Golfines de Abajo, Cáceres. |
En la fachada del
Palacio de los Golfines y en sus enterramientos hay una inscripción en la que se
lee: “Aquí esperan los golfines el día del juicio”; por algo será.
Más leyendas son y así te las he
contado, gracias y hasta la próxima.
Escrito
por: Jesús Sierra
Fuentes: Antonio Bueno Flores
José R.
García Arroyo
Mª José
García Berzosa
Patricia Edwards Rokowski
Francisco Acedo
José M. Sánchez Benito