Calle Amargura, Cáceres. |
Nos
situamos en el siglo XV, la noche ha acontecido en la ciudad, las calles
solitarias y mudas se ven interrumpida por el blandir de unas espadas. Intramuros
en una callejuela, cerca de Plaza de San Mateo a luz tenue de unas antorchas
dos personas se baten en duelo, uno es un joven vecino de la villa, el otro no
mucho mas mayor, un viajero de paso por esta. La razón de la disputa se
desconoce, quizás sea por una partida de dados o anden faldas de por medio. Durante
un largo tiempo el intercambio de golpes es continuo, inclinándose la balanza hacia
uno u otro lado. Pero en el debatir de la reyerta el forastero echa mano de una
daga escondida en unas de sus botas de caña alta, y en un descuido de su
adversario le atraviesa el costado derecho, este al ver como su jubón verde oliva se
tiñe de rojo, deja caer la espada, sus piernas comienzan a desfallecer y cae al
suelo. Con una mano intenta taponarse la herida, y sus gritos inundan la noche: “Ayuda,
ayuda me han dado muerte.”
El asesino al
ver como se acercan hacia el unas luces, huye despavorido calle abajo. Es la guardia de la ciudad que
alertada por el alboroto producido llega al lugar del suceso. Intentan socorrer
al joven, pero es demasiado tarde, está herido de muerte. Los guardias lanza en
ristre comienzan la búsqueda del asesino por la ciudad. Pero este ya lejos, en las
inmediaciones de Plaza de Santa María se halla llamando a la aldaba de un
burdel que era frecuentado tanto por plebeyos como por la alta alcurnia de la
ciudad. Quien abre la puerta, es la meretriz de la casa, de nombre Lola, el joven
le cuenta que en una reyerta ha herido a un vecino de la villa y le pide
refugio. Lola, generosa, da cobijo al joven prometiéndole no delatarle ante la
justicia.
Poco más tarde vuelven a llamar a la puerta, son los alguaciles y con
el traen el cuerpo del joven muerto en el duelo, Lola al verlo rompe a llorar
desconsoladamente, ese joven muerto, que yace ahora en el recibidor de su casa,
no es otro si no su propio hijo. Sin saberlo había dado asilo al asesino de su
propio hijo. Desde ese momento Lola se sumerge en una profunda tristeza y amargura que
le durará el resto de su vida, y que dará nombre a su calle, la calle la de la
Amargura.
Más leyendas son y así te las he
contado, gracias y hasta la próxima.
Escrito por: Jesús Sierra
Fuentes: Cultura popular
Fuentes: Cultura popular
Muy buena historia y bien argumentada. Sigue así.
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